Capítulo 5

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Cuando la vi caminar hacia nosotros, sabía que era ella. Philip me hablaba constantemente de su salvavidas. Juntos habían sobrellevado la muerte de su hermana. Sabía que el apoyo de aquella mujer menuda, había sido su tabla de salvación. Se me hizo un nudo en el estómago, un nudo que casi me ahoga cuando los ví abrazarse. Me abría gustado estar ahí, en ese abrazo, reconfortándolos a ambos, pero sabía que ese no era mi lugar en aquel momento. Ese instante era sólo suyo, de ellos dos.

-           Elsa, este es mi amigo Adam.-

-           Encantada de conocerte.-

-           Yo también me alegro.-

-           Hace frío, ¿te apetece tomar un café?.-

-           Es una buena idea.-

Caminé a su lado, pero era difícil no meter una de mis patas de hierro en el barro.

-           Espera, quizás deberíamos ir por el camino de graba. Tu amigo no está en condiciones de caminar campo a través.-

Nos hizo sonreír a los dos, y lo agradecí. Ambas cosas, el ahuyentar la angustia de aquellos momentos, y el caminar por una superficie menos traicionera. Cuando nos sentamos en el café, ella tendió una silla hacia mí pierna, para que estirar el pié y descansara el peso sobre ella. Era fácil adivinar porqué Philip estaba tan apegado a ella, era sensible y considerada, y bonita, dulce… lo tenía todo para gustar a un hombre.

-           ¿Te duele?.-

-           Un poco.-

-           ¿Puedo ayudarte con un masaje?.-

-           ¿Aquí?.-

Casi grité aquella palabra, tenía sus dedos suspendidos sobre la rodilla cuando me lo preguntó. Sólo pude asentir con la cabeza, y sus manos empezaron a trabajar sobre la tela del pantalón. No podía apartar los ojos de ella mientras trabajaba sobre mi rodilla. Ella sabía que el dolor me estaba matando, estaba seguro. Pero nunca lo reconocería delante de Philip, el me necesitaba allí, y yo lo acompañé. Es lo que hacen los amigos, los buenos amigos. Y Philip era el único por el que haría cualquier cosa.

-           ¿Mejor?.-

Tuve que asentir. Sus dedos habían alejado el dolor, eran mágicos.

-           Adam es un cabezota. Tenía que estar en reposo, pero no hace caso a los médicos del club. Así no podrás volver a jugar pronto.-

-           ¿Rugby?.-

Sabía que podía ver la confusión en mi rostro, ¿cómo podía saberlo?.

-           Tu complexión física se ajusta a ese deporte. ¿Jugáis juntos?.-

-           Qué más quisiera. Adam está en la liga profesional. Pero no te equivocas del todo, jugamos en el mismo equipo en la universidad. Hicimos un buen equipo. Él me quitaba a los tipos de encima, y yo practicaba vendando sus heridas.-

No pude evitar sonreírle. Aquellos tiempos parecían muy lejanos, y hacía tiempo que dejamos la universidad, tres años, pero nuestra amistad aún seguía en pie.

-           Sigo pensando, que el título de enfermería nos tendría que pertenecer a los dos. Yo también me entregué en cuerpo y alma.-

Los tres nos reímos. Era agradable volver a escuchar la risa de Philip. Después de tanto tiempo, me hacía feliz el saber que no la había desterrado de su vida.

-           Gracias por el masaje. Ojalá te tuviese a mano cada vez que me torturan en el gimnasio.-

-           ¿La rehabilitación es dura?.-

-           No digo que no sean buenos, pero a veces me gustaría que me trataran con un poco más de cuidado. Se piensan que como soy grande y duro, puedo con todo lo que me  echen.-

-           Y puedes con todo, quejica. Te he visto correr con un esguince, y no mostrar ningún síntoma de dolor. No te apodan “el muro Galés” por nada.-

-           Si quieres puedo pasarme después de las sesiones, para mitigar el dolor.-

-           ¿Lo harías?.-

-           Acabo de llegar de Japón, tengo tiempo libre hasta que encuentre un trabajo. Y quién sabe, quizás tus referencias me ayuden.-

-           Cuenta con ellas.-

Una nueva cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora