Suicidium

Capítulo 24

Narra Austin:

-¿Milena? — le pregunté. Ella estaba con los ojos cerrados. Con sus hermosos párpados cerrados. No me preocupé mucho, ya que era la primera vez que lo consumía, quizás su cuerpo reaccionó de esa manera.

Pero... ¿y si era algo más que eso? ¿Debía hacer algo?

Sí, soy un estúpido. La dejé ahí por unos minutos, unas horas, y nada, no despertaba. Estaba hirviendo, la mojé, le tiré agua, la sacudí.

Y nada.

Me preocupé, maldita sea, me preocupé. ¿Qué demonios acababa de hacer?

¿Qué demonios había pasado por mi mente? Miré la hora en mi reloj y señalaba las seis de la mañana.

El sol ya estaba comenzando a salir. Así que llamé a mi piloto.

-Señor, discúlpeme, pero es imposible que esté allá en menos de una hora.

-No me importa cómo llegues hasta aquí, pero te quiero aquí en máximo una hora, ¿me escuchaste?

-Señor Holt...

-¡Maldita sea! Te estoy diciendo que es una urgencia, ¿acaso no entiendes? ¡Te quiero acá en medio de una hora!

-Está bien, señor.

-Por favor — dije, esta vez, con mis lágrimas saliendo de mis ojos y atravesando mis mejillas.

¿Cómo había accedido en darlo drogas a mi novia? A la chica que más amaba en esta tierra. La amo, la amo, la amo. ¿Y si ya estaba muerta? No, no, no podría ni pensarlo.

Me mataría a mí mismo si es que maté a mi polola.

Realmente me mataría.

Claro, si es que no me mata su padre primero.

Cuarenta minutos más tarde divisé a lo lejos un jet que venía demasiado rápido. Por fin.

Volví a mirar a Milena y estaba aún estirada en mi regazo. Inconciente. Respiraba, pero no se movía, si hubiera sido un simple desmayo, ya habría despertado.

Dios mío, la besé. La besaba, antes de que llegara el jet, un millón de veces. ¿Por qué no despertaba? ¿Por qué demonios no lo hacía?

Estaba con sus ojitos cerrados, con su cabello rubio cobrizo al viento.

Dios, la amaba, pero no la merecía. Le di drogas, y le hicieron esto. Si la maté, juro que yo me mato también.