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CAPÍTULO 1

—¡Tú, pedazo de renacuaja chaquetera!

En cuanto escucho el grito a mi espalda, adivino de quién se trata. Aprieto los labios y cierro los ojos con fuerza escuchando como frente a mi, Ailén, se ríe a carcajadas. Toda la cafetería mantiene sus ojos puestos en mí porque Félix ha decidido entrar gritando mientras me busca con la mirada.

Quiero encogerme y convertirme en una hormiga que corretea por el suelo temiendo por su vida. Odio llamar la atención.

—Félix...—intenta intervenir Ailén, pero es en vano.

—¡Eres una mentirosa enana!—da un golpe en la mesa con ambas manos consiguiendo sobresaltarme—¡Me dijiste que no darías clases particulares el último trimestre y ahora encuentro cientos de papeles colgados por todo el instituto con TU número!

Suspiro.

Allá vamos.

—No tenía nada planeado hasta hace dos días—intento explicarle con calma a mi mejor amigo.

Sin embargo, él está tan enfadado que no se molesta en escucharme. Durante las vacaciones de pascua, Félix ha estado intentando convencerme de ayudar a los alumnos que necesitan ayuda en el último trimestre del curso y ganar algo de dinero, aún así, me negué porque pensé que tenía suficiente con mis propios exámenes.

—¿Ailén te convenció?—inquiere sentándose de golpe a un lado de ella.

La fulmina con la mirada y por un momento creo que la matará ahí mismo.

—Ailén no me dijo nada.

—¿Entonces?

—Jeremy le pidió el favor, Félix—responde Ailén.

El ceño fruncido de Félix desaparece, sus hombros se destensan y es como si de repente reaccionara.

—Lo siento—se disculpa cabizbajo.

—No pasa nada—esbozo una sonrisa ladeada.

Agradezco que los alumnos dejaran de mirarnos en cuanto Félix se sentó con nosotras. Podría decirse que todo el instituto conoce al chico rubio frente a mí. Además de ser alguien atractivo y uno de los mejores jugadores del equipo de voleybol, su extrovertida personalidad llama la atención de todos.

Juego con los bordes de la corteza que le he quitado al pan. Siento las miradas intensas de mis mejores amigos sobre mi. Intensas y preocupadas. Y lo último que quiero es eso.

—Sabes que puedo ayudarte si me lo pides, ¿verdad?—pregunta Félix.

Levanto la cabeza y le miro. Sonrío ampliamente porque ellos merecen mi mejor sonrisa, aunque ni siquiera me apetezca hacerlo.

—Sé con seguridad que puedo contar con los dos—les tranquilizo.

Ailén me sonríe, pero a Félix no le convence mi sonrisa.

—No me ha gustado que pongas tu número de teléfono en los carteles, pero está bien—cambia de tema mi mejor amigo.

Sus ojos verdes se fijan en mí mientras abre el envoltorio de su dulce de chocolate.

—Ahora todo es mejor con el número de teléfono, Félix. Nadie se va a parar a escribir un correo electrónico—contesta Ailén.

Estuve de acuerdo con ella, así que asentí.

—Es que creo que nadie debe tener el número de esta renacuaja. Es tan inocente que se la podrían jugar—arruga la nariz enfurruñado y se me escapa una risita.

Hasta que el hilo se rompa (CORRIGIENDO) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora