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Jasper me miró con una expresión que no logré descifrar, miró de una manera similar a la de un niño mirando a su mamá mientras esta le habla y él no está realmente poniendo atención, no se veía ni angustiado ni lo más mínimamente preocupado de estar atrapado en un ascensor.

Asumí que no tenía interés en hablarme ni en pedirme que dejara de apretar el botón, tuve que iniciar la conversación, - Jasper, me gustaría que fueras sincero conmigo y me explicaras como es que eres un doctor. – me miró con gracia, como si mi petición hubiera sido un chiste, - si bueno, y a mi me gustaría salir del ascensor. – dijo con una pequeña sonrisa que, aunque me pareció hermosa, me molestó. – Por favor, sé en lo que trabajas, no creo que esto sea más profundo que eso, mientras antes respondas, antes saldrás de aquí. – respondí de la misma forma que él, con una pequeña sonrisa y un aire de gracia.

Se apoyó contra la pared y comenzó a anotar algo en una ficha médica que traía en su mano, cuando dejó de escribir, me la ofreció y confundida la acepté y la leí.

"No creo que al señor k le guste que te revele esa información, menos si hay cámaras y micrófonos en el ascensor ;)."

Con disimulo miré hacia arriba, no pude distinguir las cámaras ni logré encontrar los micrófonos, debían estar muy bien escondidos, aún no comenzaba a trabajar y ya lo estaba haciendo mal, tendría que hablar con Jasper en otro momento, solté el botón rojo, llegamos al primer piso, Jasper salió del ascensor tranquilamente, pero luego vio su celular, supuse que algún mensaje, y salió corriendo por las escaleras, inmediatamente pensé en Leo, que estaba en el cuarto piso, salí corriendo tras su primo.

Llegué al cuarto piso y vi como Jasper entró desesperadamente en la habitación de Leo, dejando la puerta abierta, me acerqué rápidamente y entré a la habitación, cuando lo vi, estaba pálido, sin expresión, como si solo fuera un cuerpo, con su primo y dos enfermeras más intentando resucitarlo, contando para volver a darle corriente, presionando su pecho para conseguir traer de vuelta su respiración. Una de las enfermeras se percató de mi presencia y me cerró la puerta, dejándome fuera de la habitación, estaba en blanco, no podía pensar, no sabía cómo me sentía, ¿Mi mejor amigo se había ido?

Me di vuelta y encontré al señor k parado detrás de mi, al igual que yo, esperando saber si su hijo saldría de esa habitación para ir a casa o para ir a la morgue, al cabo de un par de minutos, abrieron la puerta y las dos enfermeras sacaron una camilla, con el cuerpo de Leo cubierto por una sábana blanca y dejando en la habitación a Jasper, apoyando su frente contra la pared y respirando entrecortadamente mientras el señor k perseguía la camilla y yo, con el alma colgando de un hilo, lágrimas silenciosas y espasmos recorriendo todo mi cuerpo, entendía que Leo se había ido para siempre.

- 1 mes después -

Había pasado un mes desde que él partió, desde que no pude escuchar su voz en las mañanas ni sentir como se acomodaba al otro lado de la cama, Alice y yo decidimos que volveríamos a nuestra casa, ella se quedaría en la casa de los Koch un poco más, así no estaría sola en la casa Lauder en lo que yo estudiaba o trabajaba, yo volvería a casa y entraría en el negocio, pero no sin antes hablar con Jasper.

Tenía mi bolso en la puerta, me dirigí a la cocina, Jasper estaba sentado en la mesa, bebiendo un café. - ¿Ya te vas? – me miro, pero realmente no estaba mirándome, solo dirigía su vista a mi dirección. – Si, ¿Podemos hablar antes? – dije y por fin me miro. – No sé cómo empezar... las cajas de cartón y maletas extra que trajo el señor k cuando volvió, son mis cosas, me mudé aquí porque Leo me lo había pedido... a pesar de ser joven, soy doctor, manejo el negocio en Italia durante las mañanas, en las tardes estudio administración y negocios al igual que todos en la familia, pero en las noches estudio medicina y a veces voy a un hospital pobre a ayudar, así saque mi título mucho antes, no se me ocurre nada más, pregunta lo que quieras, ya estás en el negocio. – dijo lentamente, tomado pausas y bajando su vista a su taza. - ¿porque no manejan el negocio tus padres? – pregunté, - No tengo. – dijo casualmente y luego bebió de su café, como si fuera algo de lo que hablara todos los días, - Lo lamento, gracias por aclararme todo. – iba a irme cuando lo vi levantarse de su silla y caminar directo hacía mi, cuando estuvimos frente a frente, sus manos rozaron las mías mientras sus ojos grises me miraban, pidiendo permiso para aumentar el contacto, instintivamente me acerqué un poco más, pocos segundos después terminamos abrazados, - Un gusto conocerte. – susurro en mi oído, - El gusto fue mío. – respondí en su cuello, nos separamos, le di una última mirada en forma de despedida y me marché.

Llegué a lo que algún día llamé hogar, porque ya no lo era, mis padres estaban muertos y mi hermana estaba en otro lado, mi hogar ya no era este, era la habitación de Leo, era la risa de mi mejor amigo, era su excesivo perfume, eran sus palabras de consuelo, sus fríos y expresivos ojos azules que nunca volvería a ver, era todo a su alrededor, era él.

Entre y prendí las luces, dejé el bolso en mi antigua y ahora nueva habitación y tomé una ducha algo larga, mis lágrimas se mezclaban con el agua y mis sollozos con el ruido que hacía el agua al llegar al suelo. Cuando terminé, me puse mi pijama y bajé a la cocina, me prepare unos fideos chinos y los comí sola, sentada en el suelo de la cocina, apoyando mi espalda en la isla que había en medio, la casa era realmente grande, me sentía por primera vez en mucho tiempo, sola, y no porque estuviera literalmente sola dentro de una mansión, sino porque ya no tenía a nadie.

Comí rápido, me levanté del suelo, busqué el frasco de café y saqué la pequeña llave plateada que tenía dentro y subí a la habitación que, en algún momento, perteneció a mis padres.

Entré a la habitación y enseguida sentí una presión en mi pecho, una dificultad al respirar, avancé despacio pero no pude llegar más allá de la mitad y allí parada en el medio de la habitación, sentí como mi cuerpo temblaba mientras el llanto salía descontrolada y silenciosamente, tenía frío, me sentía abandonada, todos los pilares que alguna vez tuve se derrumbaron y yo no podía caer al suelo con ellos, tenía que ser fuerte por alguien más, solo deseaba desaparecer y dejar todo atrás, pero no podía ser así de egoísta. No sé cuánto tiempo me quedé ahí, perdida en mis recuerdos, en mis cumpleaños, navidades, vacaciones, viajes y todas las memorias que tenía junto a mis padres.

Una vez en el closet, me senté en el suelo y saqué la caja negra de debajo del mini sillón blanco, tomé una larga y profunda respiración antes de abrirla. Tal y como decía la carta, encontré contratos, identificaciones falsas, tarjetas de crédito, dinero en efectivo, fotos y los testamentos. Comencé a leer cada papel que pasaba por mis manos hasta que llegué a los últimos, mi madre le dejaba todas sus pertenencias y dinero a mi hermana y mi padre dejaba sus pertenencias, propiedades, dinero y la empresa en mis manos, si bien la empresa era manejada por mi madre y padre, estaba solo a nombre de él, por lo que ahora era mía.

Cuando saqué todas las cosas ya nombradas, en el fondo encontré una pistola, una revolver 38 color negro, y bajo esta una cajita llena de balas, volví a meter todo menos la pistola y sus recargas a la caja fuerte, la cerré con llave y me fui a mi habitación.

A través de sombras grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora