Capítulo 12 - El lago

819 133 33
                                    

- Yo... - suspiró, tomando valor – cuando me di cuenta que... no volverían, comencé a andar por las calles y una familia me recogió... me llevaba bien con ellos, pero un día escuché que planeaban llevarme al orfanato.

- ¿Al orfanato? ¿el de Lyon? – intentó comentar algo para que el contrario se diera cuenta de que le prestaba atención. El ruso asintió.

- Sí... escapé antes de que lo hagan, y entonces comencé a buscar otras maneras de conseguir dinero. Al principio hacía trabajos simples, como ayudar a limpiar establos y cosas de ese tipo – sonrió con nostalgia – y entonces me enteré de este trabajo. Así fue como comencé.

- Debió ser muy difícil – bajó la mirada – a decir verdad, no sé qué decirte.

- No tiene que decir nada – suspiró, tratando de aliviar sus emociones – es una mierda.

- Lo es – le miró. Se arrepentía de haber juzgado tan pronto a Viktor. Sabía que le había hecho algo malo, pero también que no lo hizo sabiendo que lo encerrarían en un calabozo.

- ¿Tienes hambre? – cambió de tema, comenzando a sacar de su mochila de cuero un par de panes y dos botellas de agua.

- Sí, gracias – notó el cambio de conversación, así que prefirió no preguntar más sobre aquello.

Tomó la comida que el contrario le ofrecía, suspirando mientras observaba a sus acompañantes beber agua del lago. Viktor imitó sus acciones, guardando silencio mientras intentaba batallar con la nube de recuerdos que había desatado minutos antes.

- Webonauta – habló Horacio, recibiendo una mirada confusa del ruso.

- ¿Cómo? – preguntó, aguantando la risa, pues no sabía a qué se refería. El moreno dio una mordida a su pan, masticándolo antes de responder.

- Así deberías ponerle – tragó – a tu caballo – abrió la botella de agua, bebiendo un poco mientras miraba la cara del contrario enrojecerse, notando la manera en que sus labios se apretaban en un intento por contener la risa.

- Y... ¿p- – se detuvo, intentando evitar reír – ¿por qué?

- Tiene cara de Webonauta, ¿no crees? – en realidad era el primer nombre ridículo que se le había venido a la cabeza. Intentaba hacer reír al ruso para que olvidara todo lo que él le había obligado a recordar.

- No mucho, la verdad – y finalmente, rompió en risas, contagiando al moreno, quien ahora se sentía más aliviado de verle reír.

Tras unas pocas bromas más, y una pequeña discusión sobre el significado etimológico del nombre, el silencio reinó nuevamente en aquel lago. Ya se habían terminado la comida, y ahora solo se mantenían observando la forma en que el caballo y la yegua parecían comunicarse entre ellos.

- Cuando era pequeño siempre quise una mascota para llamarle Mika – soltó sin más, manteniendo su mirada en el mismo punto.

- ¿Y por qué no le pones así a tu caballo? – cuestionó – es un buen nombre.

- Pues... - dudó unos segundos – mis padres decían que el nombre era de hembra así que... - dejó la frase al aire, sabiendo que la continuación estaba implícita.

- Seguro ellos no sabían ni de dónde venía el nombre – rio suavemente, levantándose del césped para acercarse hasta el caballo, siendo seguido por el dueño de éste.

Comenzó a acariciarle el hocico, murmurándole cosas que el ruso no entendió hasta que estuvo lo suficientemente cerca.

- ¿Te gusta? ¿Te gusta tu nuevo nombre? – hablaba en un tono infantil – Mika – dejó un beso en su hocico – qué lindo que eres, eh.

Fugitivo || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora