Mientras caminaba de regreso a nuestra tumbona, no podía parar de sonreír. Era la tarde perfecta. Arena caliente entre los dedos de mis pies, el sol acariciando toda la piel que mi biquini dejaba descubierta, y en mis manos dos helados de chocolate en sendos cucuruchos. Tenía el cuerpo pringoso de protector solar, que había pedido a Adam que me extendiera, bajo la mirada atenta de Ethan. Sí, el pobre no quiso privarse de nuestra excursión en bañador. Ya estaba bastante caliente por el sol, pero yo tenía la última mano en la partida de aquella tarde, y la iba a poner a rodar en aquel momento. Me detuve al pié de la hamaca de Adam, y le tendí su helado, mientras lamí los regueros de chocolate que caían por mis manos. El espectáculo acababa de comenzar. No, no era lamer el helado derretido lo que podía hacer explotar a un hombre, era la manera de hacerlo. Me senté a los pies de mi hamaca, para estar totalmente girada hacia Adam, y detrás de él, estaba Ethan. Tenía que ver todo el show.
Con el deleite en mi rostro, comencé a comer mi helado, regodeándome en el placer de cada pequeña lametada. Deslizaba la punta de mi lengua con lento cuidado, recorriendo el camino de cada gota derramada, desde el final del cono, hacia arriba. Luego, volvía a la bola, envolviéndola en mis labios y arrastrándolos sobre la fría crema. Recogiendo el sobrante que quedaba en mis labios, con pequeños recorridos de mi lengua sobre ellos. Y otra vez repetía el proceso. Cuando lo que quedaba de la bola se coló dentro del cono, introduje mi lengua para arrancar pequeños trofeos con ella. Después, elevé el cono y con mi cuello estirado hacia arriba, mordí el cucurucho por la parte inferior, chupando con ansia su contenido. Después volví hacia el extremo contrario, e intenté llegar de nuevo a la bola escondida. Noté las gotas frías caer y deslizarse por mi escote. Succioné de nuevo el cono por el extremo inferior, y después deslicé mi dedo por mi pecho, recogiendo la gota de helado y llevándolo a mis labios, donde lamí la yema con un gemido.
- Umm, que bueno. ¿quieres el cono?.-
Adam me miró sorprendido.
- ¿No vas a comértelo?.-
- No me gusta mucho el barquillo.-
- Entonces, ¿Por qué no pediste una terrina?.-
- Porque no es tan divertido.-
Yo reí y Adam sacudió la cabeza al tiempo que estiraba la mano y me cogía el cono. Ethan había saboreado con migo cada pasada a mi helado, su boca saboreaba cada lametazo que yo daba. Y cuando Adam mordió el cono, Ethan parecía ser el que estaba deslizando su lengua por el mismo lugar donde yo lo había hecho antes. Tenía que agradecer a Adam el no ser escrupuloso, y estar perdidamente loco por el barquillo.
- Estoy pringosa, voy a darme un baño.-
- Voy contigo.-
Retiré el elástico que sostenía mi cola de caballo, y solté la melena a mi espalda, mientras caminaba hacia la orilla acompañada por Adam. A medio camino, el empezó a correr, y se lanzó en plancha al agua, soltando pequeños gritos eufóricos. Era un niño grande. Entre carcajadas y con precaución, empecé a meterme en el agua, pero Adam tenía una idea diferente sobre mí. Entre juegos de salpicaduras, me cogió por las piernas y me arrojó hacia la parte más profunda, donde el agua me engulló entera. Cuando saqué la cabeza, advertí que no solo Ethan estaba disfrutando del show. Teníamos un gran número de seguidores, aunque el único que me interesaba estaba en aquellos momentos incorporado sobre sus codos, con la vista clavada en mí. Entonces tomé aire y me sumergí bajo el agua, tenía una escena que interpretar. Me concentré en mi personaje, Halle Berry en aquella escena de James Bond, donde salía del agua del mar, con aquella sensualidad que encandiló a todos los chicos en el cine. Despacio, con la cabeza hacia atrás, salí del agua, dejando que mi melena descansara en mi espalda, retirando el agua de mi frente hacia atrás, mientras mis pasos me acercaban a la arena. El agua resbalando por mi piel, por las formas de mi cuerpo, que aquel escueto biquini se encargaba de realzar. Balanceando mis caderas de manera picante e inocente a la vez, difícil, pero imposible de ignorar cuando lo conseguía. Antes de que mis pies abandonaran el agua, sentí como me levantaban del suelo, y la risa de Adam envolvió mi cuerpo. Tuve que agarrarme a su cuello, y me dejé trasportar como una niña hasta llegar a mi hamaca.
- Así no te mancharás los pies de arena.-
- Eres todo un detallista, ¿lo sabes, verdad?.-
- Que le voy a hacer, mi madre me educó bien.-
Ethan no pudo moverse durante un buen rato aquella tarde. Entre lo del helado, y lo de mi salida del mar, seguro que padeció un fuerte caso de priapismo.
Aquella noche, después de la ducha y la cena en el apartamento que el club nos consiguió, Adam sintió que necesitaba poner algunas cosas en claro.
- Elsa, realmente, no sé lo que pretendes con estas… cosas, pero yo no puedo…-
- Adam, sé lo que intentas decirme.-
- No, no le creo. Si fuera un chico como los demás, lo del helado… vamos, que no fue nada inocente, y yo… yo no…-
Lo cogí por el antebrazo y lo obligué a mirarme a los ojos.
- Adam, he trabajado contigo desde hace meses. Te conozco más de lo que crees. Conozco tu cuerpo, conozco sus reacciones. Créeme cuando te digo que sé lo que quieres decirme.-
- Tú y yo no podemos…-
- Lo sé, eres gay.-
El se sorprendió. Sabía que si él no lo confesaba, nadie podría descubrirlo, porque él no daba ninguna pista, y se controlaba todo el tiempo.
- ¿Cómo…?.-
- Adam, lo sé desde el primer día que te puse las manos encima.-
- ¿En serio?.-
- Cómo explicarte… Hay ciertas reacciones físicas, cuando doy un masaje concreto cerca de cierta zona masculina… que son difíciles de esconder. Cuando toco a un hombre del modo que te digo, normalmente se produce una reacción muy esclarecedora. Si fuera un hombre, a mis clientes no les causaría la misma reacción, a menos que…-
- A menos que les gusten los hombres.-
- Exacto.-
- Entonces, ¿todo este tiempo?.-
- Sí, lo he sabido.-
- Por eso accediste a venir conmigo aquí, porque sabías que no había nada sentimental en medio.-
- ¡Claro que no, estúpido!. He venido porque eres mi amigo, y porque sé que confías en mi y en lo que puedo hacer por ti.-
- Lo agradezco.-
- Además, seguro que agradecerás que tus compañeros piensen que tienes novia, aunque lo niegues.-
- Si, en este mundo los gays no están bien vistos.-
- Lo ves, me necesitas.-
- Entonces, ¿el juego del helado, a que vino?.-
- Es complicado, pero algún día te lo diré.-
- No, no es tan complicado. Es Ethan, ¿verdad?. Te gusta Ethan, el juego era para él.-
- No es lo que crees. Pero te rogaría que no interfirieras. Un día te lo contaré, pero hoy no. Una confesión por día, ¿de acuerdo?.-
- De acuerdo.-
Aquella noche, cada uno en su habitación, dimos vueltas a nuestras cabezas, hasta que nos dormimos.
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Una nueva cazadora
RomanceLa venganza puede ser un objetivo, pero nunca será un final. Elsa vio en la venganza una salida a su resentimiento, acabar con aquellos que se llevaron la vida de su mejor amiga. Pero el destino es caprichoso, y pone en tu camino lo que no estás bus...