Jaulas de oro.

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P.O.V. GILDA

Tomé los papeles que acreditaban tanto mi identidad, como mis estudios; también recogí un par de libros que yo me había comprado y la ropa que había conseguido este mismo día.

Cerré los ojos un segundo intentando repasar la lista mental de lo que planeaba guardar en la maleta.

¿Qué más me faltaba?

Llevé las manos a mi cuello inconscientemente y fue en ese momento en el que lo recordé.

¡Cierto!

Desabroché la medalla que reposaba sobre mi pecho desde que llegué a esta casa y la miré un instante.

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Fruncí los labios recordando el terror que sentí en cuanto me la obsequiaron. Al leer aquellos números tallados en plata, los cuales yacían sobre una superficie de oro puro, temí por mi bienestar. Pero, después de "analizarlo", comencé a pensar que tal vez ellos no tenían ni idea de lo que aquel número significaba, tal vez creían que era algo importante para mí, después de todo, no podíamos hablar del tema de "mi mundo"; enseguida mi terror pasó a un poco de enternecimiento. Fue así como me dije que ellos simplemente querían hacerme formar parte de su familia y creyeron que un regalo de este calibre me ayudaría a entrar en confianza. Sin embargo, conforme avanzaron los días, me di cuenta de que me había engañado a mí misma, pues ellos me estaban reclamando como parte de su propiedad.

Apreté la medalla en mi puño conteniendo las lágrimas de ira.

Esto se había terminado.

Cerré mi maleta y con rapidez bajé la escalinata. Estaba lista para salir de esta jaula con bonitas paredes y elegantes habitaciones.

Sobre la mesa de la sala dejé la medalla y, también, el pago en efectivo por lo que habían gastado en mis estudios. No quería sentirme endeudada con ellos, así que trabajé duro cada verano y entre clases para poder reunir el dinero; además, todo lo que ellos me habían proporcionado mientras estaba en su casa lo había dejado intacto en mi... La habitación que ellos me habían prestado.

Miré por última vez la mansión. Nunca fue lo que esperaba: una casa para una princesa rodeada por una familia que la amaba.

¡Qué tontería!

Pero no mentiré, sí existieron momentos divertidos, por lo menos en ese jardín, por ejemplo, cada día que mis hermanos llegaban a alegrarme el día con sus juegos y bromas; y también fue ahí donde Don me pidió oficialmente que saliéramos...

Maldición. ¡No puedo estar pensando en ello!

Meneé la cabeza para volverme a centrar en mi objetivo y en la razón por la que estaba haciendo esto. Emma, en el concierto de ayer, me había brindado el coraje que me faltaba para poder comenzar una nueva vida. Una vida completamente alejada de todo esto. Ya estaba cansada de ser una muñeca de exhibición. Ya no quería ser su títere.

Cerré los ojos con fuerza y salí corriendo de ahí antes de que ellos volvieran de hacer las compras.

—Hasta nunca.

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P.O.V. NORMAN

—La lechuza ha llegado a su nido. —Escuché como susurraba en su radio, mi chofer.

Asentí automáticamente y, enseguida, abrieron la puerta para mí.

Tomé mi portafolios y miré mi reloj. No había previsto llegar tan temprano a casa, claro que, después de que hubiesen cancelado la cena conmemorativa, no era para menos.

Memorias [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora