CAPÍTULO IX

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¿Por qué la vida tiene que ser tan dura? meditó Arthit al despertar

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¿Por qué la vida tiene que ser tan dura? meditó Arthit al despertar. Como un gusano que se arrastra por los suelos trató de sacar fuerzas para cumplir con sus obligaciones a lo largo de la semana. La ausencia de su novio, o el recuerdo de lo que fue, volvió aquellos días un verdadero martirio, estaba perdido. Todas las tardes, después de terminar su turno, aliviaba su pena recorriendo el puente Rama VIII hasta el anochecer; la inmensidad que allí contemplaba avivaba su deseo de abrir las alas y volar con libertad, pero la condena de su amor lo mantenía cautivo en una jaula de sentimientos. El embrollo que atascaba su mente nubló por completo su juicio y tumbó su sed de lucha para recobrar la felicidad, ya que las palabras de Zoe estrellaron su cabeza contra un muro de tal crudeza que le dejo entre la espada y la pared. «¿Qué debo hacer?» se preguntó una y otra vez.

El día para cerrar la semana laboral apenas y logró terminar las tareas designadas. Engavetado en sus pensamientos, frente al ordenador, picaba el teclado mientras perdía la vista en la pantalla; el recuerdo de la charla que sostuvo con Knott respecto a las relaciones entre hombres lo alejó de toda realidad.

«Una relación entre hombres, hay tantas restricciones; está la familia, la sociedad, y el tema de los hijos. Creo que nuestra relación, eventualmente, tendrá que llegar a su fin; y si va a ser de esa forma, ¿no debería dejarlo ir para que conozca a alguien mejor?».

—¿No debe ser así? —se dijo.

—Arthit, ¿no deberías encender el monitor para luego teclear? —Le cuestionó Earth.

—¡Ah! ¡Sí! —Lo encendió presuroso.

—¿Qué sucede? ¿Es Kongphop, verdad?

—Así es P'Earth. Es que... —Suspiró cabizbajo— solo que estoy desilusionado porque aún no recupera su memoria —Le faltó confianza para admitir la verdadera razón de su estado.

—Entiendo, Arthit, pero debes tener fe. Si en verdad lo amas debes luchar hasta el final contra todo pronóstico. ¿Sabes qué? Iré por un poco de leche rosa, eso te hará sentir mejor.

El joven plasmó una sonrisa de boca cerrada. De pronto, su teléfono móvil vibró agitándose sobre el escritorio y vislumbró el nombre de Kongphop en un parpadeo; este lo agarró vacilando, pues rechazó todo contacto con él durante la semana. Un rayo de cordura partió su cabeza y se aisló en el cuarto de fotocopiado para contestar.

—¡Ai'Oon, al fin contestas! —exclamó el muchacho—. ¿Podemos vernos? Necesito hablar contigo de algo importante. Por favor, no me rechaces.

—Está bien, Kongphop. Te espero a las 6:00 p.m. en el puente Rama VIII. Te enviaré la dirección por mensaje.

—Ai'Oon, yo... te extraño.

—Yo también, Kongphop, yo también —Suspiró colgando la llamada.

Aunque el deseo de flaquear halaba sus lomos, la ilusión de aquel encuentro impulsaba sus pasos; con la noche rasgándole la cabeza avistó la imponente construcción engalanada con luz artificial: «¿Será posible que Kongphop recuerde este lugar?» se preguntó. Así era, Arthit guardaba la esperanza que las memorias de aquel florecieran del olvido en el puente Rama VIII; cerró con fuerza sus ojos, anhelando que aquello se volviera una realidad, lo necesitaba, su vida ya no era vida sino un despojo de la misma.

SOTUS: DESTINY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora