La invocación

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Los elfos deben morir

Capítulo 1: La invocación

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Las calles de la capital del reino de Florlis despertaban con el ajetreo que le caracterizó el último par de años. Por lo general de ambiente tranquilo, las plazas y plazoletas veían el debate de los ciudadanos que más pronto que tarde finalizaba en protestas contra el rey Luis III, apodado el Rey Sol entre sus súbditos de la casa real, aunque era conocido como El Beodo, por las masas debido al carácter laxo del monarca en lo referente a gobernar a su pueblo y cargar a sus pobres súbditos con injustos impuestos que eran destinados a las fiestas del monarca donde se desarrollaban banquetes heliogábalos y otras excentricidades, muy cuestionables todas ellas.

Sabio es el dicho popular que reza: No se debe tirar de una cuerda de por sí ya bastante tirante, pero el monarca prefirió hacer oídos sordos al justo reclamo de la población; no es de extrañar pues, que estalló la revolución y, pese a las palabras del monarca al frente de la guillotina en las que declamó que no había magia alguna para solucionar el tema del hambre, el pueblo respondió en coro único: Hay un hechizo para frenar el hambre: derrocar al Rey.

La cabeza de Luis III fue a parar a una cesta, luego se la clavó en la punta de una lanza y se paseó aquella por las calles de Parasol, la capital. Sin embargo, no se coronó a ningún delfín como nuevo soberano pues la revolución degeneró en la era del terror y con ella, el fin de la dinastía de los Lis.

El poder no admite vacío y hombres corruptos desfilaron por alfombras rojas para luego terminar sus cuellos bajo el beso corto de la guillotina; ante tanto desasosiego, fue una junta tuitiva de obispos la que declaró la pronta venida de la democracia, un sistema sin parangón y único en el mundo. Las monarquías del continente no vieron con buenos ojos aquella potencial afrenta a sus intereses, sin embargo, fue la tundra del norte, el reino de los demonios, el que avanzó con la intención de hacer la guerra.

La intención del rey demonio fue la de atacar Florlis aprovechando el hecho de que ninguna otra potencia acudiría en ayuda del reino que desechó el derecho divino de los reyes, sin embargo, el mundo cambió mucho desde la última invasión del norte y la invención de la pólvora, dio al traste con su deseo de una rápida victoria. Cañones, arcabuces, mosquetes y nuevas formas de hacer la guerra por parte de los hombres, no solo le contuvieron, también le hicieron retroceder hasta Moradon, llamada la fortaleza oscura, capital de su imperio oscuro cubierto por nieves eternas.

—Mi señor, ¿qué haremos? Los humanos avanzan imparables por todas partes y solo aquí, en la fortaleza oscura, les hemos contenido.

—Moradon no va a caer ante los débiles y patéticos humanos —dijo el rey demonio con mucha seguridad, sin embargo, el sonido de una bala de cañón estrellándose muy cerca hizo a todos gemir de miedo, incluyendo al soberano de los brutos.

—¡Mi señor, tenemos que hacer algo! ¿Qué manda usted a hacer?

Más impactos de cañón hicieron caer el polvo sobre el trono del monarca oscuro, el fin se avecinaba.

—No lo entiendo, ¿cómo pudieron presentar tanta resistencia y coraje? Se suponía que era un reino caído en desgracia.

—Mi señor, los humanos hallaron valor al saberse que pelearían por sus familias y no por un rey que abusaba de ellos. Formaron un ejército que le llaman los descamisados y lo peor de todo: son los expertos mosqueteros, los capitanes del enemigo, enemigo que nos gana pese a ser iletrados.

—Basta, que nosotros no somos mejores, en Moradon nunca vimos útil cosas como la escritura o la lectura.

Como declamando la utilidad del saber y cultivar el intelecto, más cañonazos destrozaron lo que era el orgullo de las huestes demoniacas.

—¡Al demonio las consejeras! ¡Esas viejas y arrugadas arpías pueden irse al infierno! ¡Deprisa, preparen todo para la invocación de los grandes demonios!

Los presentes vieron estupefactos a su monarca, era bien sabido que el invocar a los grandes demonios podía significar la ruina para ellos.

Antes, en la prehistoria, los demonios controlaban el mundo y los primitivos humanos les rendían pleitesía, todo eso cambió con la llegada de las razas antiguas de los elfos, enanos y otros. La invocación de los grandes demonios era una espada de doble filo, no siempre podían ser controlados por los reyes demonios y reinos enteros fueron destruidos.

—No tenemos opción, realicemos la invocación —ordenó su atronadora voz al son de atronadores impactos de cañón.

A diferencia de lo que se decía eran las invocaciones humanas de héroes de otro mundo, un arte que se perdió en los vaivenes de la historia, aquí se vio sonidos guturales en vez de salmos. Pedernal y sangre fueron los sacerdotes de esa misa de llantos y pedidos de clemencia; curioso, antes los prisioneros humanos pensaron que morir sería preferible a la tortuosa esclavitud de sus brutos señores de los látigos.

El aire se volvió pesado y fue difícil el respirar, la tosca y alta bóveda desapareció y mostró el cielo con sus nubes junto a figuras que cayeron al piso, apenas aquellas se posaron sobre las baldosas, el alto techo tosco de diez metros volvió a materializarse y el aire llenó los pulmones castigados.

—Pero, ¿qué es esto? —dijo el rey demonio, no se lo podía culpar. En vez de formas crueles y amorfas o poderosas e intimidantes, se vislumbró siluetas estéticas y voluptuosas.

Féminas que se veían como la tentación y la lujuria misma se pusieron de pie, la extrañez en sus semblantes solo duró un segundo, sus miradas se mostraron desafiantes.

—¿Qué pasó? ¿Solo son elfos? —dijo el rey demonio y un coro se levantó entre los brutos.

—¡Los elfos deben morir!

Una lengua relamió con sensualidad y placer esos labios suaves y carnosos, una sonrisa que dibujaba dulzura y crueldad a partes iguales se perfiló bajo la luz de las antorchas.

CONTINUARÁ...

isekai : ¡Los elfos deben morir! (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora