Capítulo 13

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Hablé, como por una hora más, más o menos, con April acerca de mi vida personal y todo lo que tuve que pasar hasta llegar a este punto.

Estábamos tranquilamente en mi pieza hablando, hasta que alguien se aparece por la ventana.

Martín.

abrió la ventana y se asomó, afirmado del árbol de la casa de April.

- ¿Martín? ¿Qué haces aquí a estas horas?

- No podía dejar de preguntarme si es que estabas bien. Necesitaba verte.

- Bueno, aquí me ves. Estoy bien, gracias.

- Y también quisiera hablar contigo, pero hablar en serio. Profundamente.

- Martín, Milena no está en un muy buen estado como para charlar, ¿no crees? – intervino April.

- Lo sé, es sólo... – me rogaba con las manos mientras se balanceaba en el árbol – es sólo que necesito hablarle, estar con ella. La cuidaré. Milena – dijo refiriéndose a mí – te cuidaré siempre, sólo ven conmigo ahora.

- Martín no creo que sea buena idea.

- Por favor, Mile, sólo ven.

Me rogaba con sus ojos, en su mirar. No podía decirle que no.

No creo que sea capaz a alguna vez decirle que no.

- Martín ... no iré. Lo siento.

Agaché mi cabeza y me di media vuelta para no continuar mirando su expresión que me daba serenidad.

Sentí, de pronto, unos brazos en mi cintura atrayéndome hacia sí.

- No me iré de aquí hasta que vuelvas conmigo – susurró en mi oído.

- ¡ Martín! Déjala en paz... – dijo April, algo irritada.

- Déjalo, está bien – le dije a April – Iré contigo, Martín, pero solamente porque yo también necesito hablar contigo.

Tomé su mano y nos dirigimos hacia la residencia, más específicamente, a nuestra casa.

Subimos las escaleras hasta el último piso de las habitaciones.

Yo me detuve ahí, para ir a mi cuarto o al suyo, pero él quería continuar.

- ¿A dónde vas? – le pregunté.

- Al piso de la piscina.

- ¿Por qué? ¿Te quieres bañar? – fruncí el ceño – Son las seis de la mañana, te vas a enfermar.

- No me quiero bañar, solamente quiero hablar ahí contigo.

- ¿Por qué no hablamos en unas seis horas? – sugerí yendo hacia mi habitación – Tengo mucho sueño. Para mí ha sido una muy larga noche y lo único que quiero es dormir.

Me miró por un momento. Miró las manchas de sangre en mi polerón. Miró las heridas en mi rostro y el cansancio en mis ojos.

- Está bien – fue hasta donde mí y me abrazó – Descansa. Cuando te encuentres bien, búscame en la piscina, ahí estaré.

Fui hasta mi dormitorio, abrí las frazadas y me desplomé de un golpe en las suaves sábanas de seda.

No supe más del mundo hasta cuatro horas más tarde.

Desperté a las diez de la mañana, ya no tenía sueño, pero seguía cansada.

No podía creer que después de sufrir dos ataques la noche anterior, estaba de lo más tranquila durmiendo en mi cama.

SuicidiumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora