Capítulo 21

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-¡Yo también te amo!

Grité llorando hacia la nada, fuera de nuestra casa.

Caí de rodillas, caí ante la idea de no volver a verlo nunca más.

Mis lágrimas nunca habían estado tan frías, la noche nunca había estado tan fría, mi cuerpo nunca había estado tan frío. El suelo, estaba frío, mi ropa estaba fría, mi cara estaba congelada. Todo estaba frío, muerto. Ahora todo estaba muerto para mí.

Pude haberlo detenido.

Pude haberle dicho <<llévame conmigo>>.

Pude haberle exigido que me dijera hacia dónde iba.

Sin embargo, no hice ninguna de las anteriores. Me quedé ahí llorando, como si eso pudiera resolver algo.

Me quedé ahí llorando, al igual que su madre.

-¿Qué diablos sucede, Mile? — Preguntó Alonso, arrodillándose junto a mí — Escuché unos gritos en la residencia y salí de mi casa, ¿por qué lloras? ¿Qué sucedió?

-Déjame — Dije y entré a mi casa.

Subí corriendo a mi habitación y me lancé en mi cama a llorar. ¿Era fuerte? No podía quedarme ahí, llorando sin hacer nada.

Saqué mi mochila fiel, la que me acompañaba a todas y dentro eché unas dos poleras, un short, toallitas (uno nunca sabe), cepillo de pelo, cepillo de dientes, mucha fruta (muchas guindas, en realidad), toda la plata que tenía, mi identificación, mi celular, cargador y salí volando por la escalera y luego de la casa.

Estaba aún Alonso ahí afuera y le pregunté dónde siempre Austin suele meterse cuando quiere escaparse o esconderse.

-No tengo idea, Mile — me contestó — Austin es muy impredecible, puede dirigirse a cualquier lugar.

-Ya po, Alonso — le imploré — estoy segura que sabes dónde suele ir a pasar el mal rato.

-Bueno, cuando son cosas realmente importantes, me dijo que viaja. Nunca me ha dicho el lado específico de dónde va a meterse, ni el país. Pero sí sé que viaja fuera del país. Debe de estar en el aeropuerto.

-¿Me llevarías, Alonso? — pedí, ya sin aliento.

-Está bien — respondió luego de unos segundos.

Fuimos en el auto de Alonso al aeropuerto. Alonso, se notaba que igualmente estaba preocupado.

-Probablemente Austin se haya ido en taxi, así que también es probable que ya haya llegado.

-Ya no hay nada probable en esta vida — dije angustiada con los ojos cerrados.

-¿Qué pasó, Mile?

-Discutió con sus padres y se fue, así como así. Sin... sin mí — dije dolida.

-No lo tomes tan personal, Austin llega y se va cuando se siente así. Pero siempre vuelve, Mile. Siempre vuelve — me abrazó para tranquilizarme.

¿Pero si él ya se había ido y nunca más lo volvía a ver? ¿Qué pasaría si él nunca más volviese? ¿Qué pasaría entonces?

Alonso me dejó en la entrada del aeropuerto e insistió en acompañarme hasta que viera a Austin. De inmediato al entrar, pude divisarlo en uno de los asientos de espera. Estaba con la cabeza entre las manos y las rodillas. Estaba llorando, quizá.

-Ahí está Austin.

-¿Estarás bien? — me preguntó Alonso.

-Estaré con Austin.

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