Epílogo: Empire of Angels

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P.O.V. GILDA

Qué cálido.

El dulce sabor del chocolate caliente me provocó una sensación que hace mucho no sentía y, a pesar de que nos encontrábamos en plena helada, la sensación de estar en casa, rodeada de gente que ocupaba un lugar en mi corazón no tenía precio.

Las fiestas decembrinas se acercaban y con ellas, las sonrisas, los recuerdos, las historias que cada año, desde que habíamos encontrado la libertad, compartíamos.

— ¡Tía Gilda!

— Dime, cariño.

— ¡El tío Dominic dice que el gorrión, el cuervo y la lechuza murieron de desesperación —sus inocentes ojos zafiro estaban anegados de lágrimas con la sola idea de pensar que los héroes de su historia favorita no tenían un final feliz—. ¡¿Es cierto?!

El rostro de Dominic denotaba malicia y yo sólo le lancé una mirada de reproche. Internamente  estaba agradecida de que Isabella no estaba cerca, de lo contrario habría golpeado a mi hermano sin dudar.

— Pero claro que no, pequeño —lo llamé para que se sentara en mis piernas—. Tú bien sabes cómo termina la historia.

Don le acarició la mejilla y despeinó un poco sus rizos platinados.

— Yo creo que la tía Gilda puede contarte esa parte de la historia de nuevo —Don besó mi mejilla—. Ella sabe cada detalle.

— No sé si sea buen momento... —alcé una ceja.

— ¡Por favor!

El pequeño me suplicó mientras me dedicaba esa tierna e inocente mirada que calentaba mi corazón

A pesar de que físicamente había muchas similitudes entre él y su padre, su ser era completamente diferente. Era tierno, amable, empático. Todo un hijo de ensueño, algo que Isabella realmente adoraba y todos agradecíamos.

Sin duda era el claro ejemplo de que nadie nace siendo malo.

— De acuerdo.

Y como si hubiera realizado una invocación, unos minutos después, a mi alrededor ya se encontraban mis hermanos y sus respectivos hijos atentos a mi narración

— Cuando el gorrión y la lechuza estaban a punto de escaparse, las serpientes descubrieron su plan y estaban dispuestos a contratacar. Pero las pequeñas hormiguitas lo escucharon todo, y como su colonia era muy grande y habían recibido mucha ayuda por parte de sus amigos, decidieron devolverles el favor —comencé a mover las manos para enfatizar mis palabras y darle vida a la historia—. Cuando el gorrión volaba directo a la trampa, las hormiguitas lo interceptaron y la ayudaron a fingir su muerte antes de que fuera demasiado tarde.

— Pero se salvó, ¿cierto?

— Claro que se salvo. Sin embargo, ni el cuervo ni la lechuza sabían de esto, así que creyeron que verdaderamente había muerto.

Los alaridos de preocupación de los más jóvenes eran evidentes.

— Las serpientes los querían seguir controlando, así que engañaron al cuervo para que fuera volando a ver al gorrión. Ahí planeaban cortarle las alas y encerrarlo para siempre.

— ¡No!

— ¡Pero las hormiguitas fueron más astutas! —sonreí para calmarlos—. Ellas lograron contactar al cuervo a tiempo y fingieron que, en el transcurso de su viaje, de la tristeza y desesperación, había caído en medio del mar donde nadie podía encontrarlo —troné mis labios para enfatizar la desaparición—. Aún quedaba la lechuza, pero estaba tan destrozada cuando las serpientes le dijeron que ya nunca podría volver a ver a sus amigos que estuvo a punto de darse por vencida. Sabiendo que no lograrían que cambiara de parecer tan fácilmente, un grupo de hormiguitas escogió sus palabras muy cuidadosamente y le prometieron que, si la lechuza hacía lo que ellas decían, volvería a ver a sus amigos.

Memorias [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora