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CAPÍTULO 14

No sabía dónde me metía al aceptar leer un libro que Thiago me "recomendó", sobre todo porque ni siquiera él se lo había leído.

Me limpio las lágrimas con la manga de la sudadera de mi pijama. Estoy llorando como una idiota al leer una estúpida frase de Federico Moccia, una que ha tocado el fondo de mi corazón. Ese es el poder de un buen libro, que las palabras llegan al fondo de tu alma y, algunas pueden hacerte daño, pero otras simplemente son consejos que agradeces tener.

La puerta de mi habitación suena y me apresuro en limpiarme las lágrimas. Jeremy asoma la cabeza, abre la boca para decir algo pero al verme frunce el ceño. Se preocupa un instante hasta que ve el libro entre mis piernas.

—Oh, oh—frunce los labios—. Has vuelto a las andadas.

Hago un puchero. Jeremy se ríe y se acerca a mí para abrazarme con fuerza y al alejarse dejar un beso en mi frente.

—¿Tienes clases hoy? —me pregunta sentándose en la cama.

—Sí, en unas horas viene Thiago.

Le pongo el marcapáginas al libro y lo cierro para dejarlo a un lado.

—Vale—asiente—. Tengo turno de noche, así que no me esperes para cenar. Y no te duermas tarde.

Apoyo la espalda el cabecero de mi cama.

—Deberías buscar un trabajo digno para ti—me quejo.

Mi hermano sonríe con tristeza.

—Sin ningún título universitario será difícil.

Me limpia el rastro de lágrimas de las mejillas. Se encoge de hombros, le miro y no puedo evitar sentirme culpable de lo que le pasa.

—Lo siento—susurro.

—No es culpa tuya, Jess—murmura. Rebusca algo en el bolsillo de su sudadera y me lo extiende—. He encontrado un par de fotos de papá y mamá.

Las cojo y las miro. Ambos son muy jóvenes. Mamá con el pelo corto por los hombros y lleno de rizos, los ojos negros y un vestido ceñido a su cuerpo. Sonríe ampliamente y tiene los dientes manchados de pintalabios rojo. A su lado, papá le abraza por la cintura acercándola a él con cariño. Tiene un traje puesto, pero la corbata ya no está donde debería. El pelo rubio ceniza le cae por la frente tapando levemente sus ojos esmeralda.

Sonrío con melancolía.

—Yo estaba allí—dice Jeremy—. Fue la boda de una de las amigas de mamá.

Miro la otra foto, donde aparece mamá con Jeremy. Mi hermano tiene las manos puestas en la barriga enorme de mamá. Ella sonríe tan feliz, tan orgullosa mientras ve a Jeremy. No puedo evitar pensar que no era deseada en esa familia, empiezo a creer que si no estuviera aquí quizá Jeremy habría sido feliz con ellos y no arruinando su vida así como así.

Los ojos se me llenan de lágrimas.

—Jess—susurra Jeremy—. Ellos te querían.

—No me mientas—sacudo la cabeza, no quiero llorar otra vez. Aunque esta vez sea por una razón diferente—. No tengo ni idea, Jeremy. No sé cuál fue la razón por la que nos abandonaron, pero no tenían ningún derecho.

Mi hermano no responde. Sus ojos brillan, sé que también le duele esto, casi tanto o más que a mí. Estoy segura que de pequeño pensó que todo era culpa mía.

—No me arrepiento ni un solo día de todo lo que he hecho por ti, Jess—se acerca a mí, ladea la cabeza—. Mira en quién te has convertido.

—Todo gracias a ti.

Hasta que el hilo se rompa (CORRIGIENDO) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora