Capítulo 21 - Visita

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- Señor, hemos investigado a Jack Conway – le llamó uno de los guardias desde la puerta – revisamos todos los papeles que sacamos de su casa, y entre ellos había esto.

El hombre se acercó hasta el emperador, extendiéndole una hoja de papel, sobresaltándose al sentir cómo éste la jalaba repentinamente, con hartazgo. Estaba comenzando a rendirse en su búsqueda. O al menos así era hasta que leyó con detenimiento el contenido de aquella lámina de papel: un título de propiedad.

Sonrió victorioso, depositando la hoja sobre su escritorio y levantando su mirada hasta el guardia que se la había entregado, reemplazando aquella sonrisa con un semblante serio y dirigiéndose a él con voz firme.

- Llama a Gustabo.

*****

Sus ojos se posaron sobre aquella cabaña descansando a la lejanía, tornando su mirada en fuego y sus labios en una curvatura deforme, una sonrisa maliciosa que no emanaba más que desprecio.

- Los encontré.

- Señor, ¿avanzamos? – preguntó uno de sus 5 acompañantes. Sabía que quizá había llevado a demasiadas personas, pero bien sabía que Horacio era experto en combate, y, por el aspecto de aquel ruso, no dudaría que él también lo era.

- Vamos, al emperador no le gustará esperar más – pronunció Gustabo, haciendo una señal con la mano indicándoles que bajaran de sus caballos con el propósito de incremental el sigilo.

Obedecieron, atando a los equinos a los árboles cercanos y comenzando a caminar tras el rubio, quien daba pasos lentos, cuidando cada movimiento. Le había costado meses encontrarlos, y no desperdiciaría aquella oportunidad.

Con cuidado, comenzaron a acercarse hacia la cabaña, rodeando en búsqueda de alguna pista de su ubicación dentro de ella, para así poder entrar sin llamar la atención y atraparlos más fácilmente. Durante su búsqueda, visualizaron un caballo marrón atado en un pequeño poste junto a una ventana, captando la atención de los zafiros intensos.

- Ni siquiera esconderse pueden hacer bien – bromeó, burlándose de que no hubiesen escondido al caballo, pues era claro que llamaría la atención y delataría que alguien se encontraba en el interior.

- Ilusos – habló uno de los otros guardias, siguiéndole la broma.

Gustabo se enderezó, respirando profundamente el aire que le sabía a victoria, mirando hacia el cielo y notando cómo el sol comenzaba a descender, planificando rápidamente en su cabeza alguna estrategia más segura. No permitiría que en esta ocasión su ego le propiciara un nuevo regaño del emperador, por lo que intentaría dejar de lado su impulsividad y estructurar un plan.

- Esperemos a la noche – sentenció con firmeza, notando la confusión en el rostro de sus compañeros – esperaremos a que estén dormidos y entonces entraremos. Ya no falta demasiado para el anochecer, calculo unas dos horas, así que, por mientras, comiencen a preparar las esposas, armas y cuerdas, verifiquen que todo esté en buenas condiciones. Esta vez no se me escaparán.

Los minutos comenzaron a transcurrir, mientras los demás guardias observaban por las ventanas, notando el nulo movimiento en el interior, y algunos otros se dedicaban a revisar minuciosamente cada uno de los accesorios que habían llevado. Miraban con cuidado cada fibra de las cuerdas y comprobaban cada centímetro de las esposas, en búsqueda de algún defecto que pudiera significar un fracaso en la misión.

Después de todo, nadie quería hacer enojar al recién ascendido "jefe", no por el miedo que le tuvieran a él, sino por el miedo que le tenían al emperador.

Fugitivo || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora