Cómo buena novata, esperaba mi turno en una de las sillas detrás de los focos. Tenía el cuero cabelludo sensible, después de la concienzuda sesión de peluquería. Y mi piel estaba saturada de maquillaje, pero el resultado era el que querían. Mi aspecto era increíblemente sexy. Sobre todo por aquel escueto biquini y la crema de brillo corporal, que dejaban mi cuerpo con una tonalidad cercana al bronceado más exquisito, que hubiese podido conseguir nunca. Era la primera vez que dejaba que alguien fotografiara mi cuerpo después de los retoques, pero no estaba nerviosa por ello. Lo único que me mantenía alerta era sentir la mirada asesina de la perra. En cuanto vi la lista de voluntarias para el calendario, no tuve dudas, tenía que estar allí.
Tenía que reconocerlo, la perra era una monada de Barbie; rubita, ojos azules y las mejores tetas que la cirugía podía ofrecer. Siempre había sido una perfeccionista con su aspecto, su adinerada familia y su afición por el protagonismo, eran el sustento que la mantenía viva. No podía evitar compararla con Paris Hilton. Mona, rica, famosa y egocéntrica. Ella y su ego vivían de su imagen pública. Seguramente ese era el motivo, por el que el cretino la conservaba a su lado. Era una incuestionable carta de presentación, la mejor relaciones públicas. Y como buen oportunista, él también estaba allí. Aquel calendario concentraba a personajes famosos, entre ellos, algún deportista y gente del espectáculo. Personas que seguramente necesitarían un buen abogado que negociara sus contratos.
Ambos estaban muy contentos, hasta que la perra supo quién era yo. Su mal humor se estropeó cuando intentó hacerme de menos. Cacareó a diestro y siniestro que estudiamos juntas, que no era gran cosa. Pero cuando el resto de los hombres del local pasaron de ella, cuando le dejaron bien claro que en aquel momento, aquella Elsa les ponía a 1.000, la perra no pudo contener una patética pataleta. El cretino tuvo que llevársela tras un biombo para calmarla y evitar que vieran lo infantil y mimada que era su novia.
Llegó mi turno, y me coloqué ante el objetivo de la cámara. No había posado en mi vida, pero tenía una baza a mi favor, el fotógrafo era un hombre, y era heterosexual. Si pensaba sólo en él, en seducirle, conseguiría darles lo que buscaban. Y así fue. Él pedía, y yo le daba. Las estudiadas poses, las miradas, cada fibra de mi se volcó en conseguir la rendición de aquel hombre. Pero no sonreía por ello, no. Al otro lado del biombo, sabía lo que estaba pasando. Estaban en mi trayectoria visual, y por la abertura vertical, podía atisbar lo que estaba ocurriendo. La perra necesitaba afianzar su estatus de mujer deseada, y como con el resto de los presentes no podía hacerlo, al menos lo intentó con el cretino. Si, digo bien, lo intentó, y con todos sus mejores trucos. Estaba de rodillas, y por los movimientos de su cabeza, estaba claro que le estaba haciendo una mamada. Pero el cretino no estaba concentrado en ella. Sus ojos estaban fijos en algo más allá del biombo, estaban fijos en mí. La perra podía estar trabajando su “aparato”, pero él estaba disfrutando de otro tipo de fantasía, lo sabía. Él sentía la boca de otra en su piel, imaginaba que era a mí a la que se beneficiaba. Él sabía que lo estaba viendo, pudo notarlo, así que hice mi jugada. Mostré la pose más depredadora, la mirada más penetrante, y mordí mi labio inferior provocadoramente. Supe que conseguí mi objetivo. No porque el fotógrafo dejó de hablar atrapado por lo que veía al otro lado del objetivo, no porque escuché algún que otro gemido por encima de la música ambiental. Fue ver los ojos del cretino cerrarse, inclinar su cabeza hacia atrás, e intentar aferrarse a las guías del biombo, para contener los espasmos de su orgasmo. La perra se levantó hacia él, y le robó un beso posesivo. Pero la mirada del cretino seguía sobre mí, y la perra lo vio. Ella salió echando pestes, y el cretino la siguió, no sin antes dedicarme una mirada y una lasciva sonrisa.
Aquel día, la perra había comenzado su camino hacia la perdición. Aunque ninguno lo supimos hasta bastante después.
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Una nueva cazadora
RomanceLa venganza puede ser un objetivo, pero nunca será un final. Elsa vio en la venganza una salida a su resentimiento, acabar con aquellos que se llevaron la vida de su mejor amiga. Pero el destino es caprichoso, y pone en tu camino lo que no estás bus...