07│Becario (Parte 3)

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-¿A qué le das tantas vueltas?

Johnny suspira, sus ojos enrojecidos y los dedos presionando el puente de su nariz cuando se acomoda en el asiento, cansado de pensar y de no decidir de una vez por todas. YeRim, a su lado, se agacha a la altura del hombre sentado en el sofá para leer lo que reza la hoja sujeta entre sus dedos.

-A todo, nana -deja caer la hoja sobre la mesa de centro, se talla la cara y larga un suspiro.

Dos meses y cuatro salidas le valían al hombre de la maraña mental para tomar una decisión contundente. A partir de esa primera cita en febrero, muchas más atenciones y detalles así como atención especial y cuidado sutil se habían convertido en el pan de cada día para el menudo becario de la empresa, quien ni una sola vez dejó de dar las gracias y mostrarse sinceramente abrumado, entre sonrojos y sonrisas apenadas. DoYoung representaba el ochenta por ciento de sus pensamientos, día y noche. Entre mensajes de "Buenos días" y "Buenas noches", citas casuales y no tan abrumadoras como una salida al cine o a patinar en hielo (precioso, porque el castaño se aferró con el alma a las mangas del abrigo de Johnny y rió como un niño pequeño) Johnny logró indagar más en todo lo que Kim DoYoung significaba, desde el lunar sobre su labio hasta su color favorito, pasando por el timbre de su voz al reír o que uno de sus colmillos es más largo que el otro. Detalles, detalles como el aroma de su perfume o que se lleva los dedos a la boca en un tic recurrente, detalles que le causaban ternura y le robaban la atención totalmente, sin darse cuenta, mientras manejaba de regreso a casa del menor para dejarlo sano y salvo, pero no por eso más tranquilo.

En definitiva, tener un cierto tipo (muy peculiar, hay que decir) de relación sentimental para con alguien, no es un tema ligero de tratar. Uno no se sienta tranquilamente a beber té con el interpelado para soltarle así solamente y sin pelos "Pues mira, pasa que hay varias cosas que explicarte, porque novios novios así, normales, no vamos a ser". No.

Para Johnny, a sus treinta años y con dos relaciones estables detrás, no representaba tarea sencilla tener que plantarse por quinta vez frente a quien pretende, con una hoja llena de condiciones y reglas y explicar, detenidamente, cómo y por qué funciona de esa manera. Hablando claro, daba hasta miedo verlo de esa forma, como un contrato. Yo hago, tú haces, yo digo, tú obedeces; demasiado abrumador quizás, pues DoYoung era el más joven de sus prospectos.

Lo intentó, una vez, todo iba de maravilla pero TaeYong se cansó y como el hombre de veintitrés años que era, le dio las gracias y una corta despedida no-muy-sentimental antes de abandonar su casa. Pasó en esos entonces, meses tratando de entender qué era lo que no servía y quizás, pensando que en efecto si estaba algo zafado, como tantas veces leyó por ahí. Los encuentros casuales de foros especializados no eran suficientes, no cuando se puso de moda y demasiada gente mal informada entró a su mundo por el puro morbo, desconociendo completamente el concepto y los ideales. Más de una ocasión se vio asqueado y claramente insatisfecho mientras se enjuagaba bajo la ducha, escuchando desde el colchón un "Papi" que le sabía áspero en la lengua.

A partir de ahí y en el año siguiente, se dedicó a su trabajo, creciendo así la compañía y el nombre, el reconocimiento y el ingreso anual triplicado. Se sentía orgulloso de su personal, de su trabajo, de todos quienes conformaban el nombre de la firma y a la vez, en la soledad de su casa, vacío. Algo faltaba, una suave risa, unos ojos brillantes que le dieran los buenos días, besos de mariposa y muchos, muchos cuidados y atenciones exigidas de boquita de ese ángel que todavía no llegaba a su vida.

DoYoung lo había flechado al verlo, con sus ojitos delgados y cabello castaño despeinado, su nariz pequeñita y su sonrisa brillante. Era tan puro, se esforzaba tanto y sonreía tan sincero, sin poses ni ganas de aparentar una inocencia que despedía por sí solo de pasar caminando por el pasillo. Irradiaba alegría y ganas de ser protegido contra cualquier cosa, de mimarlo cada segundo y decirle lo especial y valioso que es al hacer su trabajo. DoYoung tenía también ese innegable sex appeal que llamaba a querer comerle la boca, marcarle la cadera con los dedos y empujarlo al límite de su cordura, sacar el demonio dormido en ese cuerpo angelical y para Johnny, era la gloria y la condena pensar en ello sin descanso.

Daddy's Little Boy│JohnDo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora