Capítulo veintidos.

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Cuando desperté a la mañana siguiente, Theo me había llevado el desayuno a mi cama. Tenía una bandeja en las manos y me sonreía con dulzura. Pensé inevitablemente que era muy guapo; en realidad siempre lo había sido. Su cabello era negro azabache, al igual que Harry aunque lo tenía más cortito; sus ojos eran color miel y tenía las facciones muy finas, al igual que sus cejas. Y era alto, muy alto; casi de mi misma altura, aunque era un poco más alto de lo que lo era yo, y eso era difícil.

Theo había cambiado mucho. Cuando éramos pequeños era un enclenque, demasiado delgado y demasiado alto. Nunca me fijé en el físicamente, aunque era cierto que siempre me había parecido muy guapo de cara. No es que hubiera ningún problema con su aspecto, era que el mini Draco solo tenía ojos para Harry Potter, el chico más guapo que existía, y que continuaba conservando ese título. Sin embargo, ahora Theo estaba extremadamente atractivo, tanto que hubiera despertaba cierto deseo en mí si no hubiera estado tan obnubilado por todos los sucesos acontecidos en mi vida en tan poco tiempo.

Entonces al recordarlo todo, rompí a llorar.

Mi amigo dejó la bandeja a un lado; en la pequeña mesa situada al lado de la cama, se acostó a mi lado y me ofreció su pecho para llorar, así que me me acurruqué buscando su protección y me dejé consolar por sus caricias. Y tal como había sucedido por la noche, respetó mi llanto sin preguntar nada al respecto, así que pude llorar en paz. Me pregunté cómo había aguantado tanto sin mis amigos, y llegué a la conclusión de que no había aguantado, solamente me había dejado llevar por el castigo que me proporcionaba la vida y del que me continuaba considerando totalmente merecedor.

Astoria era mi castigo, Harry también en parte. Amarnos sabiendo que nunca llegaría a nada era la tortura que merecía. El retomaría su vida con un chico maravilloso, yo nunca podría permitirme algo así. Aparte de que nadie querría estar conmigo —ni siquiera Astoria, recordémos que se acercó obligada—, yo tampoco quería estar con nadie. Dedicaría el resto de mi vida a proteger a mi hijo y ocultar esa maldición heredada de su madre. Porque sí, siendo las ninfas perseguidas y exterminadas, menos mi esposa al parecer, Scorpius correría una suerte similar si se enteraban de que era mitad ninfa y que encima era el primer varón conocido de la especie. Pensé que posiblemente por eso mi hijo era tan despampanante y tan bello.

Cuando terminé de llorar, y pasados varios minutos, Theo habló por primera vez.

- Te he traído el desayuno.- Atrajo la bandeja hacia nosotros mediante magia.- Come algo, te va a venir muy bien. La comida siempre lo soluciona todo.

Me sonrió y yo quise devolverle la sonrisa, pero no fui capaz. Algo en mí había muerto, una parte más, a este paso sería un completo muerto en vida.

- Es el desayuno de Hogwarts.- Señalé viendo la bandeja. Sentí mucha añoranza.

- Sí.- Colocó su mano sobre mi pierna y me la empezó a acariciar.- Lo que siempre cogías.

Y era cierto, siempre me tomaba una manzana verde y unas galletas con zumo de calabaza. Las gachas eran lo que menos me gustaban, Theo no me lo puso.

- Gracias.- Le dije con sinceridad y me dispuse a comer aún sin tener apetito, pero debía tener energías para todo lo que tenía que enfrentar ese día.

Mi mejor amigo llevó la bandeja de nuevo a la cocina y volvió a buscarme en cuestión de segundos, se volvió a colocar a mi lado, que para desayunar yo me había incorporado y sentado en la cama apoyándome en el respaldo, y me volví a acurrucar en sus brazos.

- ¿Quieres hablar?

- No lo sé.

- Si no lo sabes, deberías hacerlo. Sabes perfectamente que no te juzgaré.

Recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora