La caída de Moradon

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Los elfos deben morir

Capítulo 6: La caída de Moradon

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El silencio que olía a sudor tuvo un baile de miradas que iban de uno a otro lado. Por una parte, estaba el grupo de consejeras del rey demonio, y por la otra, las elfas oscuras de otro mundo.

No es necesario decir cual grupo despertaba más simpatías, pero tal cosa no perturbó a las monstruosidades ancianas de diverso tamaño y ropas que hedían a orines de vieja. Imperturbables, mantuvieron la mirada fija de ojos lechosos en las facciones lozanas de sus rivales y no disimularon expresiones de asco y envidia.

—Ya basta, estoy cansado de sus conspiraciones, hato de viejas pútridas que no hacen más que dar malas noticias.

—Mi señor, solo buscamos que no cometa ningún error fatal.

—¡Pues buenos me sirvieron sus miserables consejos! Los torpes y patéticos humanos golpearon a las puertas mismas de Moradon. Váyanse de mi vista a ver si alguna roca las aplasta o algo, me aburren y son unas aguafiestas.

—Le recuerdo mi rey, que fuimos justo nosotras, quienes le advertimos de la insensatez de atacar el reino de los humanos.

—No hiciste caso a lo que te dijimos y el olor de humano infecta este lugar.

Siltus abrió esas pequeñas aberturas que tenía por fosas nasales, dispuesto a gritar a esas criaturas patéticas y encorvadas con forma de serpiente que renqueaban al caminar, sin embargo, Ofid'Salae se acercó al campo de su visión perimetral asumiendo una pose sumisa y elegante al doblar un poco el tronco.

—¿Qué deseas?

—Mi señor, que tu justa cólera no caiga en tus consejeras, toma en cuenta que trataron en lo mejor de sus capacidades de orientarte, no es su culpa el no haber podido estar a la altura de las circunstancias o de su posición.

Las viejas sisearon con un tono ronco ante la bofetada verbal dada por parte de la elfa con palabras afectadas. Fruncieron el ceño al ver como su gobernante se apaciguaba ante la foránea.

—Tienes razón, se vería mal que me encolerice ante estas viejas chochas y hediondas. Dime, ¿qué me sugieres hacer a partir de este momento?

—Mi señor, las palabras de tus consejeras encierran sabiduría, sería peligroso aventurarse sin un plan previo, dejad que sean mis hermanas las que vayan al sur para recabar inteligencia y así trazar un plan para evitar que los humanos avancen de nuevo sobre tus dominios.

—¿Y tú? ¿Qué harás, tú?

—¿Tan cansado está mi señor de mí? Esperaba que cuidase de mí, en especial al sentirme tan frágil y vulnerable luego de sentir el soplo del viento invernal. Mi piel clama por calor y abrigo, a diferencia de mis hermanas, yo siempre he dependido de la amistad del prójimo.

Tega jaló con disimulo una de las coletas de Sinta, quien estaba a punto de reírse ante semejantes tonterías de los labios de su hermana mayor; Betor, por otra parte, frunció el ceño y puso cara de asco al ver como los senos de su hermana hacían un disimulado contacto con el brazo del rey demonio.

«Esa puta, no entiendo cómo lo hace. Supongo que es más serpiente que elfa, pues busca el calor para luego morder».

—¿Estás segura?

—Lo estoy, mi señor, vuestras consejeras exigen que te hagas fuerte en Moradon, pero también es preciso dar solución pronta al problema del puente sobre el rio Morgus, mancillado su nombre por los inferiores humanos. No necesitas rebajarte a inspeccionar el campo enemigo, deja a mis hermanas, muy capaces todas ellas, encargarse de aquello.

isekai : ¡Los elfos deben morir! (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora