Capítulo XII

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Gruñendo y bufando por lo ocurrido, el joven zorro se elevó del suelo pensando en lo que sucedió recientemente. Por alguna extraña razón, que hasta ahora sigue siendo desconocida para el zorro, se sintió comprometido en querer ayudar a Meruem a sanar cual sea que fue su malestar para tener ese temperamento. Había sacudido sus prendas con la intensión de marcharse del lugar luego de que el rey lo hubiese abandonado a sus anchas; cuando salió por la puerta un silencio abrumador inundaron sus oídos, era particularmente natural que el sitio se encontrase de esa manera, pero sabiendo la actitud con la que se había ido su alteza real, el silencio no ayudaba en lo absoluto sino que más bien era un tanto preocupante, puesto que consideró a la idea de que Meruem, tal vez, estaría destruyendo cosas o simplemente matando a sus hormigas siervos. Cualquiera que hubiese sido una de esas dos opciones era mejor que escuchar este arrebatador silencio en el palacio, ¡ni siquiera se oían los regaños incoherentes que luego daba Pouf a las hormigas! Así de extraño y preocupante era la situación en la que se encontraba Sutā.

Apenas y era de medio día luego de esa pelea tan exhaustiva y candente, el zorro en realidad no tenía nada mejor que hacer más que ir a la biblioteca y recoger su desastre de esta mañana, pues él literalmente desconocía el paradero de su rey y, de hecho, aunque lo supiera no estaría lo suficientemente convencido como para ir con él y recibir otro de sus bailecitos agresivos.

Liberó un profundo suspiró posteriormente al haber considerado sus opciones, las cuales estaba claro que no era poseedor de muchas, así que tan pronto como dio un paso lejos de esas puertas se dirigió a la biblioteca con un semblante tan inexpresivo que inclusive cualquier hormiga que lo mirase podría interpretarlo como un cuerpo sin vida. La figura humana con partes de zorro llegó sin ningún imprevisto a su destino, abriendo aquellas puertas pesadas de gran tamaño que casi llegaban a tocar el techo, liberaron un sonido grave mientras que lentamente se volvía un chillido agudo al cerrarse, Sutā se encontraba dentro de la biblioteca viendo el enjambre de libros que había por los suelos, esto sin duda sería un arduo trabajo que le llevaría casi todo el día para terminarlo a tiempo.

Quejándose de sí mismo por haber hecho un desbarajuste tan grande, se maldijo una y otra vez por haberse puesto tanto que hacer; en serio se preguntaba ¡¿De dónde había sacado tantos libros?! ¿¿Cómo es que tuvo el descaro de sacar la mayoría de sus estantes?! ¡¿En qué estaba pensando cuando lo hizo?!.

Por primera vez Sutā se odio a sí mismo por sus acciones ya hechas. ¡Que le metieran los libros por donde le cupieran! Para haber si así entendía que se dejara de estupideces de hormiga adolescente y tuviera más enfoque en sus asuntos como guardia real. Musitó tanta maldición como pudo que inclusive se inventó algunas palabras para describir lo molesto que se encontraba por no poder verle el fin a estos libros; si se era franco en todos sus sentidos claro estaba que ¡no terminaría de ordenar los libros hasta la mañana siguiente! El pobre zorro estaba que se lamentaba en lo más profundo de su corazón, sin embargo, lo único que le hacia mantenerse de pie y que su paciencia no cayera por los suelos era el alucinante y embriagador gesto que le había demostrado Neferpitou antes de que el rey apareciera para interrumpirlos.

Sin ninguna pizca de vergüenza los labios de este joven zorro figuraron una sonrisa de una hormiga flechada por los encantos femeninos o masculinos de otra hormiga, puesto que en realidad Sutā desconocía el genero de Pitou a pesar de siempre referirse a este ser como "ella", incluso si su figura tan definida con curvas haciendo relucir su grandiosa y encantadora cintura le estuviesen diciendo que claramente era una hembra, siempre estaba la posibilidad de que ese dato no fuese verdad y terminara siendo un sexy y adorable macho, cualquier cosa se podía esperar mientras fueses una hormiga quimera.

—¡Carajo! Zorro estúpido, vaya trabajito el que me has dejado —dijo hablando en tercera persona el único ser que se encontraba en la biblioteca… o al menos eso creía él.

¿Él o Ella? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora