Desperté encerrada en una habitación, con tres señores desconocidos que parecían recién sacados de una película de vikingos. Abrí apenas un ojo y creo que no lo notaron, así que volví a cerrarlo y empecé a fingir que aún seguía desmayada.
Pasaron alrededor de diez minutos, no lo sé con exactitud, lo único que veía era el color negro y con un poco de suerte escuchaba la conversación que dos personas estaban teniendo. Sonaban rusos, los vikingos digo, serbios o algo parecido. Podía escuchar su acento, no eran de aquí, eso seguro. En un momento empecé a oír otra persona, no hablaba como extranjero, era español y estaba segura de que esa tonalidad la conocía.
Pensé que a Jaime también lo habían golpeado y que estaba atado a una silla, como yo. Necesitaba salvarlo a él y a mi, salir ambos con vida, correr hasta una estación de policía y denunciar. Quizá de esa manera los atrapaban y no volverían a ver ninguna cara que no sea la de sus compañeros de celda y la mía, porque sí, los iría a visitar, para mofarme de que los atraparon.
En mi cabeza yo estaba intentando armar un plan, una estrategia para derrotar a los tres grandullones y salir cagando leches de allí. Una opción era romper la silla y desatarme, para luego pegarme con los tres hombres, desatar a mi amigo y escapar. Me dí cuenta de que no tenía posibilidad contra esas tres bestias.
Estaban hartos de esperar, probablemente ya llevaba un largo rato así. Agarraron una aguja y me la clavaron en el pie. Querían que despertase, entonces no lo hice. Aguanté el dolor, que no era mucho, y esperé al siguiente golpe. Ahora eran muchas, muchas agujas fueron incrustadas en mi pie derecho. Eso sí que no lo toleré.
Abrí los ojos como una psicópata. Primero levanté los párpados y después subí la mirada hacia alguien. Creí que se sorprenderían, pero la sorpresa me la llevé yo. La persona que estaba detrás de esto, no era un conocido, no era un tipo que quería dinero, era alguien mucho más cercano. Un traidor.
***
¿Os acordáis de mi amiga, con la que mi novio muerto me engañaba? Bueno ella me vino a visitar un día. Me dijo que el padre de ese cochino estaba saliendo con su madre y que lo había visto con un montón más de mujeres. Me vino a pedir ayuda. Quería que yo le consiguiera un arma ¿Como se supone que podría hacer eso? Me acordé que teníamos una pistola de defensa personal en la casa, así que por la noche la tomé prestada. Nos vimos con ella a la madrugada y se la entregué, para así vernos al siguiente día a la misma hora para que me la devolviera y hacer como si nada. Me dijo que solo iba a amenazar ¡No quería hacerle daño! Realmente... En el fondo quería que le arrebatara la vida como su hijo me arrebató mi felicidad.
Al encontrarnos, Valeria estaba llena de sangre, como si se hubiese metido en el mar luego del desembarco de Normandía. Lo había matado. Actué sorprendida, pero por dentro estaba muy feliz, me sentí aliviada. Me dio la pistola y yo la limpié, llené de nuevo el cargador y la guardé donde estaba el día anterior.
Desde ahí empezamos a conocernos más e incluso diría que nos convertimos en buenas amigas. Ya no éramos solo Jaime y yo, ahora éramos tres. Dejamos de ser un dúo para ser un trío. Creo que mis dos amigos no se llevaban del todo bien, nos hacía falta alguien más.
Conocí al cuarto integrante de nuestra banda. El traficante de mujeres que casi me vende había salido de la cárcel. Su padre seguía allí, pero él había salido después de dos años en esa prisión para niños. Ahora tenía dieciocho años y necesitaba conseguir otros cuantos millones de euros para no volver al calabozo. En vez de salir reformado e inocente, con el corazón lleno de amor y paz, lo único que aprendió fue a cometer los crímenes sin ser descubierto, el problema era que tenía a toda la puñetera policía nacional detrás de él.
De alguna manera él tenía que conseguir ese dinero. Se metió en una red de drogas. Le salió muy mal, lo atraparon. Un chico lo descubrió robando parte de la droga para venderla y ganar más dinero. Le pegó una paliza y luego llamó a la policía de manera anónima y lo encarcelaron, no solo con los años que le quedaban, también con más por tráfico de drogas. El hombre, Draven, nos conoció en el juicio de mi ex, no era suficiente con romperle la cara, se quería burlar. Nos hicimos buenos amigos, y un cuarteto.
Jaime, Val, Drave y Sara. Conocidos por todo dios. El bombero y la enfermera ya no estaban solos, ahora los acompañaban la asesina y el drogadicto. El tema es que nadie sabía que eran así. Una banda de críos criminales se podría decir. Eran ellos contra el mundo, unos valientes. Val se quería dedicar al tiro con arco, por lo tanto, se metió en unas cosas varias veces a la semana. Jaime siguió con su carrera universitaria, en la que le iba bastante mal. Draven seguía en el tráfico de drogas y quería más trabajo, debido a eso empezó a traficar armas también. Yo seguía igual, como enfermera, no quería empezar la carrera de medicina, es muy larga y complicada. Creí que si seguía así podría llegar más lejos como médica.
Ayudaba a mis compañeros. Con mi mejor amigo estudiaba y practicaba como si estuviésemos en un incendio. Con Valeria hacíamos tiro con arco en mi casa, que tenía un patio enorme en el que montamos un pequeño lugar para entrenar, lo impactante es que yo era mejor que ella en ese deporte. Y finalmente con Draven, lo ayudaba a conseguir contactos para vender su mercancía. Sabía mucho de armas y le recomendaba cuales eran mejores para vender y comprar, incluso cuál debería usar.
El ejemplo de una amiga perfecta, pero, ayudándolos en cosas no muy legales que digamos. Diría que era la favorita de la banda. Nos pusimos de nombre los cuervos. ¿Por qué? No lo sé ni yo. Es lindo el animal, inteligente y siniestro, aparte de eso Draven viene de raven, que es un tipo de cuervo.
Fue simplemente para llamarnos de alguna manera. Éramos cuatro góticos malotes, sin buen futuro y refugiándonos en nuestra apariencia de fortaleza. Empecé a asistir a clases de boxeo en el poco tiempo libre que tenía. Tenía diecisiete y me quedaban pocos meses para terminar el bachillerato, al igual que Jaime.
Nuestros otros compañeros eran mayores, ella tenía diecinueve y él veinte. Mayor experiencia de vida diría yo. Nos juntábamos todas las semanas y practicábamos todas las disciplinas, medicina, lucha, arquería y hacíamos ejercicios junto a Jaime. Éramos prácticamente inseparables, almas gemelas. No nos confundamos, nadie estaba enamorado de otro miembro del equipo. Solteros que querían ser solteros.
A medida que pasaban los meses, nos volvíamos cada vez más unidos. Eso no duró mucho. Todo se arruinó ese día. 19 de Marzo, en el incendio.
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El fuego de mi interior
Mystery / ThrillerUna chica sobrevive a un terrible incendio, saliendo ilesa, sin absolutamente ninguna quemadura. Ella venía del piso 23, donde el fuego había empezado, y bajó las escaleras saliendo completamente bien. ¿Cómo es eso posible? Le preguntó el juez, y la...