CAPÍTULO 29

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Mi cuerpo estaba parado estático en la puerta de su casa dudando si tocar o no. Tenía que hacerle frente, era momento de hablar. Respire hondo dos veces antes de tocar. El terror de que ella abriera me invadía.

La puerta se abrió.

-Alejandro.

-Buenos días señora Marlene, vine a ver a Lucia.

-Que bueno que llegas, está insoportable, discutió con su papá y se encerró en su habitación. Pasa -dijo haciendo un ademán.

Entré y me quedé parado en la puerta mirando alrededor, asegurándome de que el señor Sandoval no se encontrará.

-Sebastian no está -cerró la puerta detrás de mí -Lucia está en su habitación. Puedes subir.

-Creí que la llamaría.

-No creo que me escuche, ya sabes cómo es cuando está enojada.

-Esta bien. Gracias.

Avance por la casa hacía las escaleras. Toda mi concentración se ubicaba en no hacer ningún ruido con la madera de los escalones, para que no me anunciara.

Mi corazón dejó de latir algunos segundos cuando di el primer golpe a su puerta. Me quedé estático unos segundos y no obtuve respuesta. Golpeé de nueva cuenta.

-¡Mamá ya te dije que me dejes en paz! -escuche su grito del otro lado de la puerta.

-¿Lucia? Soy yo...

Esperé un momento, no se escuchaba ningún ruido dentro de la habitación. Así que toqué de nuevo. Comencé a pensar que se había arrepentido de hablar conmigo.

La puerta se abrió.

Ambos permanecimos en silencio, mirándonos unos minutos. Tenía los ojos hinchados.

-Hola -saludé suavemente.

-Has venido… -murmuró. Apenas la escuché.

-Aquí estoy -susurré, separando mis brazos de mi cuerpo un momento y después dejándolos caer haciendo que golpeasen contra mis piernas.

Sinceramente me moría por abrazarla.

Dió un paso hacia atrás, dejando espacio para que entrara. Lo hice y cerró la puerta nuevamente.

El incómodo silencio se apoderó de la habitación poniéndome tenso y nervioso. Se sentó en la orilla de la cama sin mirarme.

-Lo siento -hable.

Nuestras miradas se encontraron.

Tomé la silla de su escritorio y me senté frente a ella.

-Lo siento tanto Lu. No tengo justificación, me comporte como un completo idiota y me cegue, lo siento por no darme cuenta que me necitabas.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, cayeron por su mejilla y las secó de inmediato.

-Fue mi culpa.

-No, no -tomé sus manos. -No es tu culpa. Yo no debí presionar tanto.

-Pero si yo te hubiera contado desde el inicio, nada de esto habría pasado -bajó la mirada.

-El hubiera no existe -tomé su rostro haciendo que me mirara de nuevo. -Las cosas pasan por algo, esa noche los dos arruinamos las cosas y cada uno tenía sus motivos.

-Sé que mi papá te contó los míos.

-¿Por eso discutiste con él? -inquiri.

-En parte. No tenía derecho a contártelo -bufó molesta.

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