Capítulo veintiuno.

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En cuanto llegamos a casa de Harry —que por cierto no había nadie— le di una botella de agua entera para que se la bebiera lentamente mientras yo le preparaba algo para comer intentando no morir ni incendiar nada en el intento, hice lo más grasiento posible y además le puse en la mesa varios paquetes de patatas. Harry me miró con los ojos muy abiertos cuando coloqué toda esa cantidad de comida en la mesa.

- ¿Tu estás loco?- Me espetó perplejo.

- Tienes que reponer fuerzas. No me apetece que te mueras la verdad, quiero vivir unos cuantos años más.

La mirada que me echó me rompió todos los esquemas. Era una mirada de amor, de disculpa, de anhelo. Tuve que apartar mis ojos de los suyos y le acerqué la comida.

- Voy a engordar mucho.

- Ahora no me vayas a salir con anorexia por favor te lo pido.

- No tengo anorexia. Es de cajón que si me como todo esto me voy a poner como una bola y no puedo trabajar así.

Le miré inquisitivo.

- Cómo ya recordarás, no me puedes engañar Harry Potter; te conozco más que tú mismo.

Puso los ojos en blanco. Que guapo era hasta con el gesto asqueado y el rostro enfermo.

Se quedó quieto un rato, mirando la comida fijamente con lágrimas en los ojos. Yo sabía perfectamente lo que pasaba por su cabecita, así que le agarré de la mano y se la acaricié. Noté perfectamente como su carne se puso de gallina mientras mi piel rozaba la suya, me resultaba demasiado increíble causar eso en una persona, aún habiendo causado eso en él desde que eramos niños.

- No lo hagas, por favor.- Le supliqué.- No le hagas caso a esa voz de tu cabeza que te dice que te mates, ese no eres tu.

Y empezó a llorar como un niño pequeño.

Me levanté y me coloqué en la silla de al lado acercándola mucho a él para sostenerlo entre mis brazos, para protegerle del mundo entero, pero sobre todo para protegerle de sí mismo.

- Estás deseando comer.- Le acaricié y empecé a darle pequeños besos a su cabeza, enterrando mi nariz y mi boca en su pelo azabache.- Y no me pongas excusas con adelgazar y engordar porque sabes que no son ciertas.

Me mordí el labio cuando le escuché llorar más fuerte, sin percatarme de que yo también estaba llorando junto a él.

- Te amo tanto Harry, no te puedes imaginar lo valioso que eres para mí. Eres mi todo, mi energía, el aire que respiro, si faltas tu falto yo porque eres mi otra mitad y nadie puede vivir a medias.- Levanté su cabeza acunando su rostro entre mis manos para que quedara frente a mí.- Eres hermoso, en todos los sentidos, y tienes una enfermedad horrible y muy grave que me duele el alma pensar que tu deseo sea lastimarte y matarte, no lo mereces. Eres demasiado valioso para eso. Y no me refiero en el sentido de el elegido, y lo sabes. Valioso tu como persona, como Harry James Potter. Eres valioso por tu corazón de oro donde no cabe ni una pizca de rencor ni de odio, y mucho menos de maldad, eres valioso por tu lealtad, tu valentía y por como das todo por la gente que quieres, ya no queda mucha gente así, ¿sabes? Eres valioso por tus ojos, que transmiten tantas cosas bonitas a pesar de tus demonios. Eres valioso porque has hecho de mi mundo un lugar mejor, un lugar habitable. Me importa una mierda el heroísmo y la guerra. Esto se trata de ti, de mí, de nosotros; y tu lo llevas haciendo todo mejor desde que me venías cada día escondido a visitarme a la enfermería. Hay algo en esa cabecita que quiere acabar con lo que más amo en el mundo, con mi razón de vivir, y no puedo permitirlo. Y quiero que mi Harry, que sé que está escuchando esto, la mande a la mierda aunque cueste y se coma toda esa comida y que me deje curarle sus heridas. Porque no mereces morir mi vida, de verdad que no.- Le dí un beso en su húmeda mejilla, pensando en lo suave que era su piel.- ¿Quieres otra pastilla y te la pones por debajo de la lengua?

Recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora