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CAPÍTULO 13

Hace días que volvimos del viaje con el equipo. Hace exactamente seis días que Thiago me besó, y al mismo tiempo me di cuenta de lo que verdaderamente sentía. Estos primeros días de instituto había estado más pegado a mí que de costumbre, supongo que ve que Tam está más celosa de lo que le gustaría admitir.

—¿Vienes a casa a mí casa a comer?

Thiago aparece detrás de mí y me sobresalto. Sujeto el asa de mi mochila con fuerza y me giro hacia él.

—Salimos ayer a comer—respondo con un suspiro.

—Sí, pero hoy quiero que vengas a mi casa—se encoge de hombros—. Si Lily no te ve allí hoy me matará.

Esbozo una sonrisa. Lily me ha estado mandando mensajes desde el móvil de Thiago durante toda la semana diciendo que quería verme, pero tenía tanto trabajo y tanto que estudiar que apenas tuve tiempo.

—Trabajo esta tarde—recuerdo con una mueca—. Lucas viene a casa.

Thiago hace una mueca. Me rio sacudiendo la cabeza.

—Creo que a ese renacuajo le gustas.

Enarco las cejas.

—¿Celoso de un niño de quince años?

—¿Yo? —suelta una carcajada—. No te emociones.

Lo miro riéndome. Hoy está especialmente guapo, parece incluso más feliz. Lleva sus típicos pantalones negros, una camiseta básica blanca y una chaqueta burdeos encima. Aún hace frío, pero él decide que abrigarse es de cobardes.

Juro que he usado las mismas palabras que usó él.

Se revuelve el pelo mientras él también se ríe. Me señala la puerta con una leve reverencia como un caballero y salgo antes de que cualquiera fije su mirada en nosotros.

—Te llevaré a casa antes de que empiece la clase—dice saliendo detrás de mí—. ¿Por favor?

—Vale—acepto gruñendo—. Pero no te acostumbres, no siempre puedo comer fuera.

—Yo invito.

—No.

Camino hacia su coche con él a mi lado.

—¿Por qué te molesta tanto que te invite?

—Porque yo puedo pagar lo mío, pero mi presupuesto no da para comer en cualquier lado los siete días de la semana.

Thiago suspira.

—Eres una cabezota.

—Lo sé, gracias—sonrío con orgullo.

—Encima está orgullosa—se ríe y asiento subiendo la barbilla—. Mejor, me gusta eso de ti.

No me lo espero y trago saliva nerviosa de repente. Se da cuenta de como me ha afectado porque se ríe bajito.

—Sube, anda.

Le hago caso y me subo a su coche una vez lo abre. Suelto la mochila a mis pies y me abrocho el cinturón. Él hace lo mismo en silencio, una vez salimos del aparcamiento, habla.

—¿Cómo vas con el libro? —pregunta.

—Lo terminé ayer.

Abre los ojos como platos.

—Dime que no es verdad.

—¿Qué te sorprende? —frunzo el ceño.

Apoyo la cabeza en el cabezal y lo miro con una sonrisa divertida.

Hasta que el hilo se rompa (CORRIGIENDO) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora