Epílogo.

800 40 10
                                    

- ¡Scorpius!- Grité con voz firme hallándome ya bastante enfadado a estas alturas.

- ¡Ya voy!- Su voz resonó con fuerza desde su habitación.

Scorpius era precioso, y además era todo lo que yo siempre soñé que sería. Era la mejor persona que había conocido, era dulce, encantador y adorable. Causaba tranquilidad y confort allá donde iba y absolutamente todos lo querían. Y consideraba que había logrado mi misión de hacer feliz a mi niño, por lo que me sentía más que satisfecho conmigo mismo.

Y si, Scorpius vivía conmigo en una casa que nos habíamos comprado a las afueras de Londres en mitad del campo. Astoria no puso ningún reparo en darme la custodia completa y yo no puse en que viera a su hijo cuando le diera la gana, aunque a veces me molestaba que fuera tan pasota, pero bueno.

Era su primer día en Hogwarts. Teníamos que llevarlo a la estación King Cross a despedirle por primera vez, para tomar el tren que le llevaría a ese lugar lleno de magia que le cambiaría la vida por completo. Yo estaba más nervioso que él, para qué lo voy a negar, y se me notaba solamente con mi forma de actuar y como revisaba su maleta y sus materiales para que no quedara nada mientras Tanit preparaba el desayuno. Mi madre tenía otro elfo doméstico, por si alguien se lo pregunta, porque Tanit decidió venirse conmigo cuando me mudé.

- Vale... Creo que todo listo...- Gimoteé nervioso mirando su baúl desde lejos.

- Claro que está todo listo.- Unos brazos rodearon mis caderas mientras me besaba el cuello. Solté un pequeño gemido y sonreí.- Llevas preparándolo días, te aseguro que no falta nada.

Me giré y le dí a Harry un beso en los labios. Mi esposo, el amor de mi vida, la persona con la que compartía vida y hogar. Mi persona. Rodeé mis brazos por su cuello mientras encontraba en sus labios la paz que necesitaba.

- Necesito que todo salga bien.- Dije cuando nos separamos.

- Todo saldrá bien. Las cosas han cambiado, ya no te odian, y Scorpius es adorable. Se hará amigos muy pronto, y lo mismo...

- No le pienso dejar tener novia. Es muy joven.

Harry carcajeó.

- Oye, que tu y yo nos conocimos y nos enamoramos con su edad.

- Pero no salímos hasta que no tuvimos trece años. Así que vamos a calmarnos.

Volvió a reírse y volvió a besarme.

Si que era cierto lo que me había dicho. La gente ya no me odiaba; después de que Harry lanzara ese comunicado, la gente se echó las manos a la cabeza. Fue un escándalo nacional, el elegido y su más odiado personaje habían sido novios desde los trece y además que yo había traicionado a mi bando para salvarle, que yo había renunciado a todo por él. La gente empezó a verme distinto y ya podía caminar por el callejón Diagón sin miedo, ya podía acompañar a mi hijo a comprarse sus materiales sin ningún peligro. Incluso recibía algunas miradas de cariño. No era lo mismo que con Harry, pero la gente me respetaba. Aunque les costó asimilarlo, les costó mucho, pero lo habían hecho y yo no podría haberme sentido más feliz.

Lo que no terminaba de asimilar alguna gente era que salieramos juntos y nos hubiéramos casado. Nuestro compromiso fue noticia casi una semana, todo el mundo habló de eso, pero en nuestra boda solo estuvieron nuestros seres queridos, nuestras personas más allegadas.

Fue increíble, el mejor día de mi vida. Mi madre y Harry se reconciliaron allí, porque hasta ese momento a mi madre le había avergonzado aparecerse ante él —si, tardó mucho tiempo, porque Harry y yo no nos casamos hasta dos años después—. Aún recuerdo las lágrimas de ambos al abrazarse, mi madre diciéndole lo mucho que le había echado de menos, Harry agradeciéndole por todo. Fue hermoso.

Recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora