Triunvirato

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Los elfos deben morir

Capítulo 13: Triunvirato

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El sol en las afueras del puerto bañaba a todos con su calor. El hedor de sudores de docenas de estibadores no molestaba a los hombres de tez blanca y ojos azules como el mar, pero duros como los témpanos del norte. Un perro negro, famélico, movía la cola con la esperanza de obtener siquiera un mendrugo de pan o un hueso seco; la fortuna le sonrió, los hombres de adustos gestos esbozaron sonrisas y le dieron bocadillos pese a que no podían darse el lujo de desperdiciar comida.

Un hombre, uno alto que llevaba un gran sombrero adornado de joyas y plumajes diversos se acercó. Vestía ropajes lujosos y coloridos, el dorado y el rojo contrastaron con las prendas grises y caquis de los hombres que le saludaron al verlo.

—Capitán Arnold, ¿alguna novedad con respecto a la batalla?

—Hice el acuerdo, amigos, iremos a pelear contra los demonios.

Varios hombres sonrieron aliviados, incluso algunos dieron unos vítores a su capitán.

—¿Y la paga, señor? —El rostro del capitán se agrió y aquello causó que todos guarden un respetuoso silencio.

—Me temo que lamentarán haber entregado esas carnes a ese perro sarnoso.

—¿Tan mal te fue?

—Peor, pero descuiden. Esta República del Directorio les dio una buena paliza a las potencias monárquicas del Cisne. Todos los ejércitos están agotados y los asignados, el nuevo papel moneda de este absurdo de país se imprime fuerte, por el momento. Sugiero pelear, sobrevivir y luego gastar lo más rápido posible.

—¿Es que acaso lo hemos hecho de otra manera? —dijo alguien elevando la voz y todos los presentes se rieron, incluido Arnold.

—Por eso dije pelear, sobrevivir y gastar, no ganar. La baja paga en asignados junto al hecho de que no quieran pagarnos en oro que es más seguro, nos obliga a combatir en la medida en que nuestros patrones nos aprecian.

Esta vez nadie se carcajeó, cruzaron miradas, pero nadie se animó a pedir la palabra.

—Miren, amigos. Sé que las cosas no van nada bien desde hace tiempo. Nosotros, los Doble Paga, que antes éramos los más solicitados de todo el Cisne, nos vemos forzados a mendigar. Los reinos se han hecho tan fuertes que ya no ven necesario contratar los servicios de estos perros de guerra, pero miren, gracias a la República del Directorio, que el caos ha vuelto a surgir gracias a una guerra de desgate que la han ganado estos mosqueteros.

»Esos ex nobles de bigotes finos y recortados son como el perro ese al que han dado de comer: fieles pero tontos. Nosotros descendemos de los teutones, somos los Doble Paga, y les aseguro que vendrán tiempos mejores para los más aguerridos mercenarios en esta parte del mundo.

—Pero nos dices que no le pongamos mucho empeño, ¿cómo van a venir tiempos mejores si no damos lo mejor de nosotros?

El hombre sonrió poniendo nervioso a todos, se acercó al perro y le dio una patada causando que este le gruñera, pero el duelo de miradas la ganó el rubio y el can se retiró con el rabo entre las patas. Arnold continuó su camino, se acomodó la capa y la figura de una espada de cazador de dragón sobre una bandera dorada, lució sus colores frente al sol que bañaba con su calor al perro y a los perros de la guerra.

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De nuevo los hombres marchaban en los eriales del norte, como autómatas para negar cosas como el cansancio y el hambre, sin embargo, no podían escapar sus mentes al martirio opresivo del miedo; el norte, el territorio del Rey Demonio, resultó poco propicio para ceñirse con coronas de olivo y laurel.

isekai : ¡Los elfos deben morir! (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora