Capítulo siete: La familia veneno

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   Capaz ahora os sonará más el nombre. Sara Yad. Hija de Yad Sierra. La familia veneno le diría yo. Su padre le quiso poner Yad de apellido y de alguna manera, no se sabe si legal o no, lo consiguió. Su difunto hermano se llamaba Blake. Ese nombre significa negro u oscuro y proviene del ingles antiguo. Yad dijo que le puso ese nombre porque el niño sería alguien de alma negra con pensamientos oscuros, vaya padre, un completo ejemplo para su hijo...

Dime si cuando te imaginas un mal padre no se te viene un señor así a la cabeza. Es el pésimo padre que todos conocemos, como te lo describen hasta en los diccionarios. Visteis que en las lápidas a veces escriben algo como "buen amigo, mejor persona" o por el estilo, bueno en el caso se Sierra sería "Mal padre, peor persona"

Me encantaría tenerle enfrente mio ahora mismo y pegarle un guantazo que le daría vuelta la cara y capaz así cambie un poco sus pensamientos. En serio os digo que a veces no entiendo la manera de pensar y la lógica de la gente. ¿Cómo es posible que alguien tenga hijos si no va a cuidar de ellos? ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es el sentido y el objetivo de ello? Si no vas a cuidar de tu crío no lo tengas y punto, no hay mucho debate. Me creería que lo haya hecho con algún fin económico o por conveniencia. Seguro que alguna razón habrá que no conozco, o eso prefiero pensar. Ojalá la vida de Sara tenga algún propósito, así tendría un motivo para vivir, aunque sea algo malvado.

Después de haber sufrido mucho en su vida, la pequeña Yad le temía a prácticamente todo. No quería tener pareja por sus horribles experiencias, no quería acercarse a la gente por miedo a que le hagan daño, tenía miedo de perder a alguien más y no podría superar más pérdidas después de la de su madre y su hermano, ni siquiera de su padre.

Sara realmente no tenía nada en contra de su padre, no se si lo quería, pero no lo odiaba. Supongo que era porque no sabía quién era realmente y que había hecho. Que le había hecho a la gente, hasta a su propia familia. Todo por proteger algo que no lo merecía. Escondiendo su verdadero ser sin importar nada, como si ese fuese su propósito de vida. Era una adolescente traumada. Harta de la vida. No quería vivir pero no quería morir, simplemente no sabía qué hacer, ella no pidió nacer, le tocó.

Los adultos te suelen decir que la mejor etapa de la vida es la adolescencia. No es así. La mejor parte de la vida es la niñez o los 19-25 años. Cuando eres un adolescente solo te preocupas por lo social. Cuántos amigos tienes, si eres popular, con quienes te lías, como te ves. Tus prioridades son la apariencia, ser aceptado socialmente y como mucho un poco el dinero, y en algunos casos, muy pocos, los estudios y el futuro. No me refiero al futuro que planean todos los adolescentes de "Yo me iré a vivir a Francia y seré actriz y modelo" o "Yo viajaré por todo el mundo dando conciertos" Lo que yo quiero decir es planear un futuro real y posible. Eso se empieza con saber lo que te gusta y en qué eres bueno.

El problema es cuando no sabes eso. Todos dirían que eso es algo fácil, entonces ponte a pensar ¿En qué eres bueno? Puede ser que se te hayan ocurrido varias cosas, o solo una, y tal vez ninguna. Ahora de esas que nombraste dime ¿Cuales te gustan? Ahí el número va bajando. Y la pregunta definitiva es ¿A cuál de esas cosas podrías dedicarte? En ese momento en el que tus opciones son mucho menores de lo que esperabas es cuando te das cuenta de que no es una pregunta tan sencilla. Tiene que ser algo de lo que puedas vivir, y que preferiblemente te guste.

Eso le pasaba a Sara. No sabía qué hacer con su vida, a qué dedicarse y ni siquiera qué le gustaba. Su única opción era la medicina, el problema es que son muchos años de carrera. Por eso digo que la adolescencia es de las peores etapas de la vida. Haces las cosas por presión social, pierdes el rumbo de tu vida, tienes miles de inseguridades, y lo más importante, no te conoces realmente. De eso se trata ser adolescente, encontrarse a uno mismo. Soy consciente de que puede sonar ridículo, pero es verdad. Tienes que descubrir que te gusta, como eres y hasta quien eres realmente. En esos años te das cuenta quienes son tus verdaderos amigos y quiénes no, sabes como es la gente y aprendes a tratar. Veis como hay que vivir, que conviene hacer y que no.

Al final os estoy dando una charla motivacional y no me está gustando. No disfruto los momentos sentimentales en general. Por algo me dicen psicópata. Y ahora creo que tienen razón. Eso no quita el hecho de que doy muy buenos consejos y discursos, se me da bien manipular y mentir, a diferencia de otros yo lo veo como algo bueno.

Siempre termino hablando de cualquier cosa.

***

El incendio sucedió el 19 de marzo de 2019, hace tres años. Cuando yo, Sara Yad, iba a ver a Jaime, mi amigo, mi mejor amigo. Ese era el lugar, el piso en el que él vivía. Después de haber vivido conmigo por un tiempo y de haberse convertido en bombero, se fue al edificio. Alquiló una habitación, la 23 J, en el piso 23 claramente. Eligió el J porque es la primera letra de su nombre. Recién se había mudado y me invitó a conocer la casa. Al llegar a ese antiguo y tenebroso edificio que parecía que los que lo habitaban eran nada más que viejos verdes de 80 años, me encontré con Bravo.

Antes de subir a su apartamento, me enseñó la recepción, muy bonita por cierto. Tengo que admitir que el edificio era moderno por dentro, a diferencia de su exterior, estaba muy guapo. Subimos por el ascensor hasta el gimnasio, en el piso 10. Luego al restaurante en el piso 15. Y por último a la piscina en la terraza. Muy chulo todo. De las pocas buenas elecciones que hizo Jaime, ese edificio como casa. Casa, no hogar. Son dos cosas distintas, tu casa es donde vives y de donde vienes, tu hogar es donde te quieren. No me gusta que la gente tome esas dos palabras como sinónimos, se equivocan, y me revientan los errores.

Siguiendo con ese día, estábamos en la terraza. Jaime y yo. De pronto llegó un "amigo" suyo. Su cara me sonaba, pero no estaba segura de qué. Ignoré ese detalle y continué con mi recorrido con ambos, os lo dije, no olvidéis los detalles que luego pasan cosas malas y, aunque no lo quieran aceptar, esos mínimos factores salvar vidas.

Estábamos nosotros tres, frente a la piscina con agua completamente transparente. Solo nosotros, eso creía. Tenía a Jaime enfrente, con esos ojos que reflejan todo, como un espejo. Vi unas cuatro o cinco sombras en el agua de la piscina y después de unos segundos ví el reflejo de ellas. Uno era Jaime, su amigo, yo y otros dos hombres a quienes no conocía. Supuse que eran gente que vivía ahí, que estaban de visita, lo que sea. Hasta que pude apreciar una persona con un bate detrás mío, lo pude ver en sus ojos, en los ojos de Jaime. Luego solo recuerdo un fuerte golpe en la cabeza.

El fuego de mi interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora