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CAPÍTULO 18

El olor a libros antiguos y humedad nos da la bienvenida de nuevo.

Hemos vuelto a la biblioteca antigua y cerrada del pueblo de al lado porque según Thiago este es nuestro sitio secreto. Aún no me ha soltado la mano en todo el viaje, solo para bajarnos del coche y después volver a atraparla. No puedo negar que me gusta, pero no quiero que siga pensando que no es real y tema que en algún momento vaya a marcharme.

Aunque no está muy equivocado. Después de todo, no soy capaz de decirle que el sábado de la próxima semana me marcho.

—Este será nuestro lugar—me dice, sentándose en el viejo sofá—. Me alegra saber que te gusta estar aquí.

—¿Cómo lo sabes? —me giro hacia él inquisitiva.

—Por como sonríes—estira los brazos en el respaldo—. Me gusta, deberías hacerlo más.

Cojo uno de los cojines y se lo lanzo a la cara. Suelta una carcajada y se lo quita para ponerlo sobre sus piernas y mirarme.

—¿Por qué te avergüenza tanto que te diga esto?

—No me avergüenza que me lo digas, sino que te des cuenta.

Me adentro en una de las calles de la abandonada biblioteca buscando algún libro que llame mi atención. Escucho que el suelo cruje detrás de mí, así que imagino que Thiagos se habrá levantado y me está siguiendo.

—¿Huyes de mí?

—Estoy buscando un libro—le digo riendo levemente—. ¿Es que no hemos venido para eso?

Se apoya en la estantería donde estoy mirando y no puedo evitar dejarme llevar y que mis ojos se fijen en él. Sus ojos me embelesan como el primer día y su sonrisa consigue que las piernas me tiemblen. Sé lo que significa todo esto, pero no quiero admitirlo delante de él.

—Sabes que el amor no solo existe entre esas páginas, ¿verdad? —susurra.

Dejo el libro en su sitio y me encojo de hombros.

—Es el único que he conocido—respondo en el mismo tono.

Su sonrisa se ensancha, sus manos se mueven hacia mis mejillas acunando mi rostro y las acaricia con sus pulgares.

—Yo tengo al mío justo delante.

De todas las cosas que esperaba que dijera, esa era la última. Se ha declarado, indirectamente quizá, pero lo ha hecho. Se da cuenta de mi estado de shock y suelta una leve risita.

—Eres idiota.

Le quito las manos de mi rostro y dejo caer mi cabeza en su pecho. Él aprovecha el momento para abrazarme con fuerza y apoyar la barbilla en mi cabeza. Paso los brazos por su espalda y me agarro a su sudadera. Sé que está sonriendo con diversión, por eso no dejaré que me vea débil y no me alejaré de él hasta que se me pase.

—Pues sí, pero no he mentido.

—Cállate—gruño.

Vuelve a reírse de mí. Le encanta hacer eso.

—Vamos a buscarte un libro—murmura.

No se aleja de mí hasta que yo espero un ratito para dar un paso hacia atrás cuando creo que estoy en condiciones. Evito mirarlo en cualquier situación, porque si lo hago, moriré de vergüenza y eso que ya me queda poca.

—¿Buscas algo en especial? —pregunta como si nada.

—Me has traído aquí de sorpresa, así que no.

Hasta que el hilo se rompa (CORRIGIENDO) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora