Prólogo

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~GILDA~

Las pequeñas luces apenas y alumbraban el sendero, pero, a pesar de eso, logramos encontrar nuestros asientos.

La crema y nata de la sociedad se había reunido para presenciar el espectáculo.

Me sorprendí a mí misma acomodando mis anteojos con delicadeza, justo como me enseñaron desde que comencé a formar parte de ellos.

Espalda recta, cabeza en alto, anteojos acomodados, meñiques alzados. Protocolos básicos que, según sus palabras, marcaban la diferencia entre clases.

Lo odiaba.

Llegamos a este mundo con la ilusión de vivir en un paraíso, un lugar en el que no fuéramos devorados. Sin embargo, aunque no había demonios, al menos no como los que conocíamos, tenían a la dichosa aristocracia. Esta ideología s estricta en cuanto al comportamiento; además, impone estereotipos perfectos e  inalcanzables.

Vivíamos en un constante juego: Te acoplabas a sus ideas o te apartaban de sus vidas.

La curiosidad me picaba cuando abrí el folleto que repartieron a la entrada. Tuve que fruncir mis labios para contener la sonrisa de burla que amenazaba con escapar.

Ellos abarcaban la primera página.

La fotografía había sido tomada con extremo cuidado. Mostraban sus miradas retadoras e imponentes.

"Pertenecientes al grupo de niños prodigio que regresó de Neverland" citaban al principio de sus biografías.

Esta vez, la sonrisa fue inevitable. Claro, no podían haber dejado pasar ese detalle.

Las luces se apagaron completamente impidiéndome continuar con mi lectura.

El escenario se iluminó y mi piel se erizó en cuanto escuché su hipócrita voz.

—¡Sean bienvenidos! El día de hoy damos inicio a la celebración del festival anual número 6 "Neverland".

¿Ya seis años? El tiempo había pasado demasiado rápido.

Contuve el aliento por un momento, intenté tragar saliva y apreté los puños, pero esa sensación de pánico no se alejaba de mi.

No ahora, por favor.

Un suave roce en mi mano me hizo volver a la realidad.

—¿Gilda?

A mi izquierda Don me devolvía la mirada con cierto grado de preocupación.

Uno. Dos. Tres.

Respiré profundo antes de sonreírle y entrelazar nuestras manos.

Todo estaba bien. Él estaba a mi lado y ya nada podría separarnos.

Me concentré de nuevo en la presentación.

Después de dar el discurso de apertura, uno tras otro los intérpretes presentaron piezas de todo tipo, algunos acompañados por la orquesta, otros presentándose en grupo, unos pocos incluso en solitario.

Finalmente llegó el momento que todos estábamos esperando.

Claro que debían cerrar el evento con broche de oro, y qué mejor manera de hacerlo que con los dos violonchelistas estrella de la nación.

Dos jóvenes salieron a escena provocando que el público se pusiera de pie para aplaudirles y darles una calurosa bienvenida.

Me incorporé para observarlos mejor.

Ahí estaban. Emma radiante como siempre. Sonreía y agradecía de todo corazón la presencia de los espectadores.

Ray se limitó a hacer una reverencia como saludo y a esperar a que su acompañante terminara de lucirse.

Cubrí mis labios para evitar reír.

Nunca cambiarían.

Una vez que el ambiente se serenó, tomaron asiento. Intercambiaron una mirada antes de comenzar a afinar sus instrumentos junto con la orquesta.

Los murmullos referentes a las piezas que estaban por tocar comenzaron.

Al parecer en esta ocasión sería una interpretación fuerte. Cada melodía había sido cuidadosamente seleccionada por ellos mismos y, según lo que escuché, traían un mensaje entre líneas.

En total serían tres melodías.

La emoción me consumía. Sabía lo duro que ambos habían trabajado este año.

Emma no me había permitido escucharlos en los ensayos, a nadie en realidad. Por ello esta noche veníamos en blanco y con nuestras expectativas increíblemente altas.

Nunca se me ocurrió que con esas melodías pudieran representar de manera tan sublime nuestras memorias.

Memorias [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora