Capítulo 09. Lluvia de diamantes.

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Diminutas lágrimas de carbono difunden la piel polvorienta de mí extenuado rostro, las inconstantes temperaturas aceleran la discontinuidad rítmica de un desgastado corazón que late sin control, entre consternaciones y aprensiones mis neuronas colisionan coléricamente como deslumbrantes cúmulos de magnetares, mis pensamientos se aceleran con la velocidad de la luz y se estrellan con los sentimientos que surgen del colapso estrepitoso, atronador y resonante que me atormenta hasta la letargia.

Poderosas tormentas eléctricas retumban los cielos dorados de los que llueven diamantes, las nubes descienden y las mareas ascienden, encumbrando a aquellas montañas de carbono que se mineralizan en enormes diamantes rojos y negros. El apocalipsis se enfurece con el delicado crujido de los huesos que se quiebran en la desgracia de esta vil impotencia, las insignificantes lágrimas de carbono siguen esparciéndose sobre mis fascias mientras se comprimen con los diamantes que me inundan hasta la cabeza.

El metano de la atmósfera se combina con las exaltadas temperaturas de los relámpagos cósmicos, la hostilidad del esplendoroso Saturno rompen los enlaces químicos de las insignificantes moléculas, separando enérgicamente a todos los átomos de hidrógeno con los de carbono. Los minúsculos átomos de carbono se unen entre sí formando monstruosas moléculas, matizando los borrascosos cielos de Saturno con nubes negras cargadas de electrones y protones. En el descenso de mis miedos y en el quebranto de mis victorias, las moléculas más pesadas de las alturas descienden con la atracción de la gravedad hacia las superficies más bajas de este solitario planeta, la enérgica presión se sincroniza con la temperatura y aumentan paralelamente para calcinarme y devastarme entre cenizas de desgasto.

El centro de Saturno continúa aplastándome con el peso de su gravedad, mientras que las moléculas que de lo más alto descienden, se convierten en grafito con los fragmentos de mi helado cuerpo demolido. La sofocante presión irradia los extremos de mis restos y continúa carbonizándome hasta que paradójicamente, la muerte me convierte en un diamante.

𝗨𝗡 𝗩𝗜𝗔𝗝𝗘 𝗦𝗜𝗡 𝗥𝗘𝗧𝗢𝗥𝗡𝗢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora