III

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La primera semana había sido horrorosa, mis compañeros de clase eran niños que apenas superaban los cinco años, algunos de los maestros se burlaban al ver que todo el salón conseguía ejecutar los hechizos, menos yo. Jamás había estado tan segura de que la academia no era lo mío, no soportaba a la gente. En la biblioteca hallé un sitio tranquilo donde practicar e instruirme por mi cuenta, así continúe y paulatinamente dejé de asistir a las clases. 

Caminaba hacia el ala oeste y una voz atrajo mi atención, me acerqué a observar por una pequeña fisura en la puerta y la vi. Fénix estaba debatiendo con algunos maestros, llevaba un conjunto como el de la primera vez pero de color gris, ya no poseía el medallón.

—Nunca había visto tú curiosidad en el apogeo —habló Jheyson atrás de mí, muy cerca de mi cabeza. Di un respingo—. Ven, traigo algo de bebida, sentémonos por allá y la compartimos.

Caminamos un pequeño tramo y llegamos a un gran árbol, Jheyson se acercó al tronco y algo destellante y de contextura al parecer acuosa se dejó ver, se movió un poco y luego Jheyson desapareció. Seguía asimilando lo sucedido cuando me tomó de la mano y me arrastró al interior. El color rosa era el protagonista de aquel maravilloso paisaje y el aroma a durazno invadía mis sentidos.

—Es maravilloso —logré decir.

Nos sentamos en el prado y destapamos la botella de vino.

—Cuéntame, ¿hemos progresado?

No sabía qué decir. Había aprendido un poco sobre el uso de armas mágicas, estaba dedicándome a aprender sánscrito y latín para seguir con los libros más avanzados y había logrado potenciar un poco mi dominio de la energía de la naturaleza, aunque no lograba hechizar nada aún.
Jheyson río.

—Dentro de un par de semanas los maestros elegirán discípulos del curso de los jóvenes, se busca una instrucción más rápida y productiva. Los estudiantes tendrán su clases habituales y además contarán con un maestro para que los apoye con clases extra y de su interés. Hay pocos estudiantes en esa categoría, así que todos podrán optar por el beneficio. ¿Por qué no pides un examen de evaluación de nivel? Tal vez alcances a subir. A ver —se levantó y conjuró dos espadas de madera—, enséñame lo que sabes hacer.

No me dio tiempo de levantarme, me lanzó una de las espadas y tomó posición de combate. El primer golpe logré detenerlo apoyando las dos manos en la espada, una a cada lado, arremetí fuerte y velozmente logrando un pequeño desequilibrio por su parte, esquive su ataque en el aire y finalmente marqué el acceso a un golpe certero en su cuello, sin llegar a efectuarlo.

—jaque mate —pronuncié victoriosa.

—No tan rápido —me guiñó un ojo e hizo una ligera presión con su espada, está causó una diminuta punzada en mi pecho. Sonrió—. Muy bien —agitó levemente su mano derecha y las armas de madera desaparecieron dejando un pequeño centelleo—. Enséñame qué conjuros sabes hacer.

Traté de sacar algo, lo que fuera, pero era inútil. Nos sentamos en posición de meditación.

—Piensa en algo que te agrade.

Pensé en una pequeña codorniz que había conocido hace poco, Alita. Las tareas del templo se repartían entre los estudiantes, al llegar, las únicas disponibles eran la cocina y alimentar las aves de corral, opte por la segunda, allí hallé a Alita, era la única codorniz entre un pequeño grupo de gallinas de pelo pequeñas.

De mis manos salieron pequeñas chispitas color blanco y tomaron la forma de mi pequeña amiga. Jheyson mostraba una expresión satisfecha, aunque no entendía por qué, no había conjurado un arma o algo útil.

—Creo que estás lista para el siguiente nivel.

* * *

Presenté el examen como me indicó mi amigo y, aunque el maestro no estaba dispuesto a aceptar mi hechizo, las reglas eran claras, se debía efectuar uno, no importa de qué tipo.
Una vez estuve con el grupo quería salir corriendo. Jóvenes insoportables y bulliciosos, no había manera diferente describirlos. Mi edad superior a la suya y mi escaso progreso eran el motivo de burla diaria. Alguna veces creía que no podía soportarlo, sin embargo, la elección de aprendices se acercaba. Evitaba la mayoría de las clases haciendo lo que mejor se me daba: ser autodidacta. Entre visitas al bosque de duraznos, tiempo con Alita y alguna que otra llamada de mi abuela contándome qué tal le iba por el mundo se acercaba el día.

Dos días para la ceremonia.

* * *

Un delicado roce en mi rostro me obligó a abrir los ojos, los cerré inmediatamente por acto reflejo, dolían. Una vez contraída la pupila comencé a escudriñar el lugar. Grandes paredes de cristal cuidadosamente talladas, esculturas que parecían tener vida propia y un arbusto con diminutas flores tan blancas como la nieve era todo lo que mi coeficiente me permitía retener. Aquello era surrealista, sabía que estaba soñando, de alguna manera lo sabía, aunque no tardé en comprarlo al ver a la anfitriona de mis sueños durmiendo sobre un escritorio plagado de documentos y libros.
Me desperté exaltada, su presencia me transportaba a todos los estados emocionales posibles, como una montaña rusa.

El día finalmente había llegado.

La Maestra Fénix (Borrador) - EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora