3: Fusta

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Lan XiChen todavía no sabía bien donde se estaba metiendo, ni que le impulsaba a hacerlo. Bueno, lo último temía que se debía a esa parte del cerebro que es más animal que racional, y que parecía querer a toda costa hacer que ciertas funciones corporales estuviesen últimamente mucho más activas de lo normal. Especialmente con cierto dependiente de cierta tienda. Precisamente el que le había mandado a aquella dirección.

Llevaba cinco minutos mirando la puerta del edificio y los telefonillos, alternativamente, como si esperase una revelación. Aquello era una mala idea, pero todavía había una parte de su cerebro que gritaba ¡Entra! Hasta que finalmente esa parte, unida a esa curiosidad que normalmente reprimía para no meterse en problemas, decidió que era seguro llamar. El tipo de la tienda sabía lo que hacía. ¡Ya lo creo que lo sabía! ¡Solo había que ver cómo le calentaba con sólo mirarlo! Aquello no podía estar mal... ¿No?

No había nada fuera de lo normal en la entrada, ni en el ascensor, ni siquiera en el rellano. No había indicio alguno de que indicase que en aquel edificio secuestrasen gente, ni extirpasen órganos, ni siquiera se oían ruidos desde los apartamentos. ¿Estarían insonorizados? Mientras seguía dudando, la puerta ante él se abrió sola. Ni siquiera chirrió, simplemente se abrió. ¿Dónde demonios se estaba metiendo?


Empujó la puerta despacio, con los nervios serpenteando en el estómago por ese miedo prudencial hacia lo desconocido. La puerta daba acceso a una pequeña sala de tres o cuatro metros cuadrados, en la que solo se veía una pequeña mesita de entrada con un cajón, justo entre dos puertas. Detrás de la puerta por la que había entrado, y que se cerró con un suave clic que lo asustó, un colgador con una percha. Asustado miro también hacia el techo, no tardo en encontrar una cámara y un altavoz.

- Así que al final has venido... - conocía esa voz ¿El dependiente? - Bien, delante de ti tienes un contrato encima de la mesa, léelo con calma. Si estás de acuerdo con los términos, fírmalo. Si tienes cualquier duda, puedes preguntar.

- ¿Y si no?

- Puedes salir por la misma puerta por la que acabas de entrar.

- ¿Sin negociaciones?

- Léelo. Si hay algo que quieras añadir, podemos discutirlo después.


Lan XiChen trago saliva. A pesar de todo, el contrato era bastante parecido a los anteriores que había firmado, principalmente centrado en la confidencialidad y la conformidad con todo lo que iba a suceder allí. Algunas cláusulas más respecto a los contactos físicos que estaban o no permitidos, y la cláusula específica del consentimiento de contacto físico directo para llegar a incluir la masturbación, sin incluir sexo oral ni penetrativo. Obviamente, los juguetes penetrantes si estaban dentro del juego, ya que no constituían contacto físico directo. 

Una cláusula en la que se asumen los posibles daños que puedan ocurrir, como principalmente, marcas en la piel por los requisitos que el mismo cliente solicite durante el desarrollo de la misma. Por supuesto, se requería la información de cualquier enfermedad contagiosa de cualquier tipo y las cláusulas de seguridad básicas. Nada de todo aquello le pareció nada fuera de lo normal salvo algo.

- ¿Por qué hay una cláusula de consentimiento para grabar cada sesión?

- Seguridad. Por si tu novio decide denunciarme por agresión, demostrar que todo está consentido.

- ¿Y la inscripción de la palabra de seguridad?

- Más de lo mismo. Piénsalo bien, chico margarita, no podrás cambiarla más tarde. Mi consejo sigue siendo el mismo, corto, fácil de gritar y que no tengas que pensar. Cuanto más instintivo, mejor.

La caricia de ZidianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora