Capítulo dieciséis: El día que tanto esperé

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Llegó el día para el que tanto me había preparado. Escuché a la policía derribar la puerta.

-¡Policía española, tenemos orden de registro!- Gritaron.

Mi corazón se frenó por unos segundos. Sentí los nervios correr por mis venas, y un pensamiento invadió mi cabeza, tengo que salir de aquí. Rápidamente cogí todo lo que pude. Ya tenía un bolso preparado para esta situación. Por suerte estaba en mi habitación, donde tenía casi todo lo que necesitaba. Cogí el bolso, que además de objetos con los que defenderme, contaba con un móvil, linterna, comida, agua, entre otras cosas. Lo apoyé junto a la puerta de la habitación y me asomé por la ventana. Había un mínimo de tres patrullas.

No lo podía creer. De verdad habían ido a por mí. Debía enfrentarme a cada policía. Oía indicaciones que se daban entre ellos.

-Despejado-

-Nadie aquí-

-La cocina está limpia-

-La sala también- Decían.

Uno de ellos estaba subiendo para arriba. Oí los pasos en las escaleras. Velozmente cogí mi cuchilla, y me escondí atrás de la puerta. Al verlo entrar, cerré la puerta sin hacer mucho ruido y lancé mi cuchillo directamente a su pecho. Cayó sobre la alfombra, sin hacer casi ruido.

No era suficiente con matar a uno de ellos, debía escapar. Aún no estaba a salvo. Revisé el cuerpo, que todavía tenía pulso, y le quité todo lo que llevaba encima. Una radio, una pistola, un taser y un par de esposas. Me apresuré para llegar a la puerta, la abrí silenciosamente y grité por las escaleras.

-Despejado aquí también-

De esa manera, tardarían un rato en subir y primero buscarían en otra parte de la casa. Me dirigí a otra habitación para ver por la ventana. Me asomé y vi el patio plagado de oficiales. Pude contar cinco. Estaban por todas partes. Era una auténtica plaga de policías. Corrí a otra habitación para ver la calle. ¡En frente de la casa había todavía más agentes! Se extendían por toda la cuadra, los vecinos estaban en sus puertas principales o asomados por las ventanas. De pronto oí algo en la radio.

-Oficial Suarez, ¿Me escucha?- Dijo el coronel.

Los nervios me volvieron a invadir el cuerpo. Apenas supe reaccionar.

-Sí señor- Le respondí.

-Ha visto algo allí arriba-

-No señor- Le volví a responder.

-Vale, entonces investigue. Mandaré a unos compañeros con usted. Revisen hasta abajo de la almohada. Revuelvan todo y destrocen lo que sea necesario. Hay que atrapar a esa hija de puta. No nos puede volver a engañar. Tened cuidado.- Dijo el coronel de manera tan seria que casi me convence hasta a mí de que yo era malvada.

A los diez segundos tenía a dos oficiales más subiendo a la segunda planta. Me escondí nuevamente tras una puerta, esperando a que entraran a la habitación.

-Suarez ¿Dónde está?-

-¡Aquí!. Grité.

Ambos se dirigieron hacia mi posición. No podía hacer ruido, ya que eso atraería a más agentes de la ley. La pistola estaba descartada. Recurrí a mi pequeña navaja, la misma que le había robado a mi víctima pocos minutos antes. Al entrar, le rajé el cuello a uno de ellos y mientras el otro me apuntaba con su pistola, lo acuchillé.

Iba dejando cadáveres por doquier. Ahora estaba más alerta, en cualquier momento más enemigos podían acercarse a mi. Tomé las cosas de mis dos nuevas víctimas, corrí a mi habitación, cogí el bolso y lo llevé a un lugar más seguro. Definitivamente estaba preparada para eso, pero las cosas siempre pueden salir mal.

-¿Todo bien Suarez, Castilla y Arrival?- Sonó en la radio.

-Sí señor- Le dije.

-¿El resto?-

Quedé paralizada con esas palabras. ¿Qué le iba a decir? Oye, tus compañeros están muertos, los he matado, soy Sara. NO. No podía. En ese tiempo el coronel se empezó a preocupar.

-¿Castilla, Arrival?-

-Claro que sí, dije desde la radio de uno de ellos.

-Todo en orden señor- Dije con la otra, mientras cambiaba mi tono de voz para que no se notara que era la misma persona.

-Vale. ¿Encontraron algo?-

-No hallamos nada señor.-Dije con una de las tres radios.

-Entonces mandaré más gente allí. Suerte.- Concluyó.

Sabía que más agentes vendrían, por lo que cerré aquella puerta y fui a otra, para que no vieran los cadáveres. El problema era que me había olvidado de uno. ¡Estaba el cadáver de Suarez en mi habitación con la puerta abierta! Me apresuré para cerrarla, pero los tres policías que subían me vieron.

-¿Suarez, es usted?_ dijo uno de ellos.

-Está todo en orden, se ve alterado.- Dijo otro.

No podía ser cierto. Por el bendito cuerpo de el maldito Suarez.

-Si soy yo.-Dije- Todo bien por acá. Castillo y Arrival están en la siguiente habitación- Disimulé.

-Vale. Iremos a revisar otra habitación entonces.- Dijeron.

Entorné la puerta para que no pudieran verme y reconocerme. Escondí el cuerpo debajo de la cama, no sin antes quitarse el uniforme policial. Me lo coloqué como pude, me hice una coleta y me puse la gorra. Me enganché en pin con el nombre de José Suarez y me hice pasar por él. Obviamente si me veías bien podías notar que no era ese señor, pero de esa manera era menos obvio.

tenía que acabar con la vida de esos tres enemigos que ahora amenazaban mi vida, aunque no sabía cómo. No podía utilizar un arma de fuego porque provocaría demasiado ruido, pero debía ser rápido para que no me viesen a mi o a algún cuerpo. La mejor opción era el arco. Lo cogí y comencé a apuntar por un pequeño hueco que había en la puerta. Primero salió uno de ellos de la habitación, le disparé y murió casi instantáneamente de un tiro en la cabeza. Otro salió tres segundos después y murió de la misma manera. El tercero permanecía en la habitación porque claramente vio a sus compañeros morir. Lo más probable era que ya hubiese informado al resto, así que sin importarme nada corrí hacia él y le disparé la tercera flecha. Justo estaba hablándole a la radio, afortunadamente no había terminado de comunicar su mensaje.

-Palacios.- Salió de la radio- ¿Qué ha pasado? Tiene visual del objetivo. Ya mismo van más agentes.- Dijo el coronel.

Fui rápido hasta la radio.

-Negativo señor. No era nada. Era Suarez.- Dije alterada.- Repito, falta alarma. Era Suarez.- Me calmé un poco.

-Me cago en la madre que te parió Palacios. Deja que informo a el resto.- Dijo enfadado.

-Lo siento señor.- Me disculpé falsamente.

Me asomé por todas las ventanas. cada vez aparecían más y más policías. No tenía ni idea de cómo iba a escapar. Tenía la mente en blanco. Sólo pensaba en una cosa. Ir al túnel.

El fuego de mi interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora