Abrí los ojos, con la esperanza de encontrarme frente a un par de secuestradores. No me hubiese sorprendido haber visto a mi ex novio, traficante de mujeres y proxeneta, prefería eso a lo que me hallé. Sus ojos, los mismos, el reflejo de mi sufrimiento se veía allí. Ese maldito espejo que estuve viendo por más de un año, sin conocer siquiera su propio nombre. Aaron Perla.
Yo había ido a ver a Jaime Bravo. Alguien inexistente, un fantasma. No sabía ya quién era. No sabía a quién había ido a ver, no le conocía. Su cara, esa maldita mirada de maniático, sus ojos demostraban lo oscura que era su alma, sus pensamientos negros, diabólicos. Esa imagen se marcó en mi cabeza, y no creo que la pueda olvidar. Lo he intentado, he tratado borrar eso de mi cabeza, pero hay cosas que vienen para quedarse y este es un claro ejemplo.
Ese rostro al que tanto ayudé estaba a punto de arrebatarme lo único que me quedaba, mi amigo Jaime. Mi mejor amigo ya no existía, para mí murió en ese incendio, y con él mi confianza. Imagínate ser engañada de esa manera, no volví a confiar completamente en nadie, menos después de ver quién más estaba allí.
Yad Sierra, mi propio padre. Las dos personas más cercanas a mí estaban en frente mía y no precisamente con una buena intención. Yo atada a una silla, esperando mi muerte y ellos con una sonrisa. Jaime, o debería llamarle Aaron, y el señor veneno, con unos vikingos. El adulto con un mechero en su mano y Perla con gasolina. Quedé helada, en shock, no podía ni moverme.
Unas duras palabras rompieron el silencio
-Lo siento mi niña, Jaime no existe, nunca existió y tu amado padre tampoco, soy veneno, el mismo que sale en el diario y en la televisión. Todo fue un plan, no puedo permitir que hagas lo que tu madre.-
- ¡Mi madre! Qué le hiciste a ella cochino asqueroso, ¿y Blake?- Tomé aire después de haber soltado todo lo que tenía- ¡Eres un cerdo mentiroso y tú eres un traidor de mierda!- Dije señalando a Aaron con mi dedo índice- Que os jodan a los dos- En ese momento entendí que empezaba una nueva vida.
-Tranquila hija, todo estará bien-
-Cállate- Le ordené
-.No tienes que tener miedo-
-Cállate- Le repetí, esta vez con un tono de voz más alto.
-No estamos aquí para hacerte daño- Me mintió.
-Que te calles-
-Solo vamos a hacer un truquito de magia y unas cuantas personas desaparecerán-
-Que te calles ya joder- Tomé aire y empecé a soltar todo lo que me quedaba- Que no me interesa. No quiero escucharte. No, no quiero que me cuentes que vas a hacer. ¡No quiero nada de tí coño!- se me caían las lágrimas mientras pensaba. Cada recuerdo de mi madre, de mi hermano, de mi familia, se convirtió en una gota de agua saliendo de mi lagrimal. Intentado olvidar. He intentado borrar un recuerdo indeleble. Tratando de olvidar sus rostros. El de quién yo creía que era mi mejor amigo, y el de mi propio padre. Ahí es cuando te estampas contra un muro de realidad.-No se que quieres, desde cuándo ni por qué. ¡Solo sé que eres un hijo de la gran puta!- Le grité con los ojos empapados- Y más te vale correr, a ambos, por qué cómo os encuentre os reviento- Respiraba con dificultad. Tomé aire, me limpié los ojos y continué.- Y yo ya no tengo nada que perder. Eso es algo malo para vosotros. Las personas que sufren son las más peligrosas, saben cómo hacer que el infierno se sienta como casa, y lo peor, saben cómo joderte vivo- Tenía la vista nublada, con suerte veía la luz de la sala- A pesar de que no me peguéis un tiro en la sien, me habéis matado. Yo ya vivo muerta, y lo que ha acabado con mi vida fueron unas simples palabras, las vuestras. Ya no hay vuelta atrás. Yo no estoy tan jodida como vosotras, ahora os toca vivir con ello- A partir de ese momento dejé de vivir, y solo me tocó sobrevivir para así, si el destino me acompañaba, algún día poder vengarme. A Sara Yad no se la derriba así de fácil.
-Mi niña, sé que estás en shock, en un momento de negación. Pero así son las cosas. Estás muy cerca de mis asuntos y no quiero que llegues a lo mismo que tu hermano y tu madre. Paciencia, estoy cuidando bien de tí. No hay de qué preocuparse- Me dijo Yad.
Me estaba por reventar una vena de la rabia que entró a mi cuerpo. Abundaba la ira, sentía toneladas de enojo y furia corriendo por mi cuerpo. Mi cerebro empezó a recibir una invasión de planes de venganza. No solo para mi padre, también para el resto. Ya no sabía quién era real y quién no. ¿Draven? ¿Era él también un farsante? ¿Val?
Recordé algo. Como si se hubiese prendido la lamparita de ideas. ¡Tenía una huida! Mis pies estaban atados entre sí y a la silla de madera en la que estaba atrapado. Mis manos estaban ajustadas detrás mío con cinta aislante, y mi torso tenía una soga que daba mil vueltas alrededor mía y del asiento.
Solo había una opción, la definitiva. Tenía una escapatoria, pero no podía actuar en caliente y con tanta gente allí. Esperé tranquilamente a que uno de mis guardias se fuese al baño o algo parecido. Así fue, un serbio vikingo se retiró, dejándome a mí con Yad, Jaime y el otro fortachón.
Era el momento. Me paré sobre mis pies intentando hacer equilibrio. Dí unos pasos hasta la pared y me estampé un par de veces. Logré romper la silla. Solo quedaban mis manos atadas y mis pies y torso rodeados por una cuerda suelta. Agité mi cuerpo para quitarlas, mientras frotaba la cinta aislante de mis manos contra mi cuerpo para romperla.
Se acercó el primer gigante. Me dió un golpe y me tumbó. Menuda fuerza. Pero rápidamente pateé sus genitales, dejándolo en el suelo conmigo, no era tan fuerte como parecía. Nos seguimos golpeando, mientras el resto sólo miraba. Hasta que la cinta estalló de tanto frotarla. Mis manos eran libres y tenía la sensación de que yo también estaba por serlo, qué ilusa.
Yo estaba llena de sangre, por mi cara, mi cuerpo y había hasta en la pared. No era la única. Mi rival estaba igual o peor, no lo lograba ver entre tanto rojo. Supe que no podía ganarle a tal monstruo yo sola, con mis manos. Metí mis dedos en sus ojos, nublando su vista. Eso me regaló unos segundos. Nada más que los necesarios para correr hacia la entrada, agarrar el pequeño espejo que había de adorno e ir de nuevo a él. Antes de que pudiera abrir los ojos, le reventé el espejo en la cabeza, acabando con su vida y parte de mi problema.
Su compañero vino después, obviamente, no se iba a quedar ahí mirando como mataba a su amigo. El espejo ya estaba roto, no obstante, golpeé varias veces al vikingo con este. Le causó múltiples heridas que lo dejaron casi inconsciente. Entonces, una vez que él estaba en el piso, empecé a gritarle mientras le pegaba puñetazos una y otra vez. De pronto se empecé a escuchar aplausos y a mi padre diciendo;
-Felicidades Sara, ya eres una asesina, igual a tu padre-
Y sacó mi condena de su bolsillo, fuego.
ESTÁS LEYENDO
El fuego de mi interior
Mystery / ThrillerUna chica sobrevive a un terrible incendio, saliendo ilesa, sin absolutamente ninguna quemadura. Ella venía del piso 23, donde el fuego había empezado, y bajó las escaleras saliendo completamente bien. ¿Cómo es eso posible? Le preguntó el juez, y la...