Million Pieces

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P.O.V. EMMA

El ambiente estuvo en silencio por mucho tiempo, así que decidí regresar por mi cello; me puse de rodillas y comencé a guardarlo en su estuche.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

— Ya te lo expliqué. No quería que te vieras involucrado en más problemas, además, sabía que no te habías quedado tranquilo después del concierto. Sé que eres precavido y actúas cuando es el momento, pero también sé que no dudarías en meterte en problemas cada vez que se trata de tu familia.

No pudo negarlo.

— Estaba muy preocupado.

— Lo entiendo. Yo habría actuado igual, por eso también sé que entenderás la razón por la que lo hice.

Y eso era todo. Había dado en el blanco y sabía que no tocaría más el tema, aunque también estaba implícito que tomaría cartas en el asunto, pero no quería preocuparme de eso en este momento.

En lugar de levantarme, decidí quedarme sentada en el césped. Solté un pesado suspiro, alcé la mirada al cielo y cerré los ojos por un segundo.

Ya había terminado con esa ronda de secretos y, aunque quedaba uno más por revelar, no me encontraba de ánimos para lidiar con los dos sujetos que yacían ante mí.

Mi perturbada mirada se posó en ellos y con una seña, los invité a hacerme compañía y recostar sus cabezas en mis piernas.

Así nos quedamos por un buen rato. Admirando el cálido ambiente que envolvía aquella zona boscosa. Era una sensación de paz increíble. Una paz que estaba segura desaparecería una vez que abandonáramos nuestras posiciones.

Al bajar la mirada, pude observar cómo sus cabezas chocaban y eso me hacía gracia. Comencé a jugar con sus cabellos, los cuales se enredaban entre sí. Una fiera lucha entre el blanco de Norman y el azabache de Ray.

La tentación me gano y pasé mis manos por sus frentes y sus orejas; después comencé a acariciarlos tal y como mamá solía hacerlo cada que yo tenía una pesadilla. En su momento me parecía algo mágico, porque me tranquilizaba y me ayudaba a conciliar el sueño de nuevo.

Después de un buen rato aparté la mano con cautela y miré sus ojos, ¿cómo podían ser tan diferentes pero, al mismo tiempo, expresar una emoción idéntica? Había una chispa muy peculiar en ambos, pero no pude nombrarla. Sólo noté que sus pensamientos los taladraban con fuerza, como si ambos estuviesen a punto de explotar. Eso me confundió un poco.

— ¿Qué sucede? —no podía con mi curiosidad.

Se incorporaron y, después de compartir una mirada, asintieron.

— Debemos irnos.

...

Maquillaje, sombras, máscara para pestañas y un lápiz labial. Los ingredientes perfectos para convertirme en alguien que no soy.

Di una vuelta en el ajustado pero elegante vestido; me detuve un segundo para intentar encontrarme en el espejo.

¡Voilà!

Cuando Ray y Norman me comentaron que asistiríamos a una cena, jamás imaginé que se tratase de un evento de alta alcurnia, lleno de sonrisas y cumplidos falsos, los cuales solamente respondían a un protocolo creado por hipócritas.

La imagen en el espejo me hizo fruncir  los labios y, sin poder evitarlo, me abracé.

Después de intentar oponerme y tratar de convencerlos, en vano, de que había otras formas de lanzarme de nuevo al mundo del que tanto quería huir, me confesaron la razón de tal acto: Esa misma noche, Oliver iba a sacar de la ciudad a un gran grupo de niños. Necesitaba tiempo, así que nosotros tres, asistiendo a esa fiesta, le ayudaríamos a ganar todo el tiempo posible acaparando atención para que, al día siguiente, la prensa solamente hablara de nuestro regreso y no de la desaparición de una docena de niños.

Memorias [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora