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Muchos dicen que cuando cometes un error ya no hay vuelta atrás, y que tu vida queda manchada para siempre

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Muchos dicen que cuando cometes un error ya no hay vuelta atrás, y que tu vida queda manchada para siempre.

En ese caso en mi pasado es como un dálmata, porque estoy llena de errores que mancharon mi presente.

Durante la secundaria fui la causa de muchas burlas e insultos diarios, con apodos como: "zorra, buscona, golfa, mojigata" y otras cosas que prefiero no recordar.

Pero hoy iba a ser diferente, porque ya estaba en una nueva escuela, donde nadie iba a conocer mis antecedentes, e iba a empezar desde cero.

—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe hasta la dirección? —pregunta mi mamá mostrando su fuerte interés en que todo en este día salga perfecto.

—En absoluto. Puedo apañarmelas — le respondo quitándome el cinturón de seguridad—. Te veo en la tarde.

Salgo del auto escuchando como mis pies aterrizan en el pavimento del aparcamiento, donde hay muchos adolescentes bajándose de sus autos propios u otros como yo bajándose del auto de sus padres.

Agarro las correas de mi mochila e inhalo una gran cantidad de aire.

Me giro al auto y veo como mi mamá me observa tal y como lo haría una mamá pájaro a su bebé cuando quiere volar solo.

—Nathaniel va a recogerte —dice más como en tono de pregunta—. Sale temprano de la oficina y puede llevarlas a Ángeles y a tí antes de irse a casa.

—Vale —asiento.

—Nos vemos en la tarde, te quiero mucho, Peyton.

Le lanzo un beso volador mientras ella sube el vidrio y enciende el auto para dirigirse a su trabajo velozmente. Si algo caracteriza a Chloe Sullivan es su puntualidad, por lo que cuando escucho como rechinan los neumáticos del auto por el aparcamiento no me sorprendo sabiendo su afán por llegar temprano.

Me doy media vuelta para ver el gran edificio a mis espaldas. A mis diecisiete años nunca había sentido tantos nervios como ahora. Un nuevo instituto que me daba pavor, pero fue mi decisión venir aquí, ahora debía enfrentarlo.

Después de cuatro años de pedirle a mis padres que me cambiasen de escuela sin ser escuchada, ahora estaba allí, mi petición se había cumplido, luego de cuatro años de burlas, acosos y otras cosas que no quiero recordar.

Faltaban por lo menos diez minutos para que las clases iniciaran, por lo que decido comenzar a caminar hacia la dirección para mis horarios y todo eso.

Observo todo con detenimiento, en los bordes de la entrada hay algunos grupos de estudiantes que al parecer ya se conocen y se están reencontrando luego de que las vacaciones de invierno se terminasen.

En mi antigua escuela yo llegaba a un grupo de tres, amiga Marie y mi amigo Trent.

Ambos ya se fueron a la universidad hace un año y yo me quedé sola, por lo que decidí pararme en la raya y decirle a mis padres que no podía seguir en esa escuela, y mucho menos sola.

¡Hey, Connor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora