9. Un Ángel.

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El chico me empezaba a dar miedo, se acercaba cada vez más a mí con esa sonrisa maligna

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El chico me empezaba a dar miedo, se acercaba cada vez más a mí con esa sonrisa maligna.

— ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo? — Sigue acercándose.

— Aléjate. — Le doy un pequeño empujón.

— ¿O qué? ¿Vas a pegarme y gritar para que alguien te ayude? — Suelta una risa, echa su cabeza para atrás y se sostiene el estómago.

Es el momento perfecto así que le doy una patada en su... Punto débil.

Las bolas.

Pues eso.

Y salgo corriendo fuera de la casa.

Saco las llaves del auto de Jason y empiezo a buscarlo como una loca desesperada.

Empezaba a oscurecer y el auto era negro, gran día.

Lo visualizo, a un costado de la casa y corro hacia él. Lo abro lo más rápido que puedo y entro en la parte trasera, acostada.

Cierro las puertas con seguro y no dejo que ninguna luz interior se encienda del auto.

Allí acostada empiezo a temblar, cubro mi cara con mis manos y espero que la respiración se regule un poco.

Saco mi celular y busco el número de Jason, me costó encontrarlo por mi afición a los apodos y en estos momentos no pensaba en apodos.

El tono empieza a repicar, lo hace tres veces hasta que contesta.

— ¿Dónde estás? Literalmente te he buscado en todos lados. — Me dice, la música se oye muy fuerte.

— En el... auto. Estoy en el auto ¿Puedes venir? Quiero irme a casa. — Digo, sí que sonaba desesperada.

— Pero... — Lo deja un segundo en el aire. Escucho como suspira. — De acuerdo, ya voy. — Luego de eso, cuelga la llamada.

Yo guardo mi celular y asomo un poco mi cabeza, segundos después veo a Jason salir de la casa, con una nueva botella de cerveza en la mano.

A pesar de la situación, mi miedo porque aquél idiota me viera sola de nuevo y mis Miles de dilemas internos... Jason se veía guapo, en algún momento se había abierto los tres primeros botones de la camisa que llevaba, su cabello estaba despeinado un poco y portaba una sonrisa de esas que sabes que la persona estará a nada de estar ebria.

Llega al auto y da unos pequeños golpes con sus nudillos en el vidrio.

Yo quito el seguro y él entra en el lado del copiloto, es cierto, yo tenía que conducir.

Lo veo buscarme, voltea la cabeza y me da una mirada extraña al verme acostada en los asientos de atrás.

— ¿Qué haces ahí? Parece que te estás... Escondiendo. — Estaba ligeramente sonrojado, todo gracias al alcohol, sin mencionar que todo el auto olía a cerveza.

El Plan Perfecto ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora