Estuve el resto de mi vida preparándome para la guerra, para ese momento en el que la policía me encontraría. Así que le pasé los siguientes seis meses haciendo todo tipo de cosas, armando planes por si algún día llegaban a la puerta de mi casa y volvía a Madrid. Coloqué cristales blindados, las ventanas eran impenetrables, sólo se abrían desde dentro. Las puertas eran anti-balas, inexpugnables. Mi nueva casa era un laberinto. Había habitaciones secretas en la cocina, debajo de las escaleras y hasta debajo del sofá. El patio parecía muy bonito, pero no era lo que aparentaba. Había un túnel de emergencia para escapar de la casa si así lo deseaba. Cajas fuertes por todos lados, con dinero y de todo. Dormía con una navaja bajo la almohada, dinero abajo del colchón. Los cuchillos colocados de tal manera, de la que en cualquier momento y sitio, podría apuñalar a alguien que pusiera mi vida en peligro. Me estaba convirtiendo en lo que juré destruir. En lo que era mi padre.Comencé a interesarme por las guerras, la época vikinga. Todo lo que me enseñase a luchar como corresponde.Veía películas de atracos, peleas, guerras, para aprender. Los vikingos, como los admiro. Tan fuertes, poderosos, unos guerreros innatos. Se podría decir que me fascinó su cultura, su manera de luchar y ganar. Su mitología es impresionante. Mi favorita es la nórdica, de todos son mis favoritos.
Junté troncos de madera, ramas e hice navajas, cuchillos con ellas, en vez de comprar esas cosas. Con un cuchillo de cocina pulí mis primeras creaciones. En serio eran afiladas, funcionaban. Con esas navajas podías matar a más de uno, y eso que todavía eran de madera. Eso me relajaba un rato, ensuciaba el piso y dejaba la casa llena de pedazos de madera, tierra. Me pasaba horas y horas esculpiendo mi esas hermosas navajas, como si estuviera en la cárcel. Podía comprar esas mismas cosas, pero quería perder el tiempo, la verdad. No tenía nada que hacer, y me parecía excelente idea derrochar esas horas, días y semanas de trabajo. Eran cosas, a mi parecer, útiles. Si iba a una tienda y adquiere cuchillos grandes o conseguía armas, legal o ilegalmente, no era lo mismo. Sería fácil. Pero no, semanas haciendo eso para defenderme y atacar. En vez de gastar dinero, gastaba tiempo. No tenía otra cosa que hacer, no tenía trabajo, no tenía amigos, no tenía nada.
Mi vida era aburrida. Yo sé que suena raro ¿Cómo es que una fugitiva puede tener una vida aburrida? Si está escapando de la policía, de los bomberos. Debería ser una vida llena de adrenalina. La cuestión era que, yo no era así. No quería escapar de nadie. Quería ser una chica de diecisiete años como todas. No era fugitiva o asesina como tal. Según el diccionario lo era, aunque según mi experiencia y la sociedad no. Yo era así, era yo. Simplemente Sara Amery. Así había nacido, así me habían criado y en eso me habían convertido.
No todo era consecuencia de los actos de mi padre. Lo culpo a él por lo que me pasó, por lo que soy, por la muerte de mi madre y de mi hermano,por arruinar mi vida y la de otros, por aquel incendio, por Jaime, por la traición, la desesperación, lo culpo por la muerte de Alma y la muerte de mi alma. Quizá no toda la culpa es suya. Lo mío comenzó antes. Empezó cuando estaba dentro de mi madre, cuando nací, en la escuela, con mis compañeros, con las desgracias de mi niñez, con mis ex parejas y ex amigos. No tengo a nadie ni a nada a quién culpar. Esos meses escondidos me enseñaron eso. No es sólo culpa de mi padre, de Jaime, de la enfermera que me trajo al mundo, tampoco es culpa mía completamente, ni de mis amigos, ni de nadie que haya conocido. Es culpa de la vida, del destino, de lo que me esperaba, de la suerte, del azar. No es culpa de nadie, es culpa de todos. De todo al que he conocido y que me ha tratado, de todas sus virtudes y todos sus errores. Sea de quien sea, da igual. Le agradezco al tiempo, a mis errores, a ese bombero que se preocupó por mí cuando nadie lo hizo, esa enfermera que me creyó.
Yo también he hecho daño. Mis errores afectaron a todos con los que me he cruzado. A mis únicos dos amigos a los que no les he dicho nada desde mi desaparición. A todos los que se han relacionado conmigo, y que probablemente me tengan miedo, con una razón. Yo si que soy la causa de esos problemas, esas noches con pesadillas de mis colegas. Lo siento mucho, os juro que no fue mi intención, fueron los daños colaterales del proceso. No lo voy a negar, la culpa esta vez es mía, lo admito.
Mientras pulía madera, durante todo ese tiempo, pensé en lo que había hecho. Por fin lo entiendo. Poco a poco fui haciendo otras cosas. me hice mi propio arco de madera, como era en aquellas épocas. Empecé a hacer espadas con metal, lanzas. Cambié el cuchillo de cocina por un hacha. Creé hasta mis propias flechas. Algunas incendiarias, otras con veneno. Hice escudos y una bonita armadura. Había trampas alrededor de toda mi casa, y dentro de ella. Practicaba todos los días. Sabía usar armas y sabía dispararlas. Intenté hacer todo por mi cuenta, no tuve ningún profesor para nada. Me aislé completamente. No salía para nada. Hacía la compra online porque temía que alguien me reconociera en el supermercado. Absolutamente todo lo hacía desde mi casa, legalmente. Decidí que si la policía llegaba lucharía con honor, y si debía morir, pues que así fuese. Quería hacer las cosas bien por una vez en mi vida.
Le dedicaba más tiempo a todo. Pintaba, dibujaba, esculpía, creaba, planeaba, preparaba, cocinaba y todo lo hacía muy bien, casi todo. Creaba mis propias figuras de madera, telgopor, metal, y con ello decoraba mi casa. Pintaba mis cuadros. traté de meditar, pienso que no es para mi. no podía estar concentrada más de cinco minutos. Se supone que meditar es algo que te ayuda, que te relaja. A mi me estresa. Me revienta no estar haciendo nada, no ser productiva, tener que estar sentada en el piso escuchando un audio diciendome que me concentre, que escuche , que sienta mi cuerpo. No puedo, no siento nada. No me ayudaba así que lo dejé.
Siempre tenía el mismo pensamiento. Vienen a por mí, se están preparando para venir a por mí, en cualquier momento la policía va a derribar mi puerta. Cuidado, no te asomes mucho por la ventana, a ver si el vecino te reconoce. No mires las farolas, que puede haber un cartel con tu nombre. te van a matar porque seguro hay una recompensa por tu cabeza. Deben saber dónde estás, están rastreando tu ubicación ahora mismo. Quizá, quizá, quizá. tenía un auto, con vidrios templados y aprueba de balas, negro y bastante rápido por si necesitaba huir. No lo utilizaba nunca. Seguía teniendo el mismo móvil descartable, en el que tenía sólo el número de Val, Draven, el banco y algunas tiendas. Mi vida apestaba, era lamentable. No tenía nada, ni miedo. Sólo estaba preocupada. El miedo es un sentimiento que no vale la pena, al igual que la culpa. Son sentimientos inútiles, no sirven de nada.
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El fuego de mi interior
Mystery / ThrillerUna chica sobrevive a un terrible incendio, saliendo ilesa, sin absolutamente ninguna quemadura. Ella venía del piso 23, donde el fuego había empezado, y bajó las escaleras saliendo completamente bien. ¿Cómo es eso posible? Le preguntó el juez, y la...