CAPÍTULO 9El claxon del coche del entrenador Dawson suena fuera. Jeremy no deja de meterme prisa desde la cocina, está preparando mi desayuno porque como no, me he levantado tarde. Me cuelgo la gran mochila al hombro y corro hacia la cocina mientras me recojo el pelo en una coleta. Ni siquiera me ha dado tiempo a peinarme.
—Eres un desastre, Jess—gruñe mi hermano envolviendo el bocadillo en papel de plata—. Da gracias que he tenido que levantarme para ir a trabajar, si no no habrías llegado.
—Sí, sí—me acerco, le quito el bocadillo ya envuelto y me pongo de puntillas para darle un beso en la mejilla—. Cuando vuelva el domingo me echas el sermón, ¿vale?
Jeremy suelta un suspiro pero me sonríe.
—¡Pásalo bien!
Cierro la puerta detrás de mí y respiro hondo mientras me dirijo al coche del entrenador. Se ha ofrecido en venir a recogerme para ir al instituto y montarnos allí en el autobús del equipo.
En cuanto miro al frente, me doy cuenta de que el señor Dawson ha salido del coche y me espera apoyado en el con los brazos cruzados. Se ha recogido el pelo largo y castaño en un moño bajo, tiene una felpa que le sujeta el flequillo evitando tapar sus ojos miel y me recibe con una expresión divertida. Se ha puesto el chándal del equipo y el abrigo negro encima.
El entrenador es joven, tiene la misma edad que mi hermano y lo sé porque se conocieron hace unos años cuando Jeremy fue a una reunión de padres en el instituto.
—¿Sabes? Me asustaría si no llegases tarde—se ríe mientras rodea el coche para montarse—. De hecho incluso me alegra.
Me monto en el coche soltando una carcajada. Dylan Dawson ha sido como un segundo hermano para mí desde que conoció a mi hermano. Siempre ha estado con nosotros y me ha cuidado cuando Jeremy no ha podido. Son mejores amigos después de todo.
—¿Ya están los chicos allí? —le pregunto.
Arranca el coche y conduce hacia el instituto.
—Sí—coloco la gran mochila en mis pies y guardo el bocadillo recién hecho en mi mochila pequeña—. Te he echado la culpa, así no me regañan a mí.
—Técnicamente es culpa mía de verdad.
—Lo sea o no, siempre vas a ser la culpable—sonríe—. A mi me gritan si llego tarde y a ti te lo perdonan.
Me rio y asiento, sabiendo que es verdad.
Dylan sujeta el volante con una mano mientras saca del bolsillo de su abrigo una acreditación. Es la de siempre, donde pone mi nombre, de qué equipo soy y en grande vienen las letras de ENTRENADORA. En realidad, solo soy una ayudante, pero Dylan siempre ha insistido en que esa palabra me daba más poder para salir y entrar del pabellón.
—Por cierto—baja el volumen de la música de la radio—, he escuchado que últimamente pasas mucho tiempo con Thiago.
Y volvemos al tema.
—Sí, le doy algunas clases. —respondo.
—Me alegra que le ayudes a ir bien en los estudios—suspira aliviado—. Así no tengo que preocuparme de su padre.
—¿Lo conoces? —frunzo el ceño.
Creí que el padre de Thiago no se encargaba de él para nada.
—Claro que sí, vino a hablar conmigo—frena en un semáforo y me mira—. Intentó convencerme para echar a su hijo del equipo, a lo que me negué rotundamente, por supuesto.
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Hasta que el hilo se rompa (CORRIGIENDO) [#1]
Teen FictionEn el último año de instituto, Jessica desea estar tranquila. Sin embargo, el huracán Thiago decide entrar a su vida de repente y sus planes se ven patas arriba. Thiago estará dispuesto a volver loca a Jessica proponiéndole algo que no podrá rechaza...