Abby se mordió el labio mientras avanzaba lentamente hacia el gemido que escuchó. Realmente esperaba que esta visita inesperada no llegara a ser una de esas películas de terror o cosas de posesión alienígenas. Sabía que la nave de oro no era de la Tierra.
No hacía falta ser un científico de la NASA para darse cuenta de eso. Sólo esperaba que su curiosidad no acabara consiguiendo que la matara.
Vió la figura tendida boca abajo en la hierba húmeda. Bueno, si era un extraterrestre, seguro que tenía la figura de un ser humano, un enorme ser humano.
Ella no era un renacuajo con su metro setenta y siete, pero este individuo tenía que ser casi de dos metros de altura.
Moviéndose vacilante hasta que se puso de pie junto a él, vió que tenía el pelo largo y negro y llevaba algún tipo de uniforme. No podía ver como era su cara, porque su cabello estaba cubriéndola.
Agachándose, le cepilló suavemente el pelo hacia atrás con los dedos, dejándolos reposar por un momento en su cuello. Encontró un débil pulso ahí. Sin embargo, lo que le preocupó más fue lo caliente que sintió su piel.
El oro en una de sus muñecas se movió cuando ella tocó al hombre, cambiando a líquido y vertiéndose de sus dedos hasta que se envolvió alrededor de la garganta del hombre.
Al principio temió que la intención era dañarlo, pero luego calor fluyó a través de ella y supo que no le haría daño.
--"No sé lo que eres, pero no me da la sensación de que desees hacerle daño."-- murmuró Abby en voz baja. --"Vamos a ver cómo está nuestro hombre y lo que podemos hacer para ayudarle."--
Abby pasó las manos por la figura tendida en busca de signos evidentes de trauma por delante de él rodándolo suavemente sobre su espalda.
Tomó una profunda respiración. Era el hombre más guapo que había visto en su vida. También era el hombre más golpeado que había visto nunca.
Cómo alguien podía lastimar así a otro ser, rompió el corazón de Abby. Simplemente nadie tenía derecho a dañar a otro.
Había sangre en varios lugares en el frente y la parte posterior del uniforme permitiendo saber a Abby que el uniforme había sido puesto sobre las lesiones, ya que no estaba cortado. Sus rasgos faciales no eran diferentes de un ser humano.
Abby le pasó los dedos por la cara, tocando suavemente los cortes por encima de su ojo izquierdo y la mejilla antes de pasar a su labio.
Tenía rasgos orgullosos y fuertes. Su nariz era un poco más amplia de lo normal y tenía los pómulos prominentes igual que los indios nativos americanos.
Su color era muy parecido a la piel bronceada oscura. Se preguntó de qué color serían sus ojos… marrón, azul o casi negro.
Abby le revisó para ver si tenía algún hueso roto. Se preocupaba por sus costillas, ya que incluso en su estado de inconsciencia él se sacudía cuando lo revisaba.
Se dio cuenta de que la única manera de que iba a ser capaz de llevarlo a la cabaña era en un carro. Dejó escapar un silbido a Bo para que viniera hasta ella. Él se alejó de la cabaña, pero lo vió husmear en el prado de nuevo durante unos pocos minutos.
Bo movió la cola mientras se acercaba hacia Abby con la cabeza baja y los ojos nerviosos fijos en la figura tendida, todavía a su lado.
--"Vamos, muchacho. Necesito que seas un perro guardián y protejas a nuestro visitante hasta que vuelva con Gloria."-- dijo Abby acariciando al golden-retriever detrás de la oreja.
--"Quédate aquí."--
Abby dio la orden a Bo y observó mientras él se acostó al lado del hombre, dejando que su cabeza descansara sobre el pecho de éste.
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Fuego en el interior
RomanceUna mujer dulce y amorosa, en una batalla por el lugar al pertenece por el hombre al que ama. Una decisión que le cambiará su vida y la de otros, desencadenado una aventura sin igual.