11: Heridas (2/2)

501 68 60
                                    

Después de cuatro días, Jiang Cheng estaba tremendamente aburrido, viviendo todavía con sus padres. Si, estaba genial tener ese tiempo para no hacer nada que había querido, pero prácticamente estaba bajo arresto domiciliario. No le habían permitido salir de casa para evitar el asedio de la prensa. Y eso que no se habían enterado todavía de la misa la mitad. La policía les había notificado que un vecino anónimo, les había facilitado unas grabaciones de Wen Zhuliu y Wen Chao entrando en la tienda y destrozando la máquina de la entrada. Los agentes omitieron el grito atragantado de "¡NO! ¡LA MAQUINA EXPENDEDORA NO!" que salió del atento vecino. La prensa no lo hizo. Tampoco comentaron nada con respecto a los videos incautados. Jiang Cheng sabía que tarde o temprano tendría una visita de la policía a su mazmorra para responder algunas preguntas.

Y no era que esos pocos días de encierro le resultasen pesados y agobiantes, no cuando todavía se estaba recomponiendo de la paliza. Tampoco era que tuviese una necesidad imperiosa de salir a la calle. Pero claro, no era lo mismo aislarte en tu casa, que en la de tus padres. Se le estaban acabando los libros pendientes que quería leerse. Prácticamente eso, navegar por internet y hablar con sus conocidos, era todo lo que hacía durante el día. Eso y echarse alguna que otra siesta, para compensar las noches con pesadillas y sudores fríos. Estaba mejor, ahora sólo le sucedía una vez a la noche, pero también le costaba más dormirse.

Más de una vez había contestado al mensaje de "buenos días" de XiChen, nada más enviarlo, y se levantaba a las jodidas 6 de la mañana. Con razón cenaba pronto y sólo trasnochaba un poco más los fines de semana. Su juguete perruno era un animal fiel a sus costumbres de comida sana, ocho horas de sueño y ejercicio habitual, siempre que sus horarios lo permitiesen. En pocas palabras, tenía que estar jodidamente loco por fuerza. O tener muy poca vida social, o no se explicaba que llegase a todo.

Jiang Cheng sólo quería volver a su casa para pasarse el día en pijama sin que nadie le dijese nada, pedir algo de comida basura y masturbarse cuando quisiese. Vivir con sus padres era todavía peor que vivir con WuXian. Y eso que temía que tendría mucho que limpiar en su casa, con WuXian viviendo todavía allí y sin su supervisión. Jamás lo admitiría en voz alta, pero prefería mil veces el tornado hiperactivo de su hermano, que al menos no le juzgaba abiertamente cuando cerraba su puerta durante quince minutos, para poder tocarse en la intimidad, que con sus padres, que seguían tratándole como el pajillero salido de 15 años que una vez fue. Y maldita sea, echaba de menos sus juguetes. Todos ellos.

No admitiría tan fácilmente que su juguete perruno era uno de ellos. Tenía que conformarse con mensajes aleatorios o llamadas cortas, en las que ni si quiera podía tocarse mientras hablaba. Ni si quiera una videollamada sexy para liberar su mente. La frustración se le estaba acumulando de nuevo, y se había acostumbrado a sacarla a base de sexo. Las sesiones de BDSM siempre le habían resultado algo sumamente terapéutico para sacar el estrés y ahora se le estaba acumulando. Lo único que hacía era hacer volar su imaginación y la imagen mental de XiChen desnudo, o parcialmente vestido con un arnés, era realmente inspiradora.

Por no hablar que había ampliado por bastante la lista de cosas que quería probar con él. Sí, algunas de ellas costaría, pero poco a poco... XiChen estaba amoldándose a algunos de sus gustos. Ya hasta empezaba a admitir bastante bien, y sospechaba que hasta gustarle un poco, el spanking. Cuando le dejaba el culo tan sensible, disfrutaba del doble de los mordiscos y de que le penetrase hasta chocar con él. Todo un sacrificio el que tenía que hacer para contentarlo. Mierda, ahora estaba todo caliente y solo quería follárselo. Si, definitivamente estaba demasiado horny para seguir en casa de sus padres sin volverse loco.


La noticia de la detención de los Wen y la apertura de la investigación contra ellos, había sido primera plana en la mitad de los periódicos nacionales. No todos los días se conseguía pillar a los Wen en uno de sus actos de maldad enloquecida. Los Wen no iban a librarse tan fácilmente esta vez. Su madre incluso había tenido que montar una pequeña rueda de prensa, en una de las salas del hospital, para evitar que los medios les asediasen. Tuvo que enfrentarse a las cámaras para asegurar que estaban bien, que se repondrían en algunos días y que se tomarían las medidas legales pertinentes.

La caricia de ZidianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora