El asalto a los borrachos

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Los elfos deben morir

Capítulo 5: El asalto a los borrachos

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Por todos era conocido la naturaleza simple y brutal de los demonios del norte, criaturas atadas a instintos primarios y primitivos, sin mayor aliciente en sus cortas y brutales vidas que el entregarse a la borrachera luego de una buena pelea; aquello, iba a jugar a favor de las siluetas recortadas contra el piso congelado.

Vestían capas y capuchas blancas para camuflarse, así como bufandas que embozaban sus rostros, no querían que sus vahos les delataran en ese clima gélido. No portaban armas de fuego, temieron que el olor de la pólvora les delatara en su misión suicida: infiltrarse en Moradon y envenenar los depósitos de agua con un potente veneno que llevaban en pellejos de piel de cerdo reforzadas.

—Mira, las grandes puertas están abiertas.

—No tendremos que forzar una entrada por los resquicios de la montaña.

—No hay vigilancia, no lo sé, puede ser peligroso.

—De todas formas va a haber peligro, yo digo que entremos por allí.

Atenazaron los músculos en esas poses incómodas suyas, esperando la decisión de su líder.

—No, sería estúpido forzar la suerte, recuerden: El camino más corto siempre conduce al precipicio.

Uno de los hombres dio un gruñido, tratando de mover sus dedos bajo esos guantes gruesos que les protegían de la necrosis, supo que la escalada hasta una de las fumarolas artificiales sería una tortura.

Zigzaguearon por entre muros defensivos y primitivas torretas que no tenían vigía alguno. Uno apagó un suspiro al ver alejarse la luz de la entrada principal para luego apretar la mandíbula y seguir con ese ascenso que castigaba brazos y piernas.

«Por fin, se me va a caer la nariz en este frío», pensó más de uno al alcanzar la fumarola que despedía una lumbre naranja y humo que olía a efluvios de alcohol y otras cosas hirientes para el olfato humano.

Ensancharon la abertura con pequeñas picotas y elementos de albañilería, teniendo el cuidado necesario de no provocar un desprendimiento de nieve o rocas ya sea fuera como dentro de la fumarola. Una vez satisfechos, metieron la panza, algo no muy necesario debido a su delgadez producto de la antigua tiranía de los Lis, y se deslizaron hacia las profundidades de ese infierno enclavado en el norte.

—Mira, parece que hubo toda una francachela en este lugar.

—Todos están inconscientes de bebida y atragantarse como si no hubiera mañana.

—No habrá mañana si no nos tomamos esto en serio, vamos, tenemos que encontrar los pozos de agua, sé que los demonios no beben directo de la nieve y después de toda esta parranda colosal, tendrán más sed que un camello allá en la lejana Magnus, en Egiptia.

Como sombras aparecieron y se deslizaron una vez llegados al piso, miraron con nerviosismo a todos lados temiendo ver a un vigía o demonio yendo a mear a alguna esquina, pero se sorprendieron con la alfombra de demonios roncando.

—¿Qué haces? ¿Por qué no sigues?

—Vean, todos están dormidos, no creo que ninguno despierte.

—Pues eso es bueno, corramos hasta encontrar los pozos, mientras más rápido salgamos de este cuchitril gigantesco, mejor.

—No. Cambio de planes.

—¿A qué te refieres?

—No tendremos una mejor oportunidad que esta. Las reservas del campamento están frescas y listas por si acaso. Salgamos a la entrada, mandemos una señal y todos los reservistas entrarán en tropel listos para degollar a todo demonio tendido en el piso.

isekai : ¡Los elfos deben morir! (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora