Capítulo veinticuatro.

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Me costaba la vida levantarme cada mañana de la cama, abrir los ojos, continuar respirando.

La tristeza me estaba inundando como si estuviera en una caja sin salida donde cada vez se iba llenando más de agua, donde yo cada vez estaba más cerca de ser cubierto totalmente y ahogarme.

Pero no me permitía llorar, no me permitía decaer ni hundirme. Tenía un hijo que dependía mucho de mí, tenía un hijo al que tenía que cuidar y amar como merecía, al que tenía que hacer feliz y hacer todo lo posible para que viviera una vida hermosa, y era mi responsabilidad. Realmente Scorpius era lo único que me estaba manteniendo con vida, y hasta empecé a comprender a Harry cuando escribió en su lista que todos estarían mejor sin él, que todos tenían a otras personas, bueno, lo comprendía por mi parte, no por la suya. No había forma de que el mundo fuera un lugar que valiera la pena si Harry no existiera.

Yo solo... no quería comenzar a pensar Scorp estaría mejor sin mí, porque ahí si que todo se acabaría, ahí lo terminaría de perderlo todo. Ese ángel que tenía como hijo era lo único que me quedaba en la vida.

Harry y yo no nos volvimos a besar ni a nada de ese tipo de cosas a pesar de que continuabamos quedando mucho, y sí, también a solas, porque él se veía feliz y verle así me hacía feliz y me llenaba de vida a mí. Tenía una sonrisa que podía iluminar hasta el rincón más oscuro del planeta tierra, o quizás el universo entero, quizás no, estaba seguro de que su sonrisa iluminaba el universo entero.

Podíamos quedar juntos y a solas perfectamente, hasta en una casa a solas, porque no estaba habiendo ni la más mínima posibilidad de que sucediera algo entre nosotros, no había tensión de ningún tipo, bueno, por lo menos por su parte, porque yo a veces me quedaba como un imbécil mirándole como si fuera yo fuera un girasol y él el sol, pero en parte era cierto eso, ¿no? Harry era el sol y yo un simple mortal deslumbrado. Mientras yo temblaba cuando se acercara demasiado, él se mostraba totalmente tranquilo, y no estaba seguro de si me alegraba o me apenaba —spoiler, me apenaba—. Realmente Harry ya me estaba superando, y que no me hablara nunca de ese supuesto chico con el que siempre salía tampoco ayudaba nada porque eso significaba que no era un tontería, un rollo pasajero que me pudiera mencionar, era algo que significaba lo suficiente como para que pudiera lastimarme.

Parecíamos amigos totalmente, y eso me rompía el corazón de una forma estúpida. Él me trataba como un amigo; como trataba a Ron, Hermione —si, ya le llamaba por sus nombres, pudiera ser que nos hubieramos unidos un poquito—, Ginny, Neville o Astoria; exactamente igual. Sabía que ya no había marcha atrás, que por mucho que me arrepintiera ya no podía hacer nada, que Harry jamás volvería a ser mío.

Ese día iba a salir con Harry y James y yo me iba a llevar a Scorpius. Ibamos a llevar a nuestros hijos al parque, bueno, Scorp tenía cuatro meses, no podía jugar, pero James sí y al menos sacaba a mi bebé a la calle y Harry y James le veían. Ambos sentían adoración por mi niño, y cierto era que Scorpius adoraba a Harry de una forma muy especial. Sus ojitos grises siempre se iluminaban nada más que le veía; de tal padre tal hijo, no me esperaba menos.

En ese momento estaba con Pansy y Blaise en mi casa pues ambos se habían quedado a comer. Theo tenía un compromiso con su madre y no había podido acudir, me daba mucha pena porque nada más que faltaba uno de nosotros se sentía como una mesa coja, o como una persona que le faltaba una extremidad; más Theodore que era mi mejor amigo, mi hermano de distinta sangre. Adoraba a Blaise y Pansy, pero entre Theo y yo siempre había habido algo muy especial en el sentido de la amistad, suponía que eso sucedía en todos los grupos, aunque se quisieran todos entre ellos, siempre había relaciones más especiales. Esos éramos Theo y yo. De hecho quedábamos mucho ambos a solas, aunque últimamente solía estar muy ocupado por asuntos de su trabajo, lo extrañaba mucho.

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