Ahí estaba mi padre, mirándome, junto al mayor hijo de puta que he conocido. Estaba parado al lado de un bidón de gasolina, y tenía en sus manos una caja de cerillas. Le hizo unas señas a Aaron, indicando que pelee conmigo. Él obedeció, por supuesto. Se acercó a mí, con una mirada aterrorizada.
-Pégame- Gritó mientras se acercaba.-¡Pégame!- Repitió.
Así que yo le hice caso. Le dí una buena hostia en toda la cara.
-Acércate- me susurró.
Yo lo ignoré y le pegué otra hostia.
-Que te acerques coño- Me volvió a susurrar con un tono de voz casi inaudible. -Se como sacarte de aquí- No le creí nada. ¿Por qué una persona que me ha hecho lo que él hizo de repente me ayudaría.- En el baño, tercer azulejo- Me dice.
-¡Qué está pasando allí!¿ Vais a daros de hostias o qué?- Gritó Yad enfurecido. Entonces le lancé un golpe.
-Pégame y corre hacia allí. Por favor- No sé por qué dudé tanto.- Pégame. Pégame. ¡Pégame cojones! ¡Dale!- Dejé de dudar y lo golpeé una, y otra, y otra vez, hasta dejarlo en el suelo, rodeado por un charco de su propia sangre.
-Ahí lo tienes. Espero que tengas claro que eres un jodido hijo de puta y te odiaré toda mi puñetera vida- Le dije.
-Lo sé - Me dijo mientras a mí me caían lágrimas de los ojos- Yo espero que tú sepas que no te mereces esto, por eso quise darte otra oportunidad- Me guiñó un ojo y me derritió el corazón. Con eso comenzó mi disonancia cognitiva.
-Lo siento. Ha llegado tu hora- le comenté a Jaime Bravo, o podría ser Aaron Perla, o mi mejor amigo, el mayor hijo de puta del reino, un traidor, como quieras llamarle.-Ojalá no descanses en paz y tus acciones te atormenten por el resto de tu no-vida.-
Entonces lo empecé a matar, golpe tras golpe, grito tras grito. Todo mi odio fue hacia él, y quizá no merecía ni la mitad de ese enfado, pero en ese momento para mí fue un castigo digno. Y sí, no me arrepiento, aunque me haya ayudado no lo he perdonado, y no creo que pueda hacerlo nunca. Estoy orgullosa de haberle arrebatado la vida, porque él me arrebató la mía, y yo seguía viva. Amo la venganza, es mi pasión, lo descubrí ese día mientras le golpeaba.
-Es una lástima que no puedas conocer a mi madre luego de la muerte, a tí te tocó el infierno y a ella el cielo.- Le dije muy enfadada.-Pero nosotros no hemos terminado. ¡Nos vemos en el infierno!-
¿Creerle o no creerle? era la cuestión. ¿Correr al baño o seguir dándome de hostias con todo dios? Mientras lo pensaba sentí como mi ropa se humedecía y mi piel ardía. ¡Mierda! Gasolina. No paré de repetir constantemente en mi cabeza que debía correr, no a la puerta, al baño.
Había decenas de muebles flanqueando la entrada, y una docena cubriéndola por completo, así que eso ya no era una opción. Era o el baño, o la ventana. Por lo menos hasta que razoné y entendí que no sobreviviría una caída desde un veintitresavo piso. No me quedó otra que confiar en él. Lo que pasa es que mientras más pensaba, más me llenaba de gasolina y las probabilidades de salir de ahí rostizada se elevaban cada vez más, cada minuto, cada segundo estaba un paso más cerca a la muerte.
-Alma. Bonito nombre.- Me dijo.
Sacó a Alma de un bolso que llevaba. Mi pobre elefanta en manos de un señor que ya la había desechado años atrás.
-Voy sin prisa, pero con Alma-
-¡Déjala!- le grité- Tú sabes quién me la dió. ¡Eres un asqueroso cerdo marrano cochino! ¡Te voy a matar!- Le empezó a echar gasolina a Alma.- ¡Te voy a matar! ¡Me escuchaste! ¡Te voy a matar!- Le repetí eso con el poco aire que me quedaba, se me quebraba la voz y rompí en llanto. Un llanto eterno que duraría el resto de mi vida. Porque, cuando prendió fuego a Alma, no la quemó solo a ella, quemó mi alma también, y parte de la habitación.-¡Hijo de puta! ¡Es lo que me quedaba de mi madre!-
Me acerqué a él, lentamente, paso a paso. Pero algo me paró en seco. Un arma. La pistola,la que yo le había robado a mi padre para dársela a mi amiga y así matara un cerdo, estaba ahí, en su mano, y él sabía muy bien que yo la conocía.
-Sabes, esta pistola que me robaste para matar a alguien y luego devolviste, es la misma que usé para matar a tu madre y a tu hermano, y es la misma con la que te mataré a ti también. Así que, tienes mi permiso para decir tus últimas palabras.-
-Gracias por la oportunidad. Soy afortunada de tener el honor de morir como mi familia, más bien dicho, el honor es todo tuyo- Le guiñé el ojo derecho y corrí hacia él.
Rodeada de llamas golpeé a mi padre. Le pegué con ganas, para luego quitarle esa pistola y dejarle el honor de morir a él.
-El honor es todo mío- Dijo, no sin antes encender una cerilla y sujetarla con su mano, de manera tal que al caer, encendería todo.
Apreté el gatillo. No dudé ni un poco, no hasta después. La cerilla cayó justo frente a mis pies, y prendió lo que quedaba de la habitación. Las alarmas empezaron a sonar y los gritos de mi alma desvaneciendose también. Ya está. Ese disparo arruinó mi vida para siempre. Con él se fue la vida de mi padre, de Aaron, de dos vikingos que no conocía de nada, del regalo de mi madre, y de mi alma. Mis sentimientos se disolvieron como polvo en el agua y me convertí en una psicópata. Hemos respondido una pregunta, no todos los psicópatas son de nacimiento.
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El fuego de mi interior
Mystery / ThrillerUna chica sobrevive a un terrible incendio, saliendo ilesa, sin absolutamente ninguna quemadura. Ella venía del piso 23, donde el fuego había empezado, y bajó las escaleras saliendo completamente bien. ¿Cómo es eso posible? Le preguntó el juez, y la...