Peyton no es precisamente la definición de chica buena. En su pasado anduvo de boca en boca con sobrenombres denigrantes hacia su persona. A pesar de que aprendió a vivir con ello, jamás le agradó ser conocida como "La chica fácil". Nunca consideró...
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Notita: Este capítulo trata tema sensibles como abuso de drogas, acoso sexual y abuso (No descrito). Si eres sensible frente a estos temas, te recomiendo que no lo leas. O que tengas toda la discreción posible.
Connor Carter.
Repiqueteo los dedos en la mesa metálica, sintiendo las reverberaciones que ocasiona el movimiento. Mis oídos zumban al sentir la ansiedad recorriendo mi cuerpo entero y eso parece llamar la atención del hombre frente a mí.
—Connor —me llama, obligándome a alzar la cabeza—. Hijo, me preocupas.
Mi padre leva su mirada a mis ojos y el azul en estos conecta con el mío. Frunzo los labios intentando contener el llanto que me avasalla desde dentro.
Vine aquí para distraerme, para sentirme mejor al estar con alguien a quien amo. Pero el dolor y la angustia no me abandonan en ningún momento. No duermo, no como, no soy persona desde que Peyton desapareció.
Hace dos semanas.
—N-no importa, yo estoy bien —miento descaradamente. Es lo único que he hecho este tiempo. Fingir que no me desmorono cada vez más—. ¿Cómo estás tú? ¿Has comido? ¿Cómo vas con la desintoxicación?
Agacha la mirada, contestando por si solo mi pregunta.
—No es tan fácil.
—Papá, me lo prometiste —exclamo herido. Me duele ver cómo su vida se ha ido a la miseria por causa de las drogas—, no puedes seguir consumiendo y no esperar que me enoje. Ya perdiste a mamá y a Colton. ¿Quieres perderme a mí también?
Traga saliva, causándome un escalofrío que consigue que me piquen los ojos. Odio hacerlo sentir mal, pero con el paso de los años aprendí que tengo que hablarle firmemente para que me tome en serio.
He visto cosas que me han roto el corazón. Entre ellas, cómo mi familia se desintegró a causa de las adicciones de mi papá. Cómo mi hermano mayor adquirió sus conductas violentas y las apropió hasta convertirse en un abusador. Y cómo mi madre se hizo adicta al trabajo para evitar pensar en lo que la atormenta.
¿Y yo? Yo me enamoré de alguien que vino a mi vida tan rápido como se fue. Y cuando lo hizo, dejó un vacío en mi corazón tan grande que nada. Absolutamente nada podrá llenarlo de nuevo.
Pensar en Peyton hace que mi pecho se encoja y tenga ganas de romperlo todo.
—No quiero perderte —musita mi padre, tomando una de mis manos para darle un fuerte apretón—. Eres lo único que me queda.
Sonrío débilmente y asiento. Él nota mi humor decaído y frunce sus ojos, acompañándolo de un suspiro.
