Capítulo 9 - Plan

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– Tienes que hacerlo – se repetía a sí mismo en voz alta, dando vueltas por aquella habitación. Ya había alimentado a su caballo, y también se había disculpado por haberlo dejado solo más tiempo del planeado – ya tienes el dinero, solo toma tus cosas y vete – tenía la costumbre de darse órdenes a sí mismo, pues aquello le mantenía con los pies en la tierra y le servía para organizarse mejor.

Soltó un gruñido, harto de que sus pensamientos no dejen de traicionarlo. Por su mente no dejaban de resonar los gritos desesperados del moreno mientras era arrastrado hacia aquel oscuro sitio donde lo encerrarían.

– ¿Qué debo hacer? – se acercó a su caballo, comenzando a pasar con delicadeza sus dedos por su hocico, liberando un suspiro cansado – ojalá pudieras responderme – se apartó, sentándose en la silla frente a la mesa que le servía como escritorio, posicionando sus brazos sobre la misma y dejando caer su cabeza sobre éstos.

Quizá se arrepentiría de lo que estaba a punto de hacer, sin embargo, su corazón pesaba en culpa, una sensación que pocas veces en su vida había sentido, o al menos de una forma tan pesada y mortificante.

Tomó un trozo de papel, sacando del cajón un pequeño frasco de tinta y una pluma, hundiendo con cuidado la punta de ésta en la tinta y deslizando con suavidad sobre el papel, dejando finos y delicados trazos. Una vez terminado, firmó con sus iniciales, para después doblarlo y guardarlo dentro de un sobre.

Se colocó un saco negro, junto con una camisa y unos pantalones del mismo color, tomando el sobre y guardándolo en uno de los bolsillos interiores del saco. Es así como salió de aquel pequeño cuarto, no sin antes fijarse de que no hubiera nadie a su alrededor.

Entró al palacio por la puerta trasera, dirigiéndose hacia la pequeña escalera en espiral que conducía hasta los calabozos. Estaba a punto de comenzar a bajar, cuando escuchó la carcajada del emperador resonar por el lugar, retrocediendo al instante y escondiéndose detrás de unos basureros que había cerca.

No estaba seguro de si el emperador se había alejado ya lo suficiente, ni tampoco si había llevado algún guardia con él, por lo que decidió esperar por lo menos una hora antes de intentar salir de ahí. Tal vez era un tiempo exagerado, pero era en extremo peligroso ser capturado infiltrándose en el lugar.

Bajó corriendo las escaleras, sintiendo su corazón romperse al escuchar los pequeños sollozos del príncipe resonar con el eco del lugar. Se acercó con cautela, logrando finalmente verlo recostado en el húmedo suelo, temblando, llorando mientras parecía estar dormido.

La tentación de sacarlo en ese mismo momento fue difícil de resistir, pero era demasiado peligroso, pues seguramente habría vigilancia en las cercanías. Era mejor esperar a que bajen un poco la guardia, así sería mucho más sencillo evadir la seguridad.

Colocó el sobre en el suelo, deslizándolo con fuerza al interior y retirándose al instante. No quería ser visto, pues probablemente eso haría que el príncipe comenzara a hablarle y no necesitaba distracciones en ese momento. Además, el sonido de las voces podría llamar la atención de los guardias.

Apenas llegó nuevamente a su pequeño "hogar", se lanzó despreocupadamente al sofá, suspirando por enésima vez en el día antes de cerrar los ojos, intentando acallar los miles de pensamientos que inundaban su mente.

*****

Levantó la cabeza, intentando ubicar a la persona que había deslizado el sobre, captando únicamente una silueta desaparecer de su campo de visión con rapidez, bajando nuevamente la vista al sobre de papel que se encontraba frente a él, frunciendo el ceño en confusión mientras lo tomaba con cuidado.

Fugitivo || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora