27.El lazo que nos une.

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Tenía exactamente un año que no me ponía este vestido. Trae recuerdos muy feos a mi memoria que creí enterrar bien, pero nada puede contra esos momentos difíciles de la vida.

Hace un año mi vida estaba echa pedazos, escasez por doquier, sin dinero, llorando de frustración porque mi padre nada que mejoraba, mis esperanzas de una vida mejor por los suelos, de llorar en el hombro de alguien, de querer ser débil, aguantar dolores de cabeza y espalda para poder cumplirle a mi padre, querer llamar a Logan y entrar en pánico pensando que me odiaría, mi encuentro con los policías... Todo eso dejó muchas marcas en mí; tanto físicas como emocionales que sé que jamás se irán. 

Este vestido representa un día trágico. Uno que quisimos evitar a toca costa y no logramos hacerlo.

Me miré al espejo y pude sonreír, ahora me quedaba mas ajustado que la ultima vez. Mi vida si estaba mejorando y todo es gracias a la gente que me aprecia. Me puse unos aretes dorados y dejé mi cabello desordenado, con tal, no necesitaba estar peinada para el lugar al que iba.

—Bea ¿Sabes donde está mi...?—Logan entra sin tocar y se calla al verme tan arreglada.—¿A dónde vas vestida así?

Le daba curiosidad y no lo culpo.

—Saldré con Antonio un rato. Vamos a... Comer.

No le convence mi respuesta.

—Así que vas a salir al sol de las 12 del medio día... ¿Con un vestido negro?

Un muy elegante vestido negro con mangas que llega a la rodilla.

—Es algo que cuadramos,—río nerviosa.—vestirnos muy formales para desconcertar a la gente.

—Oh, suena divertido.—dice con sinceridad.—¿Necesitas ayuda con algo?

—No vale, en un rato viene una enfermera, no la pierdas de vista porfa que a esas les gusta robar.—le advierto.—No sé a que hora regrese pero no será muy tarde ¿Qué era lo que estabas buscando?

—Ay, verdad.—recordó a que vino.—No encuentro mi carpeta con mis fichas de estudio ¿No la dejé aquí la otra noche?

—Si quieres que te acompañe a estudiar, lo hacemos en tu cuarto para que tus cosas no queden por todo el apartamento.—le digo mientras abro el cajón de mi mesa de noche y regreso a darle la carpeta.

—Tu cama es mas grande y, por ende, caben mas hojas.—lo dice como si fuera la solución mas coherente.

—Entonces comprate una cama mas grande.—le doy otra solución.

Salgo del cuarto con él pisándome los talones y los dos perros siguiéndonos, eramos como una fila de patos, hasta se veía gracioso. Metí mi monedero, pastillas para el dolor de cabeza y la espalda, unas cuantas cosas de maquillaje y mi teléfono. Me siento una señora.

—Te dejo la camioneta por alguna emergencia, voy a estar pendiente del teléfono cualquier cosa.—le informo antes de salir.

—Será un día tranquilo, no te preocupes.—me sonríe.—Que la pases bien.

Le devuelvo la sonrisa y lo señalo como advertencia.

—No estudies mucho y usa el Netflix un par de horas ¿Entendiste?

—Si, señora.—se despide con una pose militar y yo cierro la reja.

Le envío un mensaje a Antonio para saber si tengo que subir a su apartamento o lo espero en el estacionamiento, pero me dijo que ya estaba ahí esperándome. De seguro no durmió anoche.

Estaba parado a un lado de su carro, los brazos apoyados en el techo del mismo. Su mirada perdida en el cielo. Mi corazón latía con fuerza y me llevé una mano al pecho, compartiendo su dolor.

La pajua de Bianca | Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora