Capítulo XI

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Momento de tranquilidad en el que el tiempo se había congelado para ambos, mientras uno observaba al otro con ojos de neutralidad y un poco de confusión, no se podría decir lo mismo por el que se encontraba cargado en brazos, el cual le seguía mirando de forma anonadada y esperaba por que el rey le bajara… pasaron varios segundos que pronto se volvieron un minuto, Sutā comenzó a incomodarse por la situación y sólo quería que el rey parara de verle así.

Pensando el zorro se dijo a sí mismo —¿Por qué aún no me ha soltado? ¿Está esperando a que haga algo?… ¡espera! Si él está aquí, entonces significa que… ¿vio lo que…? ¡Ahh! Qué vergüenza —de un segundo a otro se ruborizo por la pena, luego prosiguió hablando con él mismo, maldiciéndose una y otra vez por no haberse dado cuenta antes.

Sin embargo, desde la perspectiva de Meruem, Sutā le pareció alguien… llamativo, se le podría decir, puesto que sus pómulos rosados por la vergüenza le daban una imagen diferente a la habitual, por lo que era algo caótica. ¡Ahora menos podía dejar de ver al joven zorro! ¡¿Qué mozzarellas estaba pasando aquí?! Sorprendía mucho que ninguno de los dos dijera algo.

Esto iba a ser un suceso que pasaría para largo de no ser porque la otra pila de libros también se venía abajo. La hormiga con figura humana visualizó ese hecho y continuamente reaccionó por impulso, empujando al rey y soltándose de su agarre en el proceso.

Los libros se derrumbaron en conjunto como si fuesen una estructura de concreto, incluso luego de haber apartado a Meruem, éste retrocedió torpemente y cayó hacia atrás por culpa de los libros ya desbalagados. Momento después, el zorro había quedado atrapado entre un montón de libros poseedores de bastantes páginas. La caída de estos ocasionó un estruendoso ruido que alertó a los guardias reales más cercanos, o sea se a Shaiapouf y a Menthuthuyoupi, los cuales fueron inmediatamente hacia la biblioteca para encontrase con un montón de cosas tiradas.

—¡¿Qué pasó aquí?! —exclamó Pouf, viendo en seguida a su rey que permanecía en el suelo como si hubiese evitado que esa pila de libros le cayera encima; preocupado volvió a decir —¡Majestad! ¿Se encuentra bien? —tan pronto como lo hizo, fue a socorrerlo al igual que Youpi cuando vio la acción de su compañero.

Meruem ni se inmutó por la presencia de esos dos, dado que toda su atención se la había llevado aquel derrumbe que sucumbió hasta el fondo el cuerpo de su guardia real zorro; le buscaba con la mirada para saber si se encontraba bien, pero lo único que veían sus ojos eran un sin fin de libros abiertos y cerrados en forma de bulto, y a dos guardias reales preocupados que no dejaban de preguntarle si estaba bien o no. Al no obtener respuesta por parte de Sutā, decidió levantarse del suelo para acercarse a dicho esparcimiento de libros, no obstante, momentáneamente vio que algunos de estos manuscritos empezaban a moverse lentamente.

Pouf se percató de las acciones de su rey, prestando mucha atención hacia donde él veía, giró su cabeza para ver de reojo los libros moviéndose y pronto reaccionó sobre quién podría estar atrapado en ese desastre, así que consecutivamente se dijo —¡Tch! No puedo creer que ese desgraciado haya puesto en riesgo la vida del rey.

Un brazo salió en cuestión de segundos de ese bonche de libros; ¿en serio nadie iba irle a ayudar? Que insensibles eran estas hormigas que le rodeaban, si el caso hubiese sido otro y en vez de él hubiera sido alguno de ellos dos… Sutā, a pesar de no tenerles tanta estima, jamás se quedaría de brazos cruzados y se comería su orgullo para ayudar a otra hormiga si fuese necesario. Ciertamente para estos seres vivos también aplicaba la frase “no todos son iguales”; es una lastima que a este zorro le tocará ser tratado de esta forma.

El brazo expuesto a la luz de la libertad comenzó a apartar algunos libros de encima, seguidamente salió el otro y entre los dos retiraron las lecturas restantes que permanecían sobre el cuerpo de Sutā. Liberando su cabeza, dio un gran respiro y quejó del dolor infringido por tales objetos, luego la parte de su pecho fue expuesta haciéndole ver como si estuviese sentado, él tosió para en seguida tallarse los ojos.

¿Él o Ella? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora