Secret Melody

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P.O.V. NORMAN

— Debes ser un idiota para venir a la casa del amante de tu prometida —de entre las sombras de aquella enorme mansión, salió a recibirme el señor de la casa con una sonrisa cínica y un cigarrillo entre sus labios—. O alguien muy astuto para encubrir este escándalo.

Esa mañana me había levantado muy temprano y, con ayuda de una de las doncellas de complexión casi idéntica a la de Emma, llegué a ese lugar. El número mínimo de cámaras que rodeaban la mansión a esas horas de la mañana, ciertamente ayudó bastante al éxito del plan.

— Buen día a usted también, señor.

— No tan buenos, hijo —su voz estaba cargada de veneno—. La noche estuvo llena de gritos, gemidos, sonidos húmedos —hizo una mueca de asco que evolucionó a una socarrona—. Supongo que debe ser buena en...

— Con todo respeto —lo interrumpí sin hacer tantos movimientos y manteniéndome estoico ante sus provocaciones—, lo que concierne a Emma, Ray y a mí es nuestro problema, no el suyo. Yo no voy anunciando a los periódicos la lista de lugares de dudosa reputación que frecuenta con regularidad —sonreí de lado—, y mucho menos comparto los rumores que atentan contra la paternidad de su futuro hijo.

Aunque era un secreto a voces, Vincent se había encargado de informarme que ninguno de los dos señores de aquella mansión había sido leal al matrimonio, así que podía suponerse que aquella inocente criatura era en realidad un hijo ilegítimo.

— Maldito bastardo...

El hombre se acercó peligrosamente, pero antes de que pudiera hacer algo más, Isabella, Ray y Emma aparecieron en lo alto de las escaleras.

— ¡Norman! —los tres me saludaron desde arriba.

— Buen día.

La sonrisa fue automática y no me esforcé demasiado en ocultar su falsedad.

— Señores —un mayordomo abrió la puerta del comedor animándonos a seguirlo—, el desayuno está listo. Colocamos el servicio para la señorita Emma y el joven Minerva.

— ¿En serio? —el Ratri alzó la ceja—. Yo no veo a nadie más que a una puta y un miserable mendigando las sobras. Deberían servirles en el patio...

Podía pasar muchas cosas, cualquier ofensa hacia mi persona, pero en definitiva no podía permitir tal agresión hacia Emma, y aunque por el rabillo del ojo noté cómo Ray bajaba hecho una furia dispuesto a darle una paliza, me adelanté y le solté un puñetazo en la cara.

Seis de sus guardias me rodearon y sometieron de un golpe. Ahora estaba con el rostro contra el suelo tallado en mármol y mis manos cruzadas detrás de mi espalda.

— ¡No! ¡No lo lastimen!

La voz de Emma se acercó y tanto ella como Ray comenzaron a forcejear para tratar de dejarme en libertad.

— ¡Suéltenlos a ambos! —Ray gritó furioso.

Todo fue inútil. Nos superaban en número y, para empeorar la situación, llegaron refuerzos.

La carcajada de aquél pedazo de basura resonó con fuerza mientras ahora nos observaba en nuestro deplorable estado.

— Qué malcriados. ¿Así tratan a sus salvadores?

— Vamos, cariño, apenas vamos a desayunar —Isabella se acercó a darle un beso en la mejilla—. No quiero que me amargues la comida con comentarios y actos repulsivos.

— Puedes entrar, iré en un segundo —dicho esto prácticamente la llevó a la entrada para apartarla de todo el alboroto, pero enseguida volvió por nosotros—. Lo esperaba de Ray, pero nunca de ti, Norman. Me sorprendiste, lo admito. Por ello les permitiré la entrada a ti y a tu... compañera a mi comedor si y sólo si imploran por mi perdón.

Memorias [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora