14│Rudos

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Es una noche tranquila en el centro comercial cuando la pareja sale en una rápida escapada nada fuera de lo común. Ir al cajero podría resultar bastante insulso si se piensa, pero con DoYoung a su lado, Johnny no sabe lo que puede pasar. Siempre es un placer ir juntos en el coche, tomarse las manos por los pasillos, entrar a tontear a las tiendas y comprarle a su bebé un montón de ropa y juguetes que desee (últimamente le gustan bastante los conejos) o hacer las compras juntos, con muchos besos de recompensa.

Pero definitivamente, no esperaba que algo tan desagradable sucediera.

La fila tardó más de lo usual y DoYoung, curioso como su naturaleza, se alejó al pequeño kiosko fuera del área de bancos para comprar un helado. No pueden culparlo, no cuando el aroma a chocolate derretido le sedujo con tanto descaro.

Johnny le dio un beso y su billetera y así, su pequeño y escurridizo ángel hizo fila por un helado, moviendo sus talones de adelante a atrás con una tonadita inventada en la lengua. Todo iba de maravilla.

"Por favor, inserte su tarjeta y no la retire hasta que sea indicado" ¡Maldición! Ocho malditos intentos de lo mismo y el cajero sigue sin leer su tarjeta. ¿Era en serio? ¡Cuando solamente llevaba una!

Johnny gruñe por lo bajo una maldición y retira por última vez la tarjeta de la ranura, escuchando un "Transacción incompleta" de esa voz robotizada a la que definitivamente ya le tomó manía. Detrás suyo, una mujer de avanzada edad suspira satisfecha de que ha llegado su turno y a Johnny no podría importarle menos. Tiene el estrés por las cejas y el malhumor hasta la frente, con las manos en los bolsillos del abrigo de cachemir y la nariz medio hundida en la bufanda.

Pero todo el enojo se disipa, cuando en ese pequeño kiosko de helado no está DoYoung.

Johnny siente como el alma le abandona el cuerpo, miles de escenarios, uno peor que el otro cruzan por su cabeza y avanza a pasos rápidos sobre la loseta pulida, dejando atrás los cajeros automáticos y el kiosko, únicamente buscando a su cielo entre la gente. Nadie, absolutamente nadie podría detenerlo de encontrarlo.

Llevado por el puro instinto y el miedo, llega a la zona de Arcade, pero ni un solo rastro de DoYoung. Ni frente a la maquina de peluches ni en el tapete de baile. Afortunadamente está a una esquina de la salida, a pasos del estacionamiento y ahí, cuando el frío golpea su cuerpo lleno de adrenalina y calor, lo ve.

Rodeado de tres sujetos para nada agradables a la vista, visiblemente asustado y definitivamente incómodo. Uno de ellos le empuja por un costado con insistencia, mientras el segundo se burla de alguna cosa que ha repetido el tercero y DoYoung se encoje en su sitio, abrazado a su propio cuerpo, negando con la cabeza.

-Ah, el niñato va a llorar...

-Si lloras es más divertido.

-Pero mira que monada, enséñame, dulzura.

Johnny definitivamente no necesita preguntar y avanza, más rápido de lo que pensó hacer nunca para apartar de un empujón al sujeto que se atrevió a siquiera tocar a DoYoung. La alarma del auto contra el que impacta no es suficiente para hacer reaccionar y salir de su ira a Johnny, quien sin dudarlo arremete en dos certeros golpes contra el tipo. Uno de ellos lo toma por los hombros y tropieza, apenas capaz de escuchar un "¡Johnny!" asustado de labios de su pequeño.

El segundo en cuestión da un traspié, esquivando con éxito el revés de Johnny.

-¿Cuál es tu maldito problema? -lo empuja por los hombros. El aroma rancio del alcohol barato en su aliento.

-¡No toques a mi novio! -y de un puñetazo a la quijada, cae al suelo.

Al tercero, no hubo ni que tocarlo. Salió corriendo tan pronto su camarada escupió sangre en el suelo.

-Carajo -se limpia, con la manga sucia del abrigo-. Putos niños mimados.

Apenas el hombre da un paso intentando levantarse, Johnny lo toma por el cuello, a la altura de sus ojos.

-Corre. Corre como la maldita cucaracha que eres o te juro que te quedes sin huevos, ¿queda claro?

-¡Vamonos! -intercede el primero, desde el auto y con la cabeza sangrante por el vidrio roto-. ¡Corre, demonios!

Los dos hombres se alejan, uno peor que el otro y se pierden, saliendo del estacionamiento. Sin darse cuenta del dolor o de los golpes en sus nudillos, sin pensar en absolutamente nada más, Johnny abraza a DoYoung contra su pecho, escuchándolo hipar de llanto, con el corazón hecho trizas en el pecho.

-Bebé, mi dulce ángel... -le acaricia el cabello, la espalda, le besa la frente sin freno, mientras DoYoung se hunde en su pecho-. Perdóname, perdóname mi cielo, no debí dejarte solo.

DoYoung atina a negar con la cabeza, más fuerte de lo que debería y se talla la carita con ambas manos, limpiando sus lágrimas angustiadas-. Ellos, ellos querían y yo, no encontraba el auto, ya no estabas y y-

-Ya, está bien ven aquí... -sin dejarlo continuar, Johnny lo abraza de nuevo, recargando su mejilla en la cabeza del menor-. Shh, mi pequeño, estás a salvo, estás conmigo...

DoYoung asiente, liberando de a poco el fuerte agarre de sus manitas en el abrigo de Johnny-. Quiero irme a casa.

Johnny asiente, besando suavemente los labios de DoYoung mientras sujeta su carita. Pero hay un pequeño problema...

El vidrio del auto, está roto. Y ese auto no es suyo.

-Uhm... Cariño...

-¿Uhm?

-Creo que debemos esperar un poquito -el mayor le despeja la frente de los cabellos plateados y rebeldes-. Tengo que arreglar lo del auto antes.

Curioso y confundido, DoYoung alza una ceja con un pequeño puchero en los labios-. ¿Por qué?

-Porque rompí el cristal.

DoYoung abre bien grande sus ojitos, su boca y se tapa con ambas manos al percatarse del cristal roto de ese Pontiac al cual no le había puesto atención entre toda la conmoción-. ¡Papi!

Entre risas, Johnny lo atrae de nuevo a su pecho-. Shh, tú no has visto nada, no debes aprender esas cosas malas...

-¿Podemos esperar en el auto al dueño de este?

-Sip, si podemos -lo mueve con cariño de un lado a otro-. ¿Pero sabes que es mejor que esperar?

Con las mejillas abultadas por las manos de Papi sobre ellas y un puchero en los labios, DoYoung pregunta-. ¿Qué?

-Esperar con helado -un beso fugaz en sus labios-. Vamos, compramos dos copas, de todos los sabores.

Daddy's Little Boy│JohnDo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora