La mudanza.

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La mañana los recibió con una brisa fresca, y en su intento de buscar calor, Wei Ying terminó acurrucado contra el costado de Jiang Cheng. El líder despertó lentamente, aún con ambos niños en su pecho, y miró al cuerpo acurrucado a su lado. Se veía dolorosamente pequeño. Ambos siempre habían sido casi de la misma estatura, tal vez Wei Ying un poco más alto, pero ahora Wei Wuxian se veía pequeño, débil, delgado, si lo maquillaran fácilmente podría pasar por una señorita de clase alta. Le vio temblar ligeramente ante la brisa fresca de la mañana, y sin importarle nada, lo arropó entre sus brazos, envolviéndolo en su propia túnica como si fuera un repollo. Los niños quedaron en medio, un poco apretados pero increíblemente seguían dormidos.

— A-Cheng.

El líder se tensó al oír a Wei Ying llamarlo de esa forma, nunca lo hacía a menos que estuviera molestándole, pero el tono que usó entre sueños era cariñoso. No había burla ni juego en su voz. Sin embargo, hablamos de Wei Wuxian, no podía bajar la guardia con ese revoltoso por más adorable que se viera por fuera.

— Aquí estoy.

Estaba preparado para cualquier barbaridad que saliera de la boca del otro, pero no para verlo llorar entre sueños, disculpándose.

— A-Cheng lo siento. Lo siento mucho. -susurraba con los ojos cerrados pero llenos de lágrimas.

Los susurros lograron que los niños despertaran y miraran preocupados a Jiang Cheng en busca de respuestas. El hombre los bajó de la cama y les instruyó que fueran a buscar a "Qing-jie" para que les diera algo de comer. Y al verse a solas con Wei Wuxian por primera vez, se permitió acariciar su mejilla y susurrarle aquellas cosas que su orgullo nunca le permitía decir en voz alta cuando había personas alrededor.

— Si de verdad lo sientes, vuelve a Yunmeng conmigo. Ayúdame a levantar lo que queda de la secta Jiang, quédate a mi lado como prometiste. -y de forma totalmente natural, presionó sus labios contra la pálida y fría piel de la frente de Wei Wuxian.

Por un momento, mientras sus labios seguían en contacto con la piel ajena, Jiang Cheng se sintió en paz, se sintió en casa. Sentía que era donde debía estar y que eso era lo que debía estar haciendo. Y quería más. Quería a ese hombre a su lado por tanto tiempo como la vida se lo permitiera, y por los Dioses que se lo llevaría. Y pobre de aquel infeliz que intentara impedírselo. Limpió las lágrimas que lograron salir de sus ojos cerrados con su pulgar, de la misma forma que lo había hecho días atrás cuando llegaron, despertándolo en el proceso.

— Buenos días. -saludó el Líder con una pequeña sonrisa.

— ¿Dormiste algo? Te ves cansado.

— Dormí un poco cuando llegué; los niños ya se despertaron, los envié con Wen Qing para que desayunaran. -agregó cuando vio al otro mirar bajo la túnica. Frotando confortadoramente su brazo con la misma mano que antes acariciaba su mejilla.

Toda la conversación se desarrolló en murmullos suaves, como si tuvieran una plática tan íntima y privada que el solo hecho de hablar en voz alta fuese grosero. De nuevo, eran solo ellos dos. Así había sido por mucho tiempo. Wei Wuxian era su apoyo, su confidente, y en raras ocasiones, el hombro en el que lloraba por la frustración de sus padres hasta quedarse dormido. No podía darse el lujo de perderlo, simplemente no podía. Ya estuvo a punto una vez y le carcomió el alma por dentro. No iba a pasar por eso otra vez. Y para lograrlo, tenía que hacer algo muy importante, llevarse bien con esa gente Wen a quienes Wei Wuxian les tenía tanto afecto, especialmente empezar a tomarle cariño al hijo de Wei Wuxian. El niño era la adoración de su padre adoptivo, y estar en malos términos con él sería estar en malos términos con Wei Ying también.

Cuidando a ShijieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora